martes, 31 de agosto de 2010

Sepúlveda en el Siglo XX hasta el Directorio

SEPÚLVEDA   EN   EL     SIGLO   XX   HASTA   EL   DIRECTORIO
  
La que merecidamente se llamó loca guerra del país a sus municipios les había privado de sus bienes pero no aligerado de sus cargas. Y aún no parecía bastante[1]. El 7 de enero de 1923, el de Sepúlveda, con referencia a un Real Decreto de 18 de octubre de 1922, comunicó al Jefe de la Prisión que, estando en su mismo edificio el Juzgado Municipal, la Central de Arbitrios y otras dependencias, no podía cederlo gratuitamente al Estado. Una Real Orden de 11 de septiembre de 1914 sobre los partidos sanitarios fue aplicada a los farmacéuticos por una circular de Gobernación. El 6 de mayo Sepúlveda informaba a su propósito que uno de sus titulares servía los pueblos de Urueñas, Villaseca, El Villar, Duratón y Aldeonte, y el otro Barbolla, Castrillo, Castroserna de Abajo, El Condado, Duruelo, Perorrubio, Santa Marta y Sotillo. El 15 de julio se acordó hacer una relación de las eras de propiedad municipal- extraña su supervivencia tras la apisonadora de la desamortización- para establecer un arbitrio por su ocupación en el próximo presupuesto. El de gastos de ese año fue de 46.409’62  pesetas. El 2 de septiembre se fijó la hora de las sesiones los miércoles a las siete de la tarde. Mientras, la corporación despachaba los asuntos de trámite referentes a los intereses particulares de sus vecinos: el 24 de junio se cedieron a Baltasar Casado dos o tres metros de vía pública, junto a su casa en la calle de San Gil, para construir un horno; el 19 de agosto se autorizó a Valentín de la Plaza a poner en Los Ortigales postes para llevar fluido a su molino de Parapajos. La vida que seguía en el tiempo, con la impronta del espacio que era su teatro histórico.

De cuando en vez resonaban los ecos de la historia evenemencial del país, para algunos vecinos de decisiva repercusión, para otros un trasfondo lejano aunque condicionante de ciertos ámbitos de su vida. El 9 de febrero se telegrafió al Ministro de Estado felicitándole por sus gestiones para conseguir la libertad de los prisioneros de África. El 28 se contestó a la marquesa de Altamira, Presidenta de la Junta para el homenaje a la Duquesa de la Victoria, enviando dos pesetas de suscripción.

Se llevaban las pequeñas cuentas. Sólo por ellas nos enteramos de algunos particulares en aquella sucesión de los trabajos y los días. Por la función religiosa celebrada en la Virgen de la Peña con motivo de “los Toros”o sea las fiestas de aquel año- único acto de esa índole religiosa en una función, la mayor del lugar, que no tomaba ningún pretexto sacro- al alguacil Eusebio de Frutos se le firmó cinco días después el recibo de 12 pesetas por los maceros Esteban Ortiz y Domingo García. Y a los niños que sacaron las bolas el día del sorteo, para África o España, de los quintos de ese año, se les dieron dos pesetas el 7 de julio. Mientras que hubo que pagar, en la misma ocasión, cinco pesetas a la Tenencia de Alcaldía del Distrito madrileño del Centro por los derechos de reconocimiento de dos mozos sepulvedanos.

La tipografía industrial es fuente de aquella historia y tiene además su valor estético[2]. En el archivo de la correspondencia hay un membrete de un negro poco intenso, a la izquierda una alargada bombilla de filamento complejo y sobre ella una corona de rayos: “Pablo Zemker, Mariana Pineda 5, Madrid. Máquinas, materiales y accesorios para electricidad”. La carta preguntaba al alcalde por la forma de pago del tercer plazo de una bomba centrífuga para elevar agua. Una consecución de que vamos a decir.

Deberíamos haber colocado estos datos al final de nuestro excursus. Pues señalan la terminación de su argumento. Hemos invertido su orden para que se pueda apreciar el predominio de la continuidad en el período cronológico de nuestro estudio. Con las naturales salvedades desde luego.

                                                           I. 1900-1911

“Llegó el año 1900, fin de ese siglo feliz y principio de un nuevo siglo el cual, según las concepciones y el sentimiento de muchos, debía ser más feliz aún”. Así escribe el bosnio Ivo Andritch, en Hay un puente sobre el Drina, su historia novelada o novela histórica de Vichégrad. Este pueblo, de población servia y turca, entonces en la frontera de dos mundos, el musulmán y el cristiano- éste último tanto católico como ortodoxo-, y de dos imperios, el de los Habsburgo y el Otomano, presenta un panorama muy distinto al de la Sepúlveda interior de la monarquía española étnicamente homogeneizada. Pero esa apreciación nos parece a pesar de todo valedera también para nuestra villa y sus mentalidades.

En Sepúlveda eran los años juveniles del escritor Juan Sanz y Saínz-Pardo, a quien llamaban Juanito Lagarto por otro de sus apellidos, y él se llamaba a sí mismo Ríotaliso, anagrama de El Solitario[3]. Anotaba al pie de página los pensamientos que se le ocurrían, tanto al leer, como ante una de las obras de arte reproducidas en las revistas ilustradas, concretamente La Ilustración Moderna. La ilusión es el principio de la realidad, fue una de sus notas a la Economía política de Piernas Hurtado que tuvo de texto en Derecho. En la primera edición de La voluntad de Azorín escribió: “José Martínez Ruiz es un artista como acaso no le haya habido. Su visión de la realidad es clara, sin medias sombras. Copia la realidad tan admirablemente que todos los que lo lean lo conocen inmediatamente. Huye de las poblaciones simétricas, hechas a cordel, con miras utilitarias, y desearía vivir, según él dice, en un caserón con escudo y amplio zaguán, empedrado, saboreando los mimos de una niña muy negra, con traje negro, y rodeada del ambiente artístico de Toledo. Martínez Ruiz no será un gran filósofo, pero es un gran artista”. Pero el romanticismo era el dominante[4]: “He visto muerto a un ruiseñor. ¿Quién sabe si habrá sido un gran poeta?”. De Campoamor: “Cuentan de él que, cuando algún autor novel se disponía a leerle alguna obra, el maestro le preguntaba: -¿Tiene Metafísica?. Sin esa condición todas le parecían detestables, y tenía mucha razón. El arte que deleitando no enseña algo no es arte”.Y de Fígaro: “Mariano-José de Larra fue el escritor más original de la pasada centuria. Hoy hay un escritor que se le parece algo, pero que no llega a él como estilista. Cuando no tuvo a quien querer se suicidó”. 

En ese tránsito del siglo XIX al XX el alcalde, que era el comerciante Braulio Abad de Diego, no era había nacido en el pueblo. El secretario era Mariano de Frutos Revilla[5]. Los concejales, Victoriano Horcajo Monte de Oria, Lorenzo Pérez Serna, Nemesio Onrubia Herrero, el notario Ángel Collado Balza, Saturnino Velasco, Agapito de la Cruz, Mariano López Serna, Ignacio Antón García, y Pedro de la Serna. Los apellidos de los regidores perpetuos de hacía dos tercios de siglo no estaban representados. Ahora se trataba de la burguesía de rentistas, de más comerciantes que industriales, y de profesiones liberales, algunos con un arraigo sólo reciente en el lugar. El impacto en la hidalguía de la supresión de los mayorazgos había sido tan fuerte como lo detectó Francisco de Cossío. Los que no desaparecieron se entregaron al absentismo. Aunque no hay que exagerar. El mismo escritor pudo seguir evocando a los hidalgos paseando por las losas de la Plaza.

Su novela Cincuenta años, parcialmente autobiográfica, transcurre en parte en Sepúlveda, y son transparentes algunos de los personajes secundarios situados allí. Citaremos sólo esta descripción del boticario, don Casimiro, a quien ni el nombre le cambió, y que en la realidad de nuestro relato va a salirnos[6]: “ Tenía ya setenta años, pero se conservaba fuerte y ágil. Su memoria era admirable, y recordaba todo lo que él había visto, y todo lo que habían visto sus padres y sus abuelos. Alto, magro, con barba blanca muy poblada y aires de gran señor. Era el único del pueblo que no había desertado de la levita y el sombrero de copa, aunque en verano usaba un sombrero de jipi-japa, legítimo de Cuba, de antes de perderse las colonias. La colección de chalecos era inagotable, y esto le daba un gran prestigio entre los aldeanos que, al entregarle una receta, le preguntaban si aquello le haría bien al enfermo. Don Casimiro, aunque no había visto al enfermo, como su tendencia a opinar sobre lo que no conocía era irrefrenable, daba su parecer de doctor doctoralmente. Los días de mercado, a la puerta de su botica, era un elemento decorativo de su ciudad. Todos le conocían y él llamaba a cada uno, bien por el nombre, bien por el apodo, aposos que, a veces, constituían un timbre genealógico que se transmitía de padres a hijos, como un título de nobleza”.

En 1902 entraron como nuevos concejales Miguel Barral, Augusto de Montalbán[7], Manuel Conde, Nicolás de la Serna y José de la Plaza[8]. Barral era maestro de obras[9] y había nacido en El Villar de Sobrepeña. De su esfuerzo por instruirse, hasta llegar a ser juez municipal, se contaban rasgos legendarios. Inició en Sepúlveda la dinastía de canteros de la que salieron Emiliano y sus hermanos escultores[10].

Ese panorama social se nos confirma en la sesión del 10 de octubre de 1901 en la cual, dando cumplimiento a la Ley Electoral del Senado de 1897, para elegir compromisarios, se formó una lista de mayores contribuyentes con casa abierta en número cuádruple que el de concejales. Fueron Serapio del Río Gil de Gibaja, Francisco Zorrilla Arroyo, Antonio Monte Mata, Hilario Gozalo de Dios, el abogado en ejercicio Enrique Gil Asenjo[11], Pedro Revuelta Carriedo, Julián de Miguel y de Diego, Tiburcio Ortega Sebastián, Esteban Sanz y Sanz, Pedro Abad de la Serna, José Páramo Serna, Galo Guadilla Martínez, Atilano González Ligero[12], Mariano Velasco Mata, Pedro Díaz Bayo, y Augusto de Montalbán y Mazas. Únicamente el primero de ellos, de irradiación europea en estancias y menesteres, aunque nacido en Fuentecén entroncaba por su segundo apellido con la vieja estirpe. Zorrilla tuvo luego actuación política en Valladolid, casado en primeras nupcias con Obdulia Alba, una hermana de Santiago. Fue promotor de la empresa eléctrica que construyó el salto del Burguillo en el cañon del Duratón[13]. Díaz Bayo era un arandino que había llevado la imprenta a la villa en 1890[14].

El Reglamento de la Contribución Territorial de 1895 instituía localmente una Junta Pericial para regularla. El 18 de septiembre de 1900 se renovó su mitad. Entre los que cesaron, nombrados en 1897, estaban el mismo Braulio Abad, Esteban Sanz, Tomás Guadilla y Julián de Miguel. Había dos peritos repartidores y un suplente. La Administración de Hacienda tenía que nombrar otros tres. Para ello se formaban ternas de vecinos de 2ª y 3ª categoría y de hacendados forasteros de 2ª, y para suplentes otra de vecinos de 1ª y de 3ª. Para el périodo de 1899 a 1903 fueron nombrados de hacendados forasteros Manuel Cossío y Cuesta y el canónigo historiador Eulogio Horcajo Monte de Oria y se habìa propuesto al Marqués de Quintanar[15]. También había una Junta de Concejales y Contribuyentes Asociados, en igual número. Para designarlos se hacían secciones de propietarios, agricultores, industriales, comerciantes y profesiones liberales.

El 4 de julio de 1900 se acordó que las sesiones fueran los miércoles a las once. Las comisiones permanentes eran tres, con pluralidad de cometidos, a saber la de presupuestos, cuentas, arbitrios, pósitos y diversiones públicas; la de establecimientos públicos, obras, corrección pública, beneficencia, sanidad y demás institutos de la policía sanitaria, así como la policía de seguridad, y la urbana y rural; y la de consumos, instrucción pública, repartimientos de todas clases y trabajos periciales. El regidor interventor era de los fondos. La población se dividía en tres distritos[16], cada uno con su alcalde de barrio; eran los de la Casa Consitorial, las Escuelas, y el arrabal de Santa Cruz. Un concejal era vocal de la Junta Local de Primera Enseñanza[17].

El padrón formado en diciembre de 1903 censa 636 vecinos y 2.163 habitantes[18]. Eran más numerosas las mujeres, 1.129, frente a 1.034 hombres. El año siguiente había 10 vecinos más, 3 hembras y 4 varones. Los padrones sucesivos, fueron de 626 y 2.152, 612 y 2.146, 590 y 2.177, 565 y 2.090, 541 y 2.067,  595 y 2.079, 598 y 2.101, y 603 y 2.151 ; las mujeres y los hombres 1.126 y 1.026, 1.143 y 1.003, 1.123 y 994, 1.125 y 975, 1.090 y 977, 1.088 y 991, 1.099 y 1.002, 1.109 y 1.042. 

El 5 de septiembre de 1900 se aprobó el presupuesto ordinario[19]. Tanto los ingresos como los gastos eran 43.048’74 pesetas. Los ingresos procedían de propios, impuestos, y recursos legales para cubrir el déficit. Los gastos eran los del propio ayntamiento; la policía de seguridad, la urbana y rural[20], la instrucción pública, la beneficencia municipal, las obras públicas, las cargas y los imprevistos[21]. La corrección pública figuraba en los ingresos y en los gastos[22]. Los presupuestos siguientes fueron de 41.708’74, 33.868’74[23], 33.853’60[24] 33.760’75[25], 39.876’45, 28.524’45, 30.974’45, 33.893’50, 36.171’50, 37.978’65[26], y 52.346’97.

El alguacil mayor del antiguo régimen, título destacado de uno de los regidores perpetuos, había desaparecido. El nuevo alguacil era un empleado municipal subalterno[27]. Su nombramiento estaba regulado por la Ley de 10 de julio de 1885, complementada por una Real Orden del Ministerio de la Guerra, tendente a buscar colocación a los licenciados del ejército. Vacante la plaza, el 23 de octubre de 1901 se autorizó al alcalde para fijar las condiciones de aptitud. El 12 de marzo de 1902, aceptando una comunicación del Capitán General, fue nombrado el sargento segundo Antonio Revilla, con un sueldo anual de 200 pesetas. Pero su paso por el oficio fue efímero. El 22 de octubre de 1903 le desempeñaba Pedro López Gil, quien en esa fecha pasó al de portero, por muerte de José Pérez Ramón, a cuya huérfana se la pagó el mes en curso. El nuevo alguacil fue Victoriano Onrubia Arranz, que también “había servido a la patria en el ejército y desempeñado antes otros puestos de la misma clase”. Su sueldo se subió a 300[28]. El 25 de diciembre de 1901 fue nombrado inspector de carnes uno de los dos veterinarios, José Fuentenebro Trapero[29]. El 17 de diciembre de 1902 se proveyó el nuevo puesto de practicante[30], “bajo la dirección de los facultativos titulares”, en el único solicitante, que fue el funcionario de la cárcel Ramón Santana Sánchez, con 400 anuales. Acaso el lector note demasida onomástica. Sin entrar en disquisiciones en torno a la relación entre el significante y el significado creemos que los nombres aquí contribuyen también a la composición de lugar y hasta humanizan el relato histórico. Recordamos su trascendencia en una novelística tan arraigada en su tierra como la de Luis Mateo Díez.

Para reconstruir la vida de un lugar, hay que evocar tanto las personas como las cosas. Nosotros hemos creído conveniente atender incluso a su procedencia, los establecimientos o los oficios de donde salieron, sus precios también, hasta su transporte en unos tiempos en que las distancias tenían otra medida incluso psicológica, como la percepción de los otros lugares, para la cual esos orígenes eran un estímulo. Recordamos un impresionante catálogo de las cosas que ya no se usan ni fabrican, en una novela de Francisco García Pavón. 

El 1 de julio de 1900 era el día del aforo de las existencias de especies en los establecimientos públicos de venta. La verificación estaba a cargo de una comisión municipal con un contribuyente, un administrador entrante y otro saliente. Periódicamente se enviaban relaciones escrupulosas del papel sellado y los demás efectos timbrados, los fósforos y el tabaco, los décimos de lotería en sus distintas situaciones. El 26 de diciembre se adjudicó en subasta el alumbrado público a Francisco Barrio y Barrio, que le tenía desde 1898 y siguió los dos años siguientes. En 1901 y 1902 el arbitrio de puestos públicos fue para un postor también único, el comerciante Ángel Linage Arias[31]. En 1903 se quedó Barrio con ambos remates.

Tanto las personas como las cosas, las instituciones y los menesteres, requerían las correspondientes sedes. Construida en la segunda mitad del siglo anterior la nueva casa consistorial, se disponía de la planta baja del edificio de la cárcel- cuya capilla se inauguró precisamente en el año nuevo de 1901-. Los dos inmuebles estaban en la Plaza del Trigo, el último haciendo esquina con la delantera construida al castillo en la Plaza Mayor. Se llamaban respectivamente la Audiencia y el Registro. Los arrendatarios del impuesto de consumos y arbitrios públicos se habían quejado de las dificultades que tenían para ejercer en los locales que asignados. El 4 de julio de 1900 la Audiencia y el cuarto adyacente se destinaron a fielato de consumo, y el Registro y el suyo al arbitrio[32]. El 24 de julio de 1901 se acordó trasladar a la ya citada antigua casa consistorial el Juzgado Municipal, cediendo el local de éste al notario José Dávila, que lo había pedido para Archivo de Protocolos.

El ayuntamiento estaba suscrito a la Gaceta de Madrid, Administración Pública, el Boletín de la Administración Local, pósitos y juzgados municipales; El Consultor de los Ayuntamientos y de los Juzgados Municipales, la Colección legislativa de España. También a la primera recopilación legislativa privada, el llamado Alcubilla, anterior a Aranzadi, o sea el Dicciconario de la Administración española, obra del arandino Mariano Martínez Alcubilla, y su complemento actualizador, el Boletín jurídico-administrativo[33].

En aquel régimen local, la autonomía municipal era escasa. La sesión del 10 de diciembre de 1900 fue presidida por el delegado gubernativo, Ricardo-Luis Parreño, secretario del Gobierno Civil. Se acordó en ella que el alcalde, el regidor síndico y el suplente, fueran a Segovia a recibir instrucciones del Gobernador.

El archivo municipal registra los ecos de la política nacional. El 12 de septiembre se pagaron 27’90 al concejal López Serna por los gastos de ir a Segovia para asistir a la constitución de la Junta Provincial de Reformas Sociales[34]. El 6 de agosto de 1902 se recibió una circular del Ministerio de la Gobernación recomendando a los municipios que procuraran establecer por los medios persuasivos (sic), en favor de la clase obrera, el humanitario precepto del descanso dominical[35]. Huelgan los comentarios. En el mismo limbo vemos la adhesión, el 2 de octubre de 1901, a una circular del diputado por Valencia, Francisco Moliner, sobre su proyecto de ley protectora de los tísicos pobres, acordando hacer en su día lo propio ante el Presidente del Consejo y ante la Reina por conducto del Mayordomo Mayor de Palacio.

La larga duración también tiene sus pormenores, en una dimensión complementaria de lo cotidiano. De algunos, entre la historia y la intrahistoria, queda testimonio en las actas. Uno de tantos ejemplos: el 5 de diciembre de 1900 pasó a la comisión de policía urbana la instancia de Pedro Sanz Valle, para sacar un poco de piedra frente a su casa, al sitio del Camino Nuevo. Otro: el 17 de diciembre de 1902 se encargó de la conservación del arbolado plantado en la ladera de propios, por debajo de la nueva Plaza de San Gil, a Mariano Ortiz Sondesa, sin más retribución que el derecho a cultivar el terreno.

Nos vuelve a recordar a Ivo Andritch cuando escribía: “Las generaciones sucesivas adoptaban la filosofía inconsciente del pequeño lugar: la vida es un milagro incomprensible, porque se gasta y se disuelve sin cesar, y sin embargo dura”. ¿Aprendían también los sepulvedanos, como el mismo escritor dice, a no entristecerse más de la cuenta de lo que las aguas revueltas de su río les acarreaban? Lo evidente es la tangibilidad de la duración, en esta continuidad del escenario. Y en cuanto a esas minúsculas incidencias, que parece casi se nos salen de la historia por su pertenenecia al mero discurrir igual y callado de la especie, exhumadas de los archivos y vistas panoramicamente, llegan a una visión profunda de la vida en curso del hombre en su lugar. Nos evoca la novela de James Joyce, Ulises. Una cámara cinematográfica continuamente activa, sólo que hacia afuera y también hacia adentro de los personajes. El hacia dentro es la dimensión que el historiador tiene que contentarse con atisbar, como una luz que de lejos ilumina su menester pero a la que sabe no podrá nunca pedir otra cosa.

Se arrastraba alguna lánguida secuela del antiguo régimen liquidado. En la testamentaría de Nicolás Velasco apareció un crédito de la Real Caja de Amortización, fechado el 1 de febrero de 1845, de un capital de 831 reales y 401’18 de intereses[36], a favor de la Casa de Expósitos de San Cristóbal. Los herederos lo entregaron al ayuntamiento, por si a la beneficencia servía de algo, a fines de 1902. El último acuerdo del año fue encargar al secretario que lo gestionara en la Dirección General de Deuda del Estado.

El 6 de junio de 1900[37]el único asunto de la sesión fue acordar la asistencia en corporación a la misa y procesión del corpus e invitar a las demás autoridades[38]. El 4 de julio se dispuso que los días 10 y 11 tuvieran lugar en las escuelas los exámenes semestrales.

Con motivo del cambio de siglo había habido una gran peregrinación de la diócesis al santuario del patrón, San Frutos, en el cañón del Duratón, huérfano de sus benedictinos, exclaustrados hacía sesenta y cinco años. Concurrieron 12.000 fieles. El evento está perpetuado en la cruz de hierro que se colocó enfrente, con sus inscripciones latinas. No pudo asistir el obispo Quesada, fallecido hacía poco de repente en tierras de Sepúlveda, al pasar por La Matilla, de vuelta a su sede. Yo todavía he alcanzado a oir el dicho que la impresión producida dejó en la comarca, para quitar la aprensión de casualidades extrañas: “No siempre se murió un obispo en La Matilla”. Desde 1877 Sepúlveda tenía estación telegráfica, una tradición ya con alguna página para el recuerdo, como aquella nevada en que los hilos fueron su única comunicación con el mundo. Desde ella, el vicario capitular de la sede vacante, que era el futuro cardenal Benlloch, al volver de la peregrinación, envió su salutación al cardenal Secretario de Estado, Rampolla. Benlloch agradeció al ayuntamiento sepulvedano su cooperación[39]. En la sesión del 7 de noviembre se le agradeció su gratitud[40].

El 19 de diciembre se autorizó al alcalde para “pagar en nochebuena al personal de empleados, según costumbre establecida y generalmente observada en todas las oficinas públicas”. El 20 de febrero siguiente se accedió a  la petición del párroco, Eugenio de Laorden Chaves, de predicar la semana santa con la retribución acostumbrada[41]. Ello sólo vuelve a aparecer al año siguiente. Habían pasado los tiempos de la oratoria y las confesiones cuaresmales, a cargo de los frailes de La Hoz u otros, costeadas por San Cristóbal,la poderosa Casa de Expósitos y Establecimiento de Caridad. El 13 de marzo de 1902 se encargaron las palmas para la procesión del Domingo de Ramos y la cera para las demás procesiones, en las cuales tocaba “la música de aire” de la banda municipal[42]. De la civilización de la cera quedaban vestigios más visibles y tangibles pues[43]. Del cabildo eclesiástico se había perdido la memoria, aunque todavía quedaban en la villa cinco clèrigos- el parroco de San Justo y sus dos coadjutores para Santiago y San Bartolomé, y los capellanes de la Virgen y de la comunidad de las Pastoras- y por eso a dicho párroco se le llamaba Cura Mayor.

La sesión del 26 de enero de 1901 se nos ilumina con una ilusión que entroncaba el regeneracionismo de la época y el país con el anhelo de reverdecer los míticos tiempos de la prosperidad gloriosa. El alcalde tenía noticia del proyecto de ferrocarril de Segovia a Aranda. Se nombró una comisión para gestionar en Madrid que se acercara a Sepúlveda lo más posible. La componían el alcalde y el segundo, los diputados provinciales Gil Asenjo y González Ligero, y los vecinos Zorrilla Arroyo y Antonio Monte Mata, además de los interventores de la Comunidad Ulpiano Serna y Andrés Sanz. El 9 de enero del año siguiente se pagaron sus gastos, 843’37. Y no hubo más. Desde un tiempo tan radicalmente transformado como el nuestro, un documento tan sencillo y cotidiano como la cuenta de esa comisión es una fuente estimable de la historia coetánea: el coche a Segovia y el tren a Madrid (siete asientos de 1ª a 4’95) con la correspondiente factura de los baúles y la “propina por conducir las maletas” y el almuerzo en Villovela a la ida y a la vuelta, cinco días de cuarto y cubiertos en el “Gran Hotel de Madrid”[44].

Una de las funciones delegadas a los ayuntamientos como dijimos era el alistamiento de los quintos, los mozos del lugar que cumplían los veinte años, la edad del servicio militar, la mili[45]. El 9 de enero de 1901 se invitó para la operación tanto al párroco, Ladislao Liras, como al juez municipal, Casimiro de Montalbán, el primero como detentador de los libros sacramentales de bautismo, el segundo del Registro Civil, en parte una sucesión del uno al otro. Asistían también el médico y los antiguos concejales. Esa vez la fecha coincidía con otra eclesiástica, la publicación de la Bula. Sin embargo, el 6 de febrero la corporación acordó asistir a ésta en la medida de lo posible.

Los quintos de 1902 eran 42[46]. Pero sólo 27 tenían que ir al ejército. Era el sistema de los excedentes. Para designarlos se hacía un sorteo en el mismo ayuntamiento. El 16 de febrero se pusieron en un globo sus nombres, en el otro las cifras del 1 al 27. Sacaron las bolas dos niños de menos de diez años. El día 27 fueron tallados los de la mala suerte. Fueron sargentos talladores los licenciados Sergio Pascual Burgos y Gabriel García Maestro. El 3 de marzo se redactó el acta de la clasificación de soldados, uno por uno. El ayuntamiento, previo dictamen del síndico, decidía provisionalmente sobre las alegaciones de exclusión[47]. Por ejemplo: “Una gibosidad, enfermedad incluida en el nº 68, en el orden 6º de la clase 2ª del cuadro de inutilidades físicas”. Los demás podían oponerse. Por ejemplo, en 1903, se hizo a la alegación de Baldomero Gastaudi Revilla, de estar manteniendo a su padre y hermanos, por tener aquél un catarro bronquial crónico que le incapacitaba para su oficio de fresquero o carretero. Se replicó que, yendo el mozo a Aranda con el carro de su padre, le dejó abandonado y desapareció como un mes, sin haberse vuelto a saber de él, y que el padre continuaba el trafico. Declararon tres testigos y se rechazó la exclusión.

Algún dato de esos años iniciales es revelador del panorama de la enseñanza en la villa. El maestro Eloy Luengo Mota, autor de un libro de texto impreso en Sepúlveda por dos veces a fines del siglo anterior, Educación e instrución infantil,  que no hemos logrado ver, se anticipó a abrir una escuela de adultos, antes de aprobársele el presupuesto. Por eso, el 25 de septiembre de 1901 se le denegaron los haberes que por ella pedía. El 4 de diciembre, el ayuntamiento se opuso a su recurso ante la Junta Provincial de Instrucción Pública, alegando la competencia exclusiva para ello del Gobernador. Parece que además pagaban los alumnos. El regidor síndico la visitó, pero “con carácter particular y llevado de su amor por difundir la enseñanza”. El alcalde, a la alegación de haber asistido a ella su hijo Juan, dijo que éste era alumno de clase privada, y si alguna vez estuvo en la de adultos fue por indicación de Luengo para ayudarle en su instrucción a éstos. En cambio, el 17 de diciembre se  subvencionó con 75 pesetas a un maestro de enseñanza primaria no oficial, Pedro Horcajo Merino.

El 27 de febrero, se aprobó la propuesta del alcalde: “En vista de la abundancia de nieve que invade las calles de la población, sería conveniente que desapareciera por el esfuerzo humano con lo cual, además de proporcionar trabajo a la clase obrera, se facilitaría el tránsito y la concurrencia a los mercados, en beneficio de los intereses municipales[48]”. El 27 de marzo también se aprobó su decisión de arreglar caminos, puentes, alcantarillas, calles y plazas, para dar trabajo a la clase obrera. El 26 de marzo del año siguiente, “en atención a que la clase jornalera, bastante numerosa desgraciadamente en esta población, ha solicitado trabajo, para atender a su subsistencia, y que el no proveer a tan imperiosa necesidad podría dar lugar a una cuestión grave de orden público”, se acordó construir una plazuela proyectada en la bajada de La Muñeca, pegando a la carretera. Corría una copla que exhortaba: “No desoigas la voz socialista/ que te llama a pelear/ que el Partido Socialista Obrero/ en sus brazos te recibirá”. Se constituyó una  peña anarquista titulada Los Gatos, que recibía de Barcelona Tierra y libertad.

El 12 de noviembre de 1902 se había rescindido por el dueño el arriendo de la casa donde se alojaba a los pobres. Se arrendó otra por 100 pesetas anuales a Valentín Torres. En la sesión anterior se había prorrogado el contrato a los farmacéuticos titulares Nicomedes Arambarri y Casimiro de Montalbán, para suministrar medicinas a las familias pobres por 500 anuales a cada uno[49]. El 17 de diciembre se prorrogó también el contrato a los medicos Manuel-María Guadilla y Antonio de la Plaza, para asistir a 182 familias pobres y en los casos llamados de oficio, por 750 pesetas.

El 23 de abril de 1902 se agradeció a Ricardo Sáenz de Cenzano un donativo al Hospital, de 50 pesetas, un aparato nuevo de goma para la incontinencia, unas medias de goma, seis vendas con un trocito de gasa para conservarlas, cuatro bragueros, una caja de pastillas balsámicas, y cinco lentes ahumantes. El 24 de septiembre el alcalde dio cuenta de haber cesado la persona al cuidado del mismo hospital, y haberse encargado de ello al practicante arriba citado, lo que se aprobó, haciéndole entrega del edificio, ropas, muebles y demás.

El 23 de octubre de 1901 por estar ya subastado el arbitrio, se denegó a la Guardia Civil la exención del impuesto de consumos que había pedido el Capitán de Línea, pero se le otorgó la del recargo municipal a las especies que introdujeran al por mayor para su consumo mismo. El 12 de marzo de 1902, ante la confirmación por el Tribunal Supremo de la pena de muerte impuesta a un preso de la cárcel sepulvedana, Eleuterio López Gómez, se acordó pedir el indulto a la Reina e interesar a los representantes en Cortes.

El 3 de julio del año anterior, el concejal Pérez Serna habia propuesto que hubiera, como de costumbre, dos corridas “de toros y toretes de muerte”. Sólo él y López Serna votaron a  favor. El 17 se presentaron unos vecinos para oponerse a esa negativa, pero no se admitió su comparecencia por no llevar sus cédulas personales. En cambio el 18 de junio del año siguiente se acordó que hubiera toros “con la mayor lucidez” (sic).

Algunos de estos datos de esos primeros años nos ofrecen todo un panorama. Otros parecen retazos aislados. Hay que insertarlos en la urdimbre de la andadura de aquellas gentes destinadas a pasar por la tierra en el lugar. Y aun sin pensar que el hombre propone y el medio dispone no se puede perder de vista la impronta de éste. Exhumando los papeles de antaño allí donde se escribieron, estuvieron las cosas y vivieron los hombres de que dan testimonio, se toma conciencia de la trascendencia del teatro geográfico en la condición humana. Tratemos de divisar para los años sucesivos cada parcela del conjunto.

                                               El  devenir  corporativo

En 1906 entraron los nuevos concejales[50] Ricardo de la Plaza García, Elías Gómez de Bonilla y del Río[51], Valentín de Antonio Guijarro, Andrés Zorrilla García y José-María Zorrilla Cristóbal[52]. El 14 de enero renunció Horcajo, por imposibilidad física y tener más de sesenta años. Se le aceptó el 18 de febrero, luego de justificación documental y venia de la Diputación.

Las sesiones se venían celebrando en la secretaría. El día 28 propuso Zorrilla García que fueran “en el local destinado para la celebración de todos los actos públicos”. El 13 de mayo se recibió una orden del Gobernador, de acuerdo con la Comisión Provincial, de que fueran en el mismo local donde las tenía la Junta Municipal. Se acordó recurrir en alzada al Ministro. Zorrilla votó en contra, insistiendo en que debían tener lugar “en salones amplios y espaciosos, para que los más vecinos posibles puedan presenciarlos, y no en locales reducidos y antihigiénicos”. El alcalde replicó que nunca cabrían todos los vecinos. Zorrilla hizo ver que ese ideal “era cosa imposible en todas partes”. En la sesión del 27, Zorrilla formuló la más solemne protesta, pidiendo que constara en acta.

El 18 de noviembre de 1906 se dio el pésame por la muerte “del dignísimo alcalde abad”. Su hijo Pedro contestó el 25 en nombre de la familia. Previo su pago, se concedió a su viuda, Ildefonsa de la Serna, un panteón en el cementerio. El 16 de diciembre fue elegido alcalde Bonilla, con un voto en blanco[53].

El 17 de noviembre de 1903 se había aceptado la invitación del nuevo párroco, Ladislao Liras, para su toma de posesión el día siguiente a las diez. El 21 de diciembre de 1904 se adjudicó el alumbrado público en 4.000 pesetas a Juan Antoranz López[54]. Habitalmente tenían lugar la subasta anual de la Abacería, Taberna de la Villa y Audiencia, y del arbitrio de puestos públicos. El 25 de agosto Zorrilla García votó en contra del arbitrio sobre la especie trigo, por infringir la ley de 19 de abril de 1904. El 13 de enero de 1909 cinco industriales pidieron el traslado del fielato a la Audiencia. Se les contestó alegando el inconveniente de estar junto a la carretera, mientras que en la Plaza Mayor se podían descargar los carros y llevar luego los bultos para el adeudo. Pero al fin se hizo el 20 de diciembre de 1911. Estaba reciente su nueva organización, su plantilla  dos escribientes con 2 pesetas diarias, el mismo sueldo que a los dos encargados de la oficina central, un real inferior al de los seis vigilantes.

Ordinaria era también la asistencia y el pago a la función de la Inmaculada, como copatrona de España, en el santuario de la Virgen de la Peña. Por vestirse los maceros este día, el de la publicación de la Bulas en San Justo, para las Cuarenta Horas en San Bartolomé y algunos otros que nos van saliendo en el calendario, y llevar los bancos a la iglesia, cobraban de 3 a 10 pesetas. Pero el día del Corpus, además de a la Virgen para la misa, había que llevarlos al Salvador para los días de la octava, y a varias iglesias en Semana Santa, equitativo por lo tanto que llegaran a las 14. Eran los solemnes bancos del salón de sesiones, tapizados de terciopelo rojo y con el escudo de la villa dorado en sus cabeceras.

 A los serenos o vigilantes nocturnos, el 15 de febrero de 1911 se les había acordado hacer capotes de abrigo. [55]El 2 de noviembre, teniendo en cuenta que habían quedado inservibles sus armas de fuego, se determinó proveerles de dos revólveres de reglamento[56]. Las tres facturas de sus capotes llegan a galdosianas, de veras que hacen pensar en las descripciones del comercio de paños en Fortunata y Jacinta[57]: Paño pardo, bayeta ancha, retor ancho, paño verde, paño pardo ancho, pañete verde, pañete verde fino, retor fuerte, además de botones finos G M grandes, otros pequeños, botones negros, y broches.

En julio de 1902 se recibió del Gobierno Civil una medalla de cobre conmemorativa de la mayoría de edad de Alfonso XIII. Yo conocí a antiguos soldados de las guerras de Ultramar, todavía quedando algún eco agudo del desenlace doloroso y la memoria de los lutos por los que no volvieron[58]. El 18 de febrero de 1903 el ayuntamiento acordó contribuir con 25 pesetas al monumento a ellos y los marinos muertos. Al año siguiente fue el párroco quien invitó a la corporación a las honras fúnebres por la ex-reina Isabel que se celebraron el 29 de abril. ¿Un gesto para desvincularse del carlismo?

En 1905 el Gobernador recomendó la suscripción al Libro de la Cruz Roja Española y contribuir al gigantesco monumento a Alfonso XII en el Retiro de Madrid. El 24 de marzo se acordó publicar un bando invitando al vecindario a esto último[59], pero se negó la contribución municipal, “pues no es posible distraer ninguna cantidad de las consignadas en el presupuesto, ya que éste se abre con alguna dificultad pòr una serie de vicisitudes que el Gobernador conoce perfectamente”. Lo mismo se contestó al presidente de la comisión ejecutiva para el monumento a Martínez Campos. El 1 de agosto de 1909, “deseando dar un ejemplo de patriotismo, acudiendo a socorrer las necesidades de los reservistas hijos de esta villa por pelear heroicamente en el Ejército de Melilla contra los enemigos de la patria, imitando hasta a las poblaciones más insignificantes”, se acordó dar una peseta diaria a Dominga y Olegaria Antón, cónyuges de Isidoro Cristóbal López y Mariano Flores Garrido, desde que salieron para incorporarse a su batallón y hasta que se dispusiera lo contrario[60].  Y se conribuyó con 100 pesetas a la Comisión Provincial para las víctimas de la guerra de la misma plaza norteafricana, abriendo una suscripción en el pueblo. El 25 de agosto de 1910 se pidió al Gobernador fuerza pública por si se alteraba el orden en las elecciones provinciales.

El 25 de octubre de 1908 se acordó que las sesiones siguieran los miércoles, pero dos horas antes, a las nueve. El 26 de abril de 1911 se pusieron a las once y media. El 1 de julio de 1909 se constituyó el nuevo ayuntamiento[61]. Eran nuevos concejales Faustino Antón Antona[62], Vicente López Antona, Ángel Román Molinero, José de la Plaza González[63], Félix Conde, y el hijo del alcalde anterior, Pedro Abad de la Serna. El 31 de marzo siguiente éste fue confirmado como alcalde por Real Orden. El 15 de febrero se había acordado hacer capotes de abrigo para los serenos. El 1 de enero de 1910 siguieron los concejales Román, López, Plaza y Abad, y entraron nuevos Miguel Benito Jimeno, Ignacio Velasco Pascual, Hilario Gozalo de Dios, Matías Conde Lozoya, y Luis Sánchez de Toledo y Ruiz Zorrilla, el cual fue confirmado alcalde por Real Orden del 27[64].

Al cementerio todavía se le llamaba el Nuevo, y tardaría bastante en perderse la memoria y la visibilidad del Viejo. El 19 de septiembre de 1909 se requirió a los morosos en el arbitrio municipal por la guarda, vigilancia y custodia de los cadáveres y los adornos colocados en las sepulturas y los panteones. El 7 de noviembre informó la Comisión Inspectora de que la sepultura de Serapío del Río interrumpía el paso a otras. La viuda, que había pagado por ella 500 pesetas, autorizó el traslado a otro terreno.

En 1910 se enviaron circulares a varios pueblos del partido pidiendo una reunión con sus alcaldes para pedir la separación de Sepúlveda del distrito de Riaza en las elecciones de diputados a cortes[65]. La tensión con el pueblo rival continuaba. El 29 de marzo de 1911 se dio cuenta de que su alcalde y vecinos habían pedido a la Comisión Provincial la agregación a su término del monte Los Comunes, de la Comunidad de Villa y Tierra, y de los terrenos vendidos por el Estado de La Pinilla y La Pescara. Con arreglo a la Real Orden de 26 de febrero de 1875 se pidó informe a Sepúlveda. Se contestó que la comisión era incompetente, pues se requeriría una ley, según el decreto de 15 de noviembre de 1909: “Hace muchos siglos que el monte pertenece al término municipal de Sepúlveda por su Fuero y por su historia [...], derecho incontrovertible en favor de Sepúlveda, que tiene por lo menos el mismo derecho que Riaza, por cuanto se llevan poco de vecindario ambas poblaciones, y no sería justo ni equitativo enriquecer a la una villa con perjuicio de la otra[66]”.

                                                  La Plaza de la Violeta

La sesión municipal del 13 de marzo de 1901 no había sido extraordinaria. Se rechazó en ella la solicitud de un vecino de San Gil que reclamaba contra la ruina de una casa inmediata, toda vez que al no afectar a la vía pública no era competencia de la corporación, y se dispusieron como era habitual los encargos de palmas y cera y las invitaciones para las procesiones de la semana santa.  Sin embargo en ella se tomó una decisión llamada a permanecer a largo plazo en el acuñarse vital de la villa de una manera entonces insospechada.

El alcalde dio cuenta de que, cumpliendo el encargo de los demás munícipes, había conferenciado con el farmacéutico Nicomedes Arambarri y Merino y su esposa Magdalena Collado y Mata, para obtener la cesión gratuita de una finca que se describe así: “Un huerto en el Espinacar, de pasto, de tercera calidad, que cabe 29 áreas y 47 centiáreas, y linda oriente, calleja de la Viña; poniente, huerto de los herederos de Francisco de Cossío Salinas González de Sepúlveda; sur, las peñas, y norte antes las mismas, entonces la carretera provincial”. La finca pertenecía a Magdalena, por herencia de su madre Salvadora Mata Díez. Magdalena era hija del notario, Ángel Collado, concejal cuyo fallecimiento había determinado el levantamiento de la anterior sesión del 9 de enero. Los cónyuges estaban de acuerdo en la donación, “en atención a las pruebas de afecto y consideración que  había dispensado la villa al finado, eligiéndole repetidas veces concejal,  y así, además de pagar una deuda de gratitud, honrar la memoria de quien siempre desmostró un interés decidido por el progreso moral y material de la población”. La corporación acordó entonces que una comisión se trasladara a su casa, y volvió acompañada de ellos, quienes ratificaron su promesa, que el ayuntamiento aceptó. El interés municipal en la adquisición se concretaba en “el fin de dar ensanche a la población, y depositar en ella los carruajes y caballerías que, merced a la topografía de la villa, invaden sus vías más principales, con perjuicio del libre tránsito y seguridad del vecindario[67]”.

El huerto había tenido a duras penas algún cultivo, pues más bien era un desmonte. Su allanamiento parecía algo quimérico. Se sacó entonces una copla que aludía a la profesión del alcalde: “Quién que no sea un atún, o tendero de Campillo, pensará hacer un jardín, en donde sudó betún el difunto Serenillo”. Y se profetizaba una memoria que no ha podido resultar más falsa: “En tiempos de Braulio Abad, se hizo esta barbaridad”.  Sin embargo la obra se hizo pronto, un alarde contemporáneo de los desposorios del lugar y la piedra. Ocupa buen puesto en un lienzo que Ignacio Zuloaga pintó en 1908, con su siniestro personaje Gregorio en primer plano. El espacio ennoblecido cumplió su menester por algún tiempo, aunque acaso con escaso entusiasmo por parte de los concurrentes al mercado reacios a su disciplina. Luego fue de varios cobertizos improvisados y de alquiler[68]. A mediados de siglo empezó su destino lúdico. Y éste llegaría a ser la sede de la convecinalidad sepulvedana, cuando justamente hacía más falta, unos tiempos en que la convecinalidad misma se echaba de menos, por mor de la invasión de las técnicas nuevas de comunicación y su impacto abrumador en la vida cotidiana.


                                        El progreso de la confortabilidad

En la sesión del 5 de febrero de 1902 se agradeció al secretario su informe sobre el proyecto de alumbrado eléctrico[69]. El 23 de abril, a petición del ingeniero de caminos de Segovia, José de Brenaga, se le envió juntamente con el de abastecimiento del agua. La burguesía que daba el tono a la villa, aun melancólicamente ensoñada, tenía ímpetu para rodearse de bienestar material, ello con un adelanto respecto de otras poblaciones que  asombra.

El 23 de junio de 1907 se recibió una comunicación de la Junta de Patronato formada para dar aplicación a un legado del primer Conde de Sepúlveda, Atanasio Oñate y Salinas, y a un donativo de su nieto político, Javier Gil Becerril. El destino era el agua corriente. La Junta hacía ver que la empresa había llegado a cogüelmo. Faltaban remates de poca importancia que el ayuntamiento haría por su cuenta. Ya el 3 de agosto de 1904 habían empezado esas obras a la vez que las del alumbrado eléctrico[70].

Y el 17 de junio de 1906, señal de la llegada a puerto, se hacía constar haber pasado más de quince días sin que el contratista “hiciera el servicio por electricidad”, decidiéndose que mientras tanto sólo percibiría el prorrateo de las 1.800 pesetas anuales que hasta entonces había venido costando el petróleo. El 16 de agosto de 1908 se convino con el gerente de Ruiz Zorrilla, Luis Sánchez de Toledo, una modificación del contrato, según la cual recibiría las 4.000 anuales pactadas en dos plazos, una por el alumbrado público y otra por el servicio de fuerza y elevación de aguas. La penalidad por interrupción sería de 20 diarias  y la falta del pago, salvo causas no imputables, como avenida de río, rotura de motor, avería en los hilos conductores de la fuerza u otras de esa naturaleza[71].

Todavía el 1 de enero de 1911, aquella Junta, mediante un escrito de Gil Asenjo y  el párroco Liras, pidio al ayuntamiento que recibiera formalmente las obras ejecutadas y la posesión de derecho de las aguas, como de hecho ya lo estaba, sin esperar los ocho años de plazo previstos, pero reconociendo un saldo a su favor de 8.296’67. Gozalo y Velasco votaron en contra, estimando ilegales las obras hechas por encima del valor del legado, estimando que el acuerdo en contrario sería nulo. Pero se aprobó a pesar también de la abstención de Conde, conviniéndose en su pago en cuatro años que se contarían desde 1913.

La sesión decisiva había sido la de 6 de mayo de 1903, presidida por Horcajo: “Que para llevar a feiiz término el pensamiento de dotar de aguas a esta población, hace tiempo iniciado, con el legado de una cantidad respetable [...], desterrando de una vez por siempre el medio costoso y molesto que hoy se emplea en surtirse de ellas para las necesidades domésticas y salubridad pública, hanse practicado por personas científicas diferentes trabajos encaminados a tan laudable fin, y todos coinciden en que llenaron las mejores condiciones las aguas [de la Fuente del Caldero[72]], que nace en término de domino público dentro de este término”. El caudal era de 420 litros por minuto, bastando tomar en su nacimiento 2 por segundo, equivalente a lo  que ya se tomaba del río Caslilla, adonde dicha fuente afluía. Sólo hacía falta la venia superior, una vez justificada su potabilidad, acordándose que los farmacéuticos titulares hicieran su ánlisis químico, previo a la instancia al Gobernador.

El 20 de octubre de 1907 se dio de plazo hasta el año nuevo siguiente para que el agua que se recogía de los tejados en canalones fuera encauzada a las alcantarillas, y caso de no haberlas, bajada a la superficie de la calle. El 29 de marzo siguiente se acordó conceder también el abastecimiento de aguas a la empresa concesionaria de la electricidad, Ruiz Zorrilla y Cía. Todo iba sobre ruedas, con el lujo de quedarse en la pequeña crónica cualesquiera incidencias[73]. Así, el 16 de agosto de 1908, a la petición de los vecinos de La Virgen, de que la fuente prevista en la calle de Santa María se pusiera junto al jardín de la casa de la capellanía, se acordó acceder para cuando hubiese fondos; y el 11 de noviembre la sustitución por otros nuevos de dos caños de la fuente de la Plaza. En la que ya perpetuaba la memoria del conde benefactor un medallón del escultor Aniceto Marinas.

El 29 de marzo de 1911 se recibió la comunicación de Ruiz Zorrilla de proponerse cerrar el terreno donde estaba enclavada la fábrica de electricidad y dependencias adyacentes, por lo que pidió el deslinde del camino al puente de romano de Talcano. La Fábrica de la Luz, en el cañón del Duratón, sería uno de los edificios emblemáticos del lugar, incluso con cierta vida social animada. La “Casa de Máquinas” en la ribera del Caslilla no tenía en cambio más uso que el albergue de las que la daban nombre

                                                 La Geografía Urbana

La estética está casi ausente de esos libros municipales. Por eso merece la pena citar la sesión de 30 de junio de 1905. Tiburcio Ortega había pedido permiso para abrir dos puertas en su casa de la calle del Espinacar, una en el callejón que de ella salia, y otra en el cerro del mismo Espinacar. Lo cual se le concedió, “teniendo en cuenta que con eso no se perjudica el interés público, antes por el contrario servirán tales servidumbres para el mejor ornato de la población[74]” Era inevitable que constantemente hiciera acto de presencia la singular topografía sepulvedana, el caserío inverosímil que escribió el Marqués de Quintanar. Como en enero de 1907, al pedirse un trozo de propios contiguo a la calle de Santo Domingo, desde la tajea de las aguas a un camino. O abrir una puerta en la plaza nueva de la calle de San Gil, pero sólo pudiendo usarla cuando la verja de la plaza estuviese abierta[75]”. El asentamiento rocoso es omnipresente en el archivo. El 8 de junio de 1910 dos vecinos se quejaban de que otro estaba construyendo unas barras para cerrar una servidumbre inmemorial de paso a las peñas del Campillo, siendo requerido para que parase las obras.

De las vicisitudes que han afectado a las cosas, ningún episodio ha sido para mí tan doloroso en vida como la demolición del Arco de la Villa, a mediados del siglo. Aunque llevaba mucho tiempo siendo un problema.[76] El 30 de marzo de 1906 se acordó pagar a Miguel Barral, como maestro albañil, 158’15 por una cimbria para sostener su vuelo, cumpliendo órdenes de la Jefatura de Obras Públicas.

De la intervención en la Geografía Urbana nos aporta datos valiosos la sesión de 31 de febrero de 1907[77]. El comerciante Esteban Sanz había pedido el espacio del llamado soportal de las Panaderas, que daba a a la Plaza del Trigo, esquina a la Plaza Mayor, “en el que tiene una servidumbre de entrada a su casa, y que hoy no tiene más uso que el depósito de aguas sucias[78]”.  Se le concedió[79], teniendo en cuenta que sólo él podía utilizar esa servidumbre, “y que tal soportal hoy no tiene aprovechamiento alguno, antes por el contrario sirve para depósito de sustancias fecales”. Se le imponía la condición de cerrarlo, “para evitar los actos repugnantes que en él se cometen, sobre todo de noche, en que la vigilancia de la autoridad no puede ser tan constante, y evitar ser depòsito de inmundicias y albergue en noches oscuras de personas sospechosas, en perjuicio del ornato, higiene y seguridad públicas [...], tanto más cuanto que de no haber existido en dicho soportal la expresada servidumbre, de todos modos se haría ineludible el cierre de aquél,”. No lo veía así Zorrilla Cristóbal, quien explicó su voto en contra: “por ser contrario a los intereses del vecindario conceder el soportal que sirve de cobijo a los vecinos en los días de lluvias, y ser el ayuntamiento incompetente para conceder terreno alguno de aprovechamiento comunal sin previa licitación pública entre los vecinos, y en especialidad (sic) para hacer obra nuevas, con arreglo a la Real Orden de 19 de junio de1901”. Tras un período de interrupción, a mediados de siglo el edificio sería sede del comercio de Domingo Sanz  de Pedro, quien elevó el nivel de su menester en la villa. 

                                               Beneficencia y salud

En las cuentas antes citadas de 1901 la beneficencia se desdoblaba en 500 pesetas de subvenciones a los establecimientos, 59 de socorro y conducción de pobres transeúntes y 100 del alquiler de la casa de su alojamiento. De octubre y noviembre quedan algunos recibos de los beneficiarios: 5 pesetas a Sor Rosa del Socorro, 2’50 al pasionista Cayo de San Gabino, 0’50 para ir de Segovia a Irún a un recomendado del Gobernador, Francisco Bilbatúa. En adelante se conservan muchos más, pequeños pedazos de papel de diferente formato, a veces ya usados al anverso. Consta el destino de los perceptores, la mayoría a Segovia, Madrid, Burgos, Soria Tambien Valladolid, Salamanca, Vitoria, Bilbao, Vizcaya, Pamplona, Vera de Bidasoa, San Sebastián, Santander, Logroño; Barcelona, Gerona, Zaragoza, Teruel, Valencia; Guadalajara, Ciudad Real, Madridejos,Talavera, Cáceres, Badajoz, Huelva, Sevilla, Cádiz; uno de Gerona a Salamanca, dos extranjeros a Canfranc, Paul Carichet a Francia. Predominaban los destinos septentrionales, los demás aparecen aisladamente.

El 28 de octubre de 1906 se acordó repartir entre los agricultores que lo pidieran los dos tercios de las existencias del pósito. El 21 de enero de 1902 se había informado que la higiene pública era satisfactoria y que no se tenía noticia de prostitución. El 31 de enero de 1903 se pidió al Director General de Sanidad linfa de viruela para vacunar a cien individuos, acusándole el 2 de febrero recibo de la equivalente a 150 cristales.

Se va confirmando más y más la ídole meramente de paso que había pasado a tener el viejo Hospital de la Cruz. El 8 de noviembre de 1905 se concedieron, por una vez, 25 pesetas a Mariano Revilla, “bastante enfermo”, para llevarle al Hospital de Madrid. El 28 de  marzo de 1909 la Junta Municipal de Sanidad avisó al Gobernador de haber un caso de fiebre tifoidea[80]. El 15 de febrero de 1911 se aprobó la compra de dos jeringas para inyecciones de suero del doctor Raque, con vistas a los casos de difteria[81]. No se dice que fueran para el Hospital. El 2 de junio se pidieron al Gobierno 400 vacunas. En noviembre se cerraron las escuelas por el sarampión[82].

El 15 de marzo del mismo año se informó que había un hospital municipal y que por lo tanto no habría que adquirir o construir barracas de madera para enfermos contagiosos. El 31 que caso de producirse algún caso colérico, había local adecuado y el desinfectante preciso. Es curioso que de éste se informa, el 13 de diciembre, contestando al Gobernador, que había escrito de parte de la Comisión Regia de Turismo para la Cultura Popular: “Que no existe establecimiento alguno de beneficencia, y sí sólo un hospital para enfermos pobres, perteneciente al municipio. No hay noticias de que se traten de establecer hospitales particulares. El hospital es bastante capaz. Se le auxilia con 500 pesetas anuales, que por el poco número de enfermos son suficientes por el momento, y para una eventualidad podría proponerse el socorro domiciliario como medio de extinguir la mendicidad”.

A propósito de las instituciones del antiguo régimen ya hemos visto algún eco de los tiempos idos. El 21 de julio de 1907 se recibió una carta del apoderado del ayuntamiento en Madrid, Emilio Martínez Lago, con “las liquidaciones para la emisión de láminas de los bienes de propios”, pidiendo autorización para “reclamar los capitales pertenecientes a los hospitales (sic) de esta villa”. La corporación le pidió explicar claramente a cuánto ascendía el crédito liquidado y si éste correspondía a propios o a las comunidades de villa y tierra de Sepúlveda o de Sepúlveda y Riaza, pues entendía que debía haber un error de importancia en dichas liquidaciones, y le autorizaba para reclamar los capitales que contra el Estado tuviera el Hospital[83]”.El 4 de agosto se recibió otro informe del mismo apoderado, de haber un crédito a favor del ayuntamiento de bienes de beneficencia deasamortizados en 1ª y 2ª época, por “el Hospital, Hospital de Santa Cruz, Hospicio y de Niños Expósitos, todos cuatro de esta villa”. Se acordó pedirle más datos del crédito, se le encargó reclamar en la Deuda Pública, y gestionar el despacho de las inscripciones que por bienes de beneficencia adeudaba el Estado. Cuando el ayuntamiento percibiera las láminas, el apoderado se quedaria con la décima parte. De no tener bastante metálico se le abonaría el 3%, y el resto gradualmente según se fueran cobrando los cupones trimestrales de las sucesivas inscripciones. Pero notemos que en Sepúlveda sólo existió el Hospital de la Cruz, sin que le tuviera el arrabal de Santa Cruz nunca, y que no hubo hospicio, sino la Casa de Niños Expósitos de San Cristóbal. La magnitud de aquel expolio integral y nacional era incompatible con la claridad administrativa. El 1 de agosto de 1909, habiendo muerto Serapio del Río, que pagaba al Hospital un censo de 9 fanegas de trigo, se requirió a su viuda María Espí, para otorgar la nuesva escritura de reconocimiento.

Por supuesto que después de la supresión de San Cristóbal y su sustitución por la Casa-Cuna, de mero paso a los Establecimientos Provinciales de Segovia, continuaba el drama de la infancia abandonada. Así, el 21 de noviembre de 1906 el alcalde comunicaba al juez de instrución recibo de la puesta a su disposición de una niña expuesta en Consuegra.

El 14 de julio anterior, ante la muerte del médico titular, Manuel-María Guadilla, fue encargado provisionalmente de las cien familias pobres el de Barbolla, Leonardo Hernando. Pero renunció enseguida, siendo encargado nuevo el 19 de mayo el de Boceguillas, Eugenio Blanco Barrón.  El 15 de marzo del año siguiente, a Eugenio Vergara García, que en el siglo anterior había escrito una Topografía médica de Sepúlveda, se le agradeció el envío de un ejemplar de sus Datos para la topografía médica de San Salvador del Valle[84]. Entonces era médico del Hospital Minero vizcaíno de Matamoros. El 27 de septiembre se remitió al Gobernador la relación de los socios de La Benéfica Sepulvedana. Lo que nos deja estupefactos es el informe municipal al Gobernador, el 22 de noviembre de 1911, de no haber habido en el término ningún caso de embriaguez!


                                               Enseñar,  aprender,  representar

Al empezar el siglo ya estaban en la villa las que en 1901 el “Registro de Entrada de Documentos” llama Terciarias de San Francisco de Asís, y al año siguiente Franciscanas de la Divina Pastora, otra vez sencillamente Religiosas Franciscanas. En las cuentas arriba citadas a su colegio Nuestra Señora de la Peña se le subvencionaba con 300 pesetas[85], 250 a la maestra de párvulos, el resto del presupuesto 4.099’90 de material, 187’50 alquiler de edificios, y 49 de premios y subvenciones[86]. Una de aquellas religiosas, Sor Montserrat Durán, de Santiago de Compostela, pasó su vida en Sepúlveda, pasando por ella varias generaciones y llegando a la plenitud del reconocimiento colectivo. Madre Jacinta, nacida en Cuba, la seguía en popularidad.

Los días de exámenes se repartían dulces a los niños: 38 pesetas costaron al ayuntamiento en 1908 40 libras de confitura en la “Confitería y pastelería de Pedro Marugán. Dulces de todas clases. Galletas y demás artículos. Se reciben encargos para bodas y bautizos”, y en la Confitería de Ángel Estebaranz, 51’25 media libra de bombón napolitano y 38 de confitura también. El año siguiente se había ampliado tentadoramente el membrete del último: “Confitería, repostería y coloniales finos. Vinos, licores y refrescos. Se hacen ramilletes de encargo. Especialidad en tartas de dama, yemas y capuchinas sepulvedanas”. Francisco de Cossío habló de esas especialidades inimitables del lugar.

El 6 de julio de 1903 se aceptó la propuesta del maestro Luengo, de dar gratis en su escuela, los domingos a las once, lecciones de sistema métrico decimal[87]. El 27 de mayo, a su petición de costearle un viaje a Segovia para un certamen a celebrar en junio, se le concedió para seis u ocho alumnos de la clase pobre. El 15 de marzo de 1908, cumpliendo un real decreto, se reorganizó la Junta Local de Primera Enseñanza, integrándola los concejales De Antonio y Zorrilla Cristóbal, con el boticario Montalbán y el maestro Ángel Prieto[88]. El 24 de marzo del año siguiente, ante la destitución por el Rector de la Universidad Central de la maestra de niñas, Concepción Ruiz Noguera, se acordó pedir la supresión de esa escuela, “para dar mayor resplandor a las restantes, y evitar el triste espectáculo de encontrarse poco menos que desiertas las de niñas cuando van los concejales”, habiendo sido el estado del aprendizaje deficientísimo en los últimos exámenes, y traídas desde entonces preceptoras diferentes. Pero el 11 de julio se tomó nota de la denegación del Ministerio. Sin embargo el 2 de marzo de 1910 se contestó a la Junta Provincial de Instrucción Pública que los locales municipales estaban en buenas condiciones y no procedía construir otras escuelas.  Sepúlveda era el único pueblo de la provincia que no tenía fijado con los maestros que lo desearan un convenio de retribuciones escolares. Se acordó firmarlo el 17 de octubre de 1909, sirviendo de tipo la tercera parte del sueldo.

El Teatro estaba felizmente viviente. Era llevado por una sociedad arrendataria[89]. En la sesión de 8 de marzo de 1911 compareció Esteban Sanz, manifestando que, para dar una prueba de gratitud al ayuntamiento, por las deferencias que le guardaba como depositario de sus fondos, le donaba gratuitamente y para siempre jamás, el edificio del pósito, o ea la sede del Teatro que había pasado a llamarse Bretón de los Herreros, lo cual se le aceptó, autorizando al síndico para firmar la escritura[90].

Eran los tiempos no sólo de la escena sino también del libro de teatro. El 17 de abril de 1909 se estrenó en Salón Nacional El beso del amor, una comedia en un acto de Blandino Olgueras y J.García del Bosque, el primero de madre sepulvedana y padre de la cercana Cabezuela. En junio, Ríotaliso escribió en su ejemplar dedicado: “Amigo Blandino: Acabo de leer de un tirón tu preciosa comedia. Es un canto al amor, a la poesía y a la libertad, las tres canteras del arte puro y noble, y con sus cantos doradoa apedrear debemos todos los jóvenes al clericalismo, como tú lo haces donosamente en tu linda comedia. Sigue ese camino. Podrá ser menos lucrativo que el de Luis, pero es más honrado y más español. Te felicito por ser un escritor romántico de la clásica cepa española, casualidad rara hoy día, donde abundan tanto los escritores fútiles, glaucos y sin peinar”.[...] Blandino, como le llamamos los amigos, tiene una gran estatura, pero su corazón debe ser más grande todavía. Buena prueba de ello es su obra. Es una joya de romanticismo, sencilla y grande a la vez. Sencilla en su decir, y grande en su sentir de la vida, la poesía y la libertad, esas tres grandes canteras del arte. Rara vez han salido bloques- personajes- mejor cincelados que los de ella. Su arte es describere mores hominum. Pocas obras se ajustan tanto como ésta a este lema. Yo, sin ser crítico-Dios me libre de semejante enfermedad- creo que el que ha escrito la escena de El Ruiseñor Mensajero, es un poeta completo[91]”.

                                               A la sombra de la Benemérita

Para el municipio, la Guardia Civil era una leve carga[92], pero sobre todo una garantía de seguridad y en Sepúlveda hasta un motivo de orgullo, pues tener a su mando un capitán[93] en un lugar de vecindario tan escaso era y sigue siendo una excepción. El 13 de abril de 1910 se acordó `pagarle el alquiler de la casa, con tal de no exceder de 250 pesetas.

Una Real Orden de 23 de noviembre de 1903 reconocía a los miembros del Instituto la misma asistencia benéfico-sanitaria que a los pobres. El ayuntamiento tomó nota de ella, a la vez que acordaba, el día 12 siguiente, formar la lista de familias pobres con arreglo al Reglamento Benéfico-Sanitario de 14 de junio de 1891. Para cobrar los suministros a  la Guardia Civil y al Estado, había un apoderado en Segovia. Precisamente el día 11 del mismo mes se había firmado el contrato de arriendo para cuartel de una casa de María Zorrilla Arroyo[94]. La renta anual era de 400 pesetas, haciéndose cargo el ayuntamiento de 75. Los daños por temporales quedaban de cuenta de la dueña, como un blanqueo general en abril o mayo, y la limpieza de los pozos negros si se establecieran para mayor seguridad e higiene.

Las relaciones entre el ejército y la sociedad son un argumento constante de la historia, a la vez variado y con alguna permanencia, susceptibles aquéllas de brindar consecuencias yo diría que hasta filosóficas. Cualquier contacto entre la administración civil y la militar nos lo recuerda, aunque sea inocuo[95]. Como la sesión del 12 de abril de 1905, en la que se comisionó a tres concejales,  uno de ellos Barral, y nombró perito práctico a Leandro Monte Zorrilla, para el reconocimiento y la fijación de los mojones colindantes con El Villar, El Condado y Duratón, juntamente con la Brigada Obrera y Topográfica del Ejército de Tierra. El 25 de noviembre de 1906 se aceptó la propuesta del Coronel del Sexto Departamento de caballos Sementales del Estado de instalar en Sepúlveda una parada de los mismos. En 1907 estuvieron en la villa los jefes, oficiales y alumnos de la Academía de Caballería de Valladolid, municipalmente subvencionados[96]

                                               Comercio, industria

El 27 de mayo de 1904 se comunicaron al Inspector de Hacienda las altas de 10 tratantes de granos[97], 6 vendedores de comestibles, una tienda de ultramarinos y una abacería; 3 vendedores de tejidos, 2 de cordeles y otros efectos, 2 de cueros al pelo, 3 de vinos (uno de ellos en comisión), 2 fabricantes de embutidos, un tablajero fabricante de embutidos y vinos, 3 dueños de vacas de leche[98]un vendedor ambulante de especias, un fabricante de gaseosas, un especulador en granos[99], un tratante de lanas, un almacenista de carbón, un zapatero ambulante, el figonero Julián Antoranz y el café de Manuel Páramo. También un administrador de particulares. Ya sabemos que había más[100]. Constan las fábricas tituladas El Desengaño  y Trinidad sepulvedana.

Una de las profesiones desaparecidas es la de los viajantes. Yo recuerdo aún haber quienes les envidiaban por disfrutar continuamente de las comodidades y alimentación de las fondas! El 14 de agosto de 1904 se recibió una orden del Gobernardor a la alcaldía, de devolver a Diego Azpeitia y otros compañeros, “dependientes de comercio”, lo que se les había cobrado por arbitrio municipal, “como viajantes de comercio con muestras”. Se acordó rcurrir en alzada al Ministerio de la Gobernación[101].

El 25 de octubre de 1905 se envió una instancia al de Hacienda, pidiendo la exención de los derechos de consumos a los yeros y a las legumbres secas y sus harinas, lo cual se vino concediendo. El 13 de mayo del año siguiente, a propuesta de Bonilla, se acordó trelegrafiar al Presidente del Centro Castellano de Madrid y al Ministro de Fomento, protestando de la pretensión de los fabricantes de harinas de Barcelona de introducir trigos extranjeros libres de arancel. El 24 de julio, para asistir al Congreso Agrícola de León, en septiembre y octubre, se comisionó a los concejales Zorrilla García y el mismo Bonilla, y al vecino “abogado y propietario” Zorrilla Arroyo.

El tabernero Plácido Antoranz había pedido que en el fielato le marcaran las cubas de vino introducidas y la entrada de las especies después de la puesta del sol, dando el correspondiente aviso. El 9 de febrero de 1910 se accedió a esto último, pero no a lo primero, pues “la medición de los vinos que introduzca en cubas tiene que ser por cubicación y de ninguna manera por vacía, que no estando marcadas las cubas serán después de que se vendan o se devenguen medidas y marcadas con la cantidad que contengan”.

El 15 de marzo de 1911, el ayuntamiento “celoso siempre del bienestar de la población y deseoso de fomentar la riqueza del país, procurando atraer nuevos medios para la vida social”, acordó celebrar una feria de ganados del 29 de septiembre al 6 de octubre. Pero ninguna de esas tentativas prosperaron. En Turégano y Buitrago no albergaban temores de la competencia sepulvedana. El 26 de julio, para los cobertizos de los ganados que concurrieran, se acordó cortar los plantíos de propios que fueran necesarios. El 27 de septiembre se pidió al Gobernador fuerza para mantener el orden.

El 21 de octubre del año anterior se había accedido a una instancia de varios vecinos ganaderos pidiendo el deslinde y amojonamiento de todos los caminos y veredas para dejar libre paso a sus reses. El 18 de marzo de 1911 se comunicó al Visitador General de ganadería que ningún ganadero de Sepúlveda llevaba sus reses a Extremadura.

                                               Los regocijos públicos

En 1902 hubo toros de Sebastián Marcos, lidiados por Julián Fernández el Salamanqueño. En 1903, tres días de toros de  muerte y vacas de lidia, desde el 30 de agosto: De Lucilo Blanco, en Colmenar Viejo[102]fueron  cuatro toretes y algunas vacas,  de Francisco Santos un novillo y ocho vacas- seguimos la nomenclatura de los documentos-. Después de lidiadas, las vacas se dieron al torero Francisco Vázquez. El matador fue Isabelo Cañas, El Cartagenero[103].

La lidia fue en la Plaza hasta casi los tres primeros tercios del siglo. Habiendo encierro, el ganado pernoctaba en una dehesa cercana. Ese año se pagó por sus pastos a vecinos del Olmillo y Covachuelas. Tales circunstancias se hacen visibles en las partidas de gasto: cierre de la Plaza[104], su limpieza y alumbrado de acetileno; alquiler de cubas, arena y agua para su riego, salir a caballo a su despejo, arrastre de los toros muertos; viaje y honorarios del arquitecto provincial para su reconocimiento. Tocó la banda municipal dirigida por Salvador Serna, y del dulzainero Benito Serna fueron compañeros Julián del Barrio El Cojo y Eusebio de Frutos; Julián un personaje mítico, Eusebio su pintiparado sucesor. En 1908 ya figuran sólo Julián y compañeros. En 1904 y 1905 el ganado fue de Jose García, salmantino de Rollán; los lidiadores respectivos Julián Fernández y Anastasio Castillo, de cinco y seis toros.

El 13 de mayo de 1906, ante la inminente boda del rey Alfonso XIII[105], se acordó que el día 31 se cantara una salve en La Virgen[106] y que luego hubiera baile público, alternando las dulzainas del país y la banda municipal[107]. El 3 de junio siguiente se hizo ver que la situación económica no permitía tener toros, como el año anterior[108]. En compensación, la banda municipal tocaría desde entonces hasta el 8 de septiembre, en la Plaza, todos los días festivos, de nueve a doce. El 8 de julio se rechazó la petición de Manuel Páramo y otros “industriales” que insistían en su celebración tauromáquica, apoyados por los concejales Zorilla García, De Antonio y López.. Al fin el año siguiente se acordaron para los dos primeros días de septiembre dos corridas de diez vacas y dos toros de muerte, aunque a la postre parece que hubo seis, de Vicente Sanz, de Matapozuelos. No sólo era necesario el permiso del Gobernador, sino también el del Jefe de Obras Públicas para cerrar la Plaza. Para el pasado Corpus se había acordado que hubiese baile público en ella como de costumbre. En 1908 hubo cuatro toros y veinte vacas. En 1909 hay nueve sesiones que se limitan a reiterar el acuerdo de toros también y sólo sabemos que el ganado fue de Luis Hernández.

En 1901 el Gobernador aprobó el reglamento del Liceo Sepulvedano, una sociedad de baile. Otra anterior, Medio siglo, había dejado hacía tiempo de funcionar. De puertas adentro, Sepúlveda no tuvo nunca un casino duradero[109]. El 22 de noviembre de 1905 se comunicó al Gobernador que que no existía el llamado Nuevo Siglo. Sería interesante preguntarse comparativamente por los motivos de esa carencia. De la imprenta de Juan Casado salió en 1908 el Reglamento de la Sociedad “Recreo Sepulvedano”, una de sus tentativas, con sede en los números 28 y 29 bajo de la Plaza Mayor. Sus locales estaban destinados separadamente a “conversación, juegos lícitos, billar y gabinete de lectura”. Había una junta inspectora. “Las mesas de tresillo y análogas tendrán dos barajas, una nueva y otra usada. Cada mesa de tresillo pagará una peseta 20 céntimos, y 15 céntimos cada uno de los jugadores en los demás juegos, teniendo en este caso sólo derecho a una baraja usada. Sólo en el local destinado al efecto podrá jugarse con naipes. El precio de cada mesa de billar a palos será 5 céntimos de peseta de dìa y noche; en el carambolas y morito 75, y en el de 21, 31 y 41, cinco céntimos a cada uno de los que tomen parte”. Los socios tenían derecho a un periódico provincial; otro de la región como El Norte de Castilla¸ tres diarios de Madrid y dos semanales ilustrados como el Nuevo Mundo. El dueño de los locales, Gabriel García Maestro, se llama también socio-conserje. Salta a la vista su poco futuro[110].

Un capítulo imprescindible para la historia local de esos años es esa difusión de la prensa, no sólo política, sino tambien literaria y artística. Antes citamos las anotaciones de Ríotaliso en La Ilustración Moderna[111]. Lo fueron a creaciones plásticas variadas, tal Vestalina, una testa de estudio de Gabriel Max[112]; De él[113] de Tito Conti, a la vez En el restaurant de Francisco Gómez Sóller y Primer amor, de Karl Hoff[114]  
                                              
                                               Más allá del término

Ya nos han salido al paso el correo, el telégrafo[115], los caminos[116]. Por éstos ya van transitando las nuevas empresas para el correo y los viajeros  a Segovia,  Madrid y aledaños comarcales[117]. Pero los viandantes, los machos y los borriquillos, seguían por los caminos de herradura que ahorraban distancias. Tenemos a la vista este membrete del citado Esteban Sanz: y Sanz en 1911 “Comercio de tejidos y coloniales. Fábrica de chocolates. Diligencias-correos a Segovia. Servicio de ómnibus en combinación con el ferrocarril en Segovia. Camiones para transportes, landós, milores, berlinas y toda clase de carruajes para abonos y servicios especiales. Representante con don Joaquín Cruz de la Empresa Oliva en Segovia y La Granja. Se encarga de hacer pagos en Segovia[118]”. De esa empresa, cambiada de manos y después de una división hereditaria entre los nuevos dueños, salió la rama bautizada La Sepulvedana, indiscutiblemente la mayor difusión contemporánea del gentilicio, por sus líneas desde Madrid no sólo a Segovia sino a Andalucía y Extremadura[119] y servicios especiales por doquier.

El 27 de mayo de 1904 se informó que había en Sepúlveda cuatro carruajes de lujo[120], y tres días después se señalaron dos más. El 23 de abril de 1908 se acusó recibo al Gobernador del Reglamento de Coches Automóviles. Hay que recordar que la carretera de mediados del siglo anterior había transformado la topografía y repercutido en la cotidianidad[121]. Ya se estaba galopando hacia la movilidad de las gentes, las del interior también.

El 19 de julio de 1904 se subastaron las obras para trasladar Correos y Telégrafos a la casa municipal en la calle del Conde de Sepúlveda, por ser conveniente a los intereses del municipio. Pero el 5 de abril sucesivo se comunicó al Administrador de Correos de Segovia la imposibilidad de facilitar casa para oficina y vivienda del jefe, “con harto sentimiento de ser privada la corporación de lo que se indica”. El correo era vital, entre la necesidad y la ilusión; el telégrafo más bien un lujo, y uno de los pocos incentivos de prestigio que quedaban a la población, como la prisión de partido con su plantilla de funcionarios. El 5 de enero de 1910 se recibió copia de una instancia del oficial[122], José Pastor y Pablos, a la Dirección General de Correos y Telégrafos, pidiendo la definición (sic) de los ramos de Correos y Telégrafos en Sepúlveda, y comprometiéndose  a pagar los gastos de alquiler de la casa y oficina. El ayuntamiento accedió, por estimarlo beneficioso para la población. Es evidente la falta de claridad del texto. Se adivina alguna tensión entre funcionarios.

El 7 de octubre de 1903 se comisionó a los diputados Gil Asenjo y González Ligero para gestionar en la Diputación algunas modificaciones y prolongaciones al plan de caminos para comunicar mejor ciertos pueblos del partido con la capital[123]. El 19 de diciembre de 1909 se contestó al Ingeniero Jefe de Obras Públicas que no era posible cooperar a los tramos 1º y 2º de la carretera a Peñafiel. Pero el 11 de octubre de 1911 se autorizó a su contratista para ocupar el terreno de propios preciso para las obras[124].El 6 de julio de 1910 se pidió a la Diputación que, en su plan de caminos vecinales, el de Castroserna de Arriba a la carretera de Francia por Santa Marta y Duruelo fuera sustituido por el de Sepúlveda-Vellosillo-Perorrubio-Santa Marta-Casla, a la carretera de La Salceda a San Esteban de Gormaz.

El 13 de abril de 1910 el ayuntamiento lamentó carecer de medios para asistir al Congreso de Ciencias Administrativas de Bruselas. El 19 de diciembre de 1911 se envió al Gobernador el infome que había pedido la Delegación Regia de Turismo para la Cultura Popular.
                                  
                                               La Villa y la Tierra

Sólo incidentalmente nos hemos referido a la Comunidad de Villa y Tierra, que es otro argumento. En ella podían suscitarse conflictos con los mismos pueblos integrantes, por la frontera entre lo común a todos y lo privativo de cada uno. Más constantes eran con los pueblos y comunidades vecinas, sobre todo con el de Riaza, algo también con la de Fresno de Cantespino. Riaza tenía un derecho de aprovechamiento perpetuo, juntamente con la Comunidad propietaria, del monte “Los Comunes” inmediato a Riaza pero como hemos visto término de Sepúlveda. En esos años pretendió inscribir su copropiedad. El Tribunal Supremo falló en contra suya[125]. El primero de los resultandos invocaba la confirmación del Fuero por Alfonso VI el año 1076. La doctrina de esa sentencia, aunque sin nombres propios, figuraba en el Manual de Derecho Civil de Castán Tobeñas, el vademecum de generaciones de opositores. Pero sin tardar mucho también la Comunidad estimó más práctica una división del dominio y se llegó a ella.

Otra cuestión era el gobierno de la Comunidad misma, la representación de los pueblos integrantes y el deslinde de sus competencias. La Comunidad estaba dividida en ochavos. El 24 de octubre de 1916, reunidos en El Condado los alcaldes y secretarios de bastantes de sus pueblos, se dirigieron al Ministro de la Gobernación, en un escrito de un patetismo estridente y violento. A su juicio el régimen de ochaveros era tradicional, pero no estaba reglamentado y resultaba caprichoso, permitiendo una autonomía ilimitada sin dar conocimiento alguno de sus actos, un organismo político caciquil que disponía de unos fondos que eran de los municipios: “Tan absurdo en pleno siglo XX y en la nación española, donde se disfruta de un gobierno constitucional, que ampara por igual los derechos de todos, habiéndose desterrado los privilegios de castas de unas gentes sobre otras[126]”. El Gobierno Civil se dclaraba incompetente cuando se le pedía la aplicación de los artículos 80 y 81 de la Ley Municipal. Pedían que lo hiciera el Ministro después de oír al Consejo de Estado. Tras otra instancia al Gobernador, del alcalde de Cantalejo y otros, quejándose de la Junta Administrativa y su manera de administrar, el 10 de mayo de 1915 hubo una sesión extraordinaria de la misma[127].

Se recordó en ella que la institución tenía su origen en el Fuero del siglo XI, en que la cedieron todos sus términos, sometiéndolos a su jurisdicción y dominio, y facultándola para poder poblar y despoblar los lugares existentes dentro de esos límites, “que no son municipios, como equivocadamente se dice, sino lugares separados e independientes de lo que hoy se conoce por municipios, sujetos a la jurisdicción única de Sepúlveda, desde cuya fecha dicha Comunidad ha venido rigiéndose por una junta de nombramiento real[128]”, que así se llama la de Sepúlveda y los ochaveros representantes de los pueblos de la tierra. La Junta no se oponía a ser reglamentada a la moderna, pero siempre en armonía con el Fuero, “uno de los más importantes de España y elogiado por eminentes jurisconsultos, quienes le veneran como modelo de códices, y que en alguno de sus preceptos, como el derecho de troncalidad, ha sido incorporado a nuestra legislación moderna, el cual Fuero prohibe terminantemente formar ayuntamiento sin estar presentes todos los concejales de Sepúlveda y los cinco ochaveros de la Tierra, [...] porque no son municipios formados con arreglo a la Ley Municipal de los pueblos que la constituyen[129]”. La Junta reivindicaba su derecho exclusivo a la aprobación de las cuentas, y bastante la representación de los ochaveros, que eran independientes de ella. “Para demostrar la ignorancia” de los instantes alegaba “solamente que el origen de la Comunidad no proviene de ninguna pequeña república, conocida con este nombre en la antigüedad, según en la instancia se dice, sino que fue otorgada a los moradores de Sepúlveda y los pueblos de la tierra por su heroísmo en la defensa de los reyes de Castilla, a cuyo patrimonio pertenece, y no son cuarenta y nueve municipios además de Sepúlveda los que constituyen esta Comunidad sino bastantes más, todos independientes unos de otros y con iguales derechos, aunque no sean municipios[130]”.

En 1917, Riaza consiguió poner también a nombre de su ayuntamiento unas láminas e inscripciones que estaban a nombre suyo y de la Comunidad. Ello complicó las relaciones con la Comunidad de Fresno, que tenía derecho a su participación. El 6 de junio del año siguiente el Juzgado de Riaza condenó a Sepúlveda a entregar su parte proporcional a Fresno.

Para dilucidar la cuestión y las cuestiones, Sepúlveda acudió, desde 1906 hasta 1919, a letrados prestigiosos de Madrid en busca de sus dictámenes[131]. Fueron Matías Barrio y Mier[132] (1906), Cándido Casanueva y Gorjón, Lorenzo Barrio y Morayta y Manuel García Prieto (1916) y Julio Wais (1919). El dictamen de Barrio Mier coincide con la futura sentencia del Supremo. Ni Riaza ni Fresno podían pedir la división forzosa; ·si por acuerdo y conveniencia de las villas interesadas se hubiera de proceder a ella, ésta debería hacerse bajo bases equitativas y convenientes, teniendo en cuenta todos los derechos al efecto pertinentes”. Por el Fuero “se concedían a la villa todos los términos comprendidos dentro de los límites que allí se determinan [...]un acto de regia liberalidad que era un verdadero, auténtico, legítimo e indestructible título de dominio, que puede válidamente ostentarse para todos los efectos legales, tanto en los contratos administrativos como ante los tribunales de justicia, para defender la posesión y propiedad de los expresados terrenos”. Ese letrado era historiador del Derecho. Citaba “la norma general seguida entonces por los reyes, obispos, condes y señores, al otorgar los fueros, cartas-pueblas y otras concesiones semejantes[133][...] “Como las concesiones [a Riaza y Fresno], aun limitadas a esos aprovechamientos, eran en el fondo contrarias al derecho de Sepúlveda, y al estado posesorio constantemente favorable para dicha villa, no pueden jurídicamente interpretarse en forma extensiva, traspasando los límites de los respectivos documentos. En ninguna de ellas se dice, directa ni indirectamente, cosa alguna acerca de la propiedad, hablándose tan solo de los citados derechos, que no determinan una verdadera mancomunidad en cuanto al dominio del suelo, sino meras servidumbres rústicas [..]que lo sumo que pueden constituir es una participación en el usufructo de aquellos terrenos aplicables a las fincas que en dicha concesión se expresan, pero sin llegar nunca a la idea de condominio”.

A los demás letrados se les consultó sobre la proporción de los derechos de Fresno. Alfonso VIII había concedido el aprovechamiento a “los hombres” del mismo. Casanueva se pronunció por el número de habitantes[134]. Barrio y Morayta y García Prieto se inclinaban a ello, pero con dudas, haciendo valer los escasos antecedentes[135].

Casanueva dispensó a Sepúlveda sus honorarios[136]. Había sido juez allí. Después fue notario. Llegado a Ministro de Justicia en el bienio derechista de la República, a su influencia se debió la construcción del nuevo Grupo Escolar, acordada por su olega de gabinete y paisano Filiberto Villalobos.

                                               In angulo cum libro

El 11 de febrero de 1903, el ayuntamiento acordó que el donativo de libros que Javier Gil Becerril había enviado al alcalde pasara al encargado de la Biblioteca Popular, Pablo Alonso, para ser adicionados al catálogo. Enseguida, por renuncia suya, entró a desempeñar ese puesto el maestro Luengo, al que se acordó facilitar la cantidad consignada para material en el presupuesto, en la sesión del 6 de julio[137].

El 19 de diciembre de 1909, a propuesta de Zorrilla Cristóbal, se acordó adquirir veinticinco ejemplares de los Apuntes para la historia de Sepúlveda, del canónigo Horcajo, para distribuir entre los escolares pobres más aventajados en los exámenes. Pero la obra no llegó a publicarse. Dos meses antes se había comprado al Círculo de Bellas Artes de Madrid un “album artístico y literario[138]”. El año siguiente se compró al mismo Horcajo ese número de ejemplares con el mismo destino (=104 pesetas) de su Historia de la Virgen de la Peña.

Mas sobre aquella donación es ineludible volver. El segoviano Gil Becerril era el marido de la heredera del Condado de Sepúlveda, Biedma Oñate[139]. Su hijo José Gil de Biedma fue nombrado hijo adoptivo el 3 de abril de 1922. Entre los libros estaban los de la biblioteca de José de Oñate, el hijo premuerto del primer conde, miembro de la Sociedad de Bibliófilos Españoles[140]. Había bellas ediciones francesas[141], muestras tentadoras del arte de la encuadernación, curiosidades lujosas. Recordamos los soberbios infolios del Traité sur la cavalerie del conde Drummond de Melford, mariscal de campo y de los ejércitos del rey e inspector general de las tropas ligeras, impreso en París en 1786 por Guillaume Després, impresor ordinario del rey y del clero de Francia, en la rue Saint Jacques de París. El despliegue de sus grabados no sólo llegaba al relieve sino también al movimiento. Era más cinematográfico que gráfico. Merced a ese enriquecimiento, la oscura sala con ventanas a la Plaza del Trigo rotulada Biblioteca Popular se convirtió insospechada y recónditamente en un santuario escondido del libro.



                                                                       II                                                       
                                                                1912-1923

El día de año nuevo de 1912 se constituyó el nuevo ayuntamiento. Había sido reelegido y lo fue también como alcalde Pedro Abad[142]. Los demás concejales nuevos eran Julián de Miguel, Ambrosio Sánchez Tomás, Sergio Pascual Burgos y Pablo Román Molinero[143]. Volvió a serlo Miguel Barral, quien entró en la Comisión de Obras[144].

El 4 de febrero se decidió que las sesiones fueran a las once, pero en domingo. La novedad indicaba un cambio de criterio. Pero el 27 de septiembre de 1914 se volvió a los miércoles. Otra vez a los domingos a las once y media el 10 de marzo de 1915, hasta el 17 de julio en que se prefiririeron los miércoles a las siete de la tarde, a las seis desde el 13 de octubre. El 22 de marzo de 1915 el nuevo consistorio volvió a fijarlas los domingos, el 9 de septiembre del año siguiente los miércoles a las seis, en 1919 dos horas más tarde, a las siete en 1920 el 22 de agosto, pues el 3 de noviembre se volvió a las dominicales. El 25 de septiembre de 1921 a los miércoles, siete de la tarde otra vez, medida anulada el 28 de diciembre. En la República la discusión en torno a este extremo fue agria y enconada, uno de los episodios duros de la conflictividad, pues la mayoría de derechas optaba por las horas y días en que la concurrencia de los trabajadores no fuera apenas posible. En estos años de la Restauración creemos tratarse de preferencias meramente internas, aunque cada parte tenaz en su defensa por motivos particulares. Las cañas no se habían tornado lanzas y las críticas tenían cierto aire casero, como aquella copla: “No sé, madre, lo que tiene/ la casa de ayuntamiento,/ que cuando se va un alcalde/ se va con gran sentimiento”. Entonces se cantaban en Sepúlveda unas coplas en forma interrogativa cuyo argumento eran retratos de políticos nacionales. Llevaban un estrambote que replicaba: “¡Qué animal./ Discurres lo mismo que un municipal”. El personaje de una de ellas, Canalejas, fue asesinado en 1912 precisamente: “¿Quién es ése/ que presume de demócrata y ateo/ y en cambio si se halla un cura/ no es capaz de hacerle un feo?/ Es señor que tiene muchas campanillas/ y que por las calles sigue a las chiquillas,/ que tiene cepillos en lugar de cejas./ ¿Quién es ése? / Canalejas”.

Enseguida se fueron sucediendo en los acuerdos de las sesiones los hitos de la vida continua: el 21 de enero se desestimó la instancia de tres vecinos opuestos a la venta libre de la sal común, con tres votos en contra favorables a su depósito administrativo. Conde opinó en ese sentido que el sistema vigente facilitaba la defaudación de los intereses municipales y de la Hacienda. Cuando se fijó la tarifa de 1’50 el quintal hubo dos votos en contra y el de Conde en blanco. El 3 de mayo se dice al Presidente de la Comunidad de Pedraza estar ya extendido el libramiento por el alquiler allí de la cárcel de tránsito; el 30 de agosto al juez municipal que no existía depósito municipal para el cumplimiento de las penas de arresto menor Y de las cosas que se renuevan y pasan continuamente, las llamadas a permanecer aunque no se están por encima del tiempo: El día 28 se acordó eliminar un vertedero de aguas sucias en Sopeña, el 25 de febrero arreglar los desperfectos causados por los últimos temporales en los edificios municipales, el 14 de abril pase a comisión de la instancia de unos vecinos de San Esteban de arreglo del muro de la bajada, “para evitar cualquier accidente desgraciado que pudiera ocurrir a los transeúntes”, el día 23 veda de Los Ortigales prohibiendo entrar a los ganados hasta el día de San Juan[145]. Las piedras, las hierbas, las aguas, el marco de la habitación humana. La cotidianidad de un lugar que posibilita una óptica universal mediante una trasposición de las contingencias. “La manga de riego, que aquí no llega”. Más que una canción era un sonsonete infantil. Pero a estas alturas de un tiempo tan diverso, nos evoca una estampa reveladora de ese otro definitivamente ido. El 23 de abril se acordó desplazar un poco la boca de riego de la Plaza. Estaba entre las casas del concejal Gozalo y Regina Mata, llegando a inundar el sótano de aquél. Se cambió al espacio entre su esquina y el guarda-ruedas primero de la misma Fuente. Manteca de caballo se usaba para las mangas.  

Al cabo de un año tenían que cesar cinco concejales, y uno de ellos por sorteo, pues en la renovación anterior cuatro habían sido elegidos por vacantes ordinarias y uno extra. La bola negra tocó a De Miguel. Pero volvió a salir[146]. Los otros concejales nuevos fueron José de la Plaza González, Felipe Velasco Cristóbal y Vicente López Antona. Pasó a ser alcalde el comerciante de la Plaza Hilario Gozalo de Dios.

1914 no fue un año corriente. En Sepúlveda no podían darse cuenta de lo terrible del estado de cosas, y mucho menos de sus consecuencias, cuando el día 27 de septiembre, siendo todavía una novedad la tragedia, el ayuntamiento acordó telegrafiar al Presidente del Consejo de Ministros felicitándole por la política de neutralidad. Andando los años siguientes cantarían las colegialas de la Divina Pastora: España dando gracias/ en este novenario/ entona ante el sagrario/ sus cánticos de paz[147]. Tampoco había de olvidarse en Sepúlveda el año 1918. Y no precisamente, como veremos, por el detalle de que, en la sesión del 7 de abril, se tomó nota del decreto de la Presidencia adelantando  una hora desde el día 15. Mediada la carnicería humana, el 14 de mayo de 1916, el ayuntamiento acordó otra vez dirigirse al Presidente, para apoyar la petición del consistorio de Lemona, de la Gran Cruz de Beneficencia para el rey Alfonso XIII,”por su gestión humanitaria para conseguir librar de la muerte y cautiverio a varios infelices con motivo de la guerra”.

El ayuntamiento de 1916, continuando Gozalo en la alcaldía, le integraban De Miguel y Barral, que eran el primero y el segundo tenientes, Ignacio Antón García, De la Plaza González, Justo de la Serna y de Mazas, Antonio Albarrán[148], Juan Burgaleta Vargas, Felipe Velasco Cristóbal y López Antona. En 1918 fue reelegido Gozalo, por seis votos contra cuatro a favor de Justo de la Serna.  José-María Zorrilla y Barral fueron los tenientes 1º y 2º; regidor y suplente Antón y Burgaleta, e interventor Severiano Monte Arranz. Los demás concejales, Albarrán, Ángel Linage Arias[149], y Juan Onrubia Arranz. En 1920, por falta de mayoría absoluta De la Plaza y Barral fueron los tenientes 1º y 2º, interinos al no haber habido mayoría absoluta; síndico y suplente Cristóbal López y Justo Mantecón Cristóbal. Los demás concejales los mismos Zorrilla, Linage y Onrubia, Pablo Román y Laureano Monte Arranz. En 1922 quedó constituido el último consistorio anterior a la Dictadura. Seguían los mismos alcalde, tenientes, regidor y suplente; inerventor era Pablo Román. Los demás concejales Manuel Gil Martínez, Cirilo Barrio, Barral, Eulogio Calleja Mansillla y Tomás Alonso Gómez.

En 1912, en el padrón aparecieron 598 vecinos, con 2.150 habitantes. Se había reducido mucho la diferencia entre las mujeres y los hombres, 1.088 y 1.062[150]. Los años sucesivos hasta 1918, 600 vecinos y 2.126 habitantes (=1.100 y 1.026), 580 y 2.079, (=1.056 y 1.023), 2.026 (=1.018 y 1.008), 556 y 1.990 (=1.009 y 981), 569 y 2.003 (=1.023 y 980), 552 y 2.022 (=1.070 y 952). En la sesión del 9 de julio de 1922 el ayuntamiento protestó contra un artículo firmado dos días antes por Lucio Álvarez en El Adelantado de Segovia[151].  

El presupuesto de 1912 fue de 51.418’35 pesetas[152]. Sucesivamente 50.696’85, 47.622’46, 47.791’86, 42.157’50, 42.727’50, 47.625’25, 47.912’04, 42.294’04, 43.253’05, y 43.080’60 .

Por lo menos en la Administración Central, hasta la Ley de Funcionarios, uno de los tipos humanos de la época, al vaivén de los cambios de partido gobernante, era el cesante. Nada hemos encontrado equivalente en los avatares de la muy reducida plantilla municipal sepulvedana. El 12 de mayo de 1912 se dieron dos meses de licencia al secretario Mariano de Frutos Revilla por enfermedad de la vista. El 6 de noviembre, ausente aún, se discutió su situación. El alcalde recordó que se había ido sin permiso varias veces. Conde Lozoya opinó que era nulo el pago de su sueldo mientras no ejerciera. Se alegó en contra que su hijo Ángel ayudaba en la secretaría. Hubo empate y el alcalde adoptó la propuesta de Conde. El 24 de junio de 1917, fallecido dos días antes, se le elogió como “funcionario probo, competente y laborioso, de condiciones excepcionales y brillante comportamiento”, concediéndole gratis sepultura perpetua en la de su hijo Alejandro y nombrando a Ángel interino. La vacante se anunció con 2.000 pesetas de sueldo por trimestres vencidos. El 12 de diciembre dimitó Ángel “por lo complejo de los numerosos servicios encomendados, diversidad de los conocimientos administrativos y de derecho exigidos, y temores de que a pesar de ello podrìa incurrir en algún error u omisión”. Fue nombrado el abogado vecino de la villa Luis Sánchez de Toledo y Ruiz Zorrilla.

El 29 de marzo de 1914, por defunción de Ángel López Revilla, fue nombrado alguacil interino el licenciado del ejército Santos Sebastián Revilla. Los concejales Abad y Román votaron por la supresión de la plaza, por el poco servicio a su cargo y la precariedad de la hacienda[153]. El 22 de enero de 1922, habiéndose ausentado sin permiso por segunda vez, se le destituyó y fue nombrado Eusebio de Frutos[154]. El 17 de diciembre de 1922 se despidió el portero, Pedro López Gil, por su avanzada edad y luego de cuarenta años de servicios. Se le dieron tres meses de permiso con sueldo íntegro y una pensión de 300 pesetas anuales. El 28 de julio de 1915 dimitió Luis Revilla de Jefe de la Administración de Consumos o sea Administrador de Consumos y Arbitrios, siendo sustituido interinamente por el maestro Alejandro Cristóbal González[155]. Dos años antes, se había subido a Revilla el sueldo a 2’50; a su otra peticiòn, de descanso de una tarde, se acordó que el alcalde le concediera las horas de reposo compatibles con el servicio.

En la sesión del 18 de agosto se dio cuenta de la muerte del depositario Esteban Sanz. Le elogió el alcalde y se hizo constar en acta el sentimiento corporativo: “Teniendo en cuenta los relevantes servicos prestados, y deseando aliviar en lo posible la situación de su viuda doña Eulalia Velasco Amatriain, percibiendo ésta en calidad de lutos la cantidad que cobraba su  marido hasta finalizar el corriente año, se acordó por unanimidad nombrar Depositario interino de los Fondos Municipales a su hijo político don Matías Conde Lozoya, quien desempeñará el cargo con tal carácter por el tiempo expresado[156]”. En un papel suelto se anotó la petición de los hijos, para cobrar una posible pensión, de informarse de sus años de servicio. Se añadió que ya ejercía el cargo en 1905. El 10 de diciembre se votó el nombramiento definitivo, siendo elegido Conde[157]. Éste dimitió el 7 de abril de 1918, pues “por su estado de salud no podía atender el cargo con la asiduidad requerida”. Se acordó que desempeñara el menester gratis un concejal. En 1920 éste era Juan Burgaleta, pero al cesar de edil, se proveyó en él la plaza de depositario formalmente.

El 6 de septiembre de 1914 se había contestado a la invitación del alcalde de Segovia para una asamblea previa a la de todos los municipios de España que tendría lugar el día 13, sobre la reforma de las haciendas locales. No era posible enviar un representante, pero se proponía el restablecimiento completo del impuesto de consumos según el Reglamento de 11 de octubre de 1888. Estos contactos entre los municipios del país, que se planteaban de una manera seriamente inconformista la problemática del règimen local sin más, nos hacen pensar en el sistema político establecido. La alternancia de los partidos que fue la armadura de la España de la Restauración no implicaba diferencias sustanciales de régimen. Se trataba de coaliciones de intereses varios. Podía haber diferencias de repercusión considerable en unos y otros, pero nada más. Se me viene a las mientes la ingenua pregunta de un condíscipulo en la Universidad de Valencia al profesor Juan Reglá: ¿Los votantes de cada partido estaban convencidos de que iba a resolver los problemas de España[158]?. Otro de los políticos que tenía su copla era La Cierva: “¿Quién es ése/ que al cerrojo/ ha tomado tanto empeño/ y ha llegado a echar la llave/ donde está su ministerio?/ Que los telegramas mutila a montones/ y que causa risa con sus pantalones,/ y que de paisanos trajo una caterva./ ?Quién es ése?/ Pues La Cierva”.

El 28 de octubre de 1915 se recibió una carta del alcalde de Burgos pidiendo la adhesión a su petición al Gobierno, ante la angustiosa situación económica municipal, de la misma ayuda que daba a los ayuntamientos de otras regiones. Sepúlveda se adhirió, aunque ya había hecho la misma petición, la cual no hemos encontrado. En cuanto al encabezamiento por consumos a cargo del mismo ayuntamiento, en 1917 se aceptó la oferta de un vecino de Madrid, Diego Panja, de gestionar su rebaja, mediante una bonificación del 25%. El l6 de enero de 1918 se comunicó una resolución gubernativa concediéndola. En vista de la precariedad de la situación económica, y teniendo en cuenta que era ese impuesto de consumos la principal fuente de ingresos, se acordó “extremar la vigilancia, celebrando juicio administrativo a los contraventores, graduar el vino al tiempo de hacer el aforo para evitar fraudes y contrabando, y en general adoptar las medidas de rigor que fueran necesarias”. El día 20 se encargó que extremaran la vigilancia a los serenos. Y de nuevo el 20 de enero de 1918, precisándoles el horario, de once a una. El 21 de enero de 1920, a la pregunta del concejal Linage, de si era imponible el jabón elaborado por los particulares, se hizo ver que según la Ley de 16 de junio de 1885 no era legal si lo estaban las primeras materias. El 28 de noviembre a  propósito de unos acuerdos de los ayuntamientos de la provincia de Salamanca, motivadores ya de comunicaciones a ellos de todo el país, en torno a la supresión proyectada para el año económico ya de la totalidad del impuesto de consumos, se acordó que los estudiara el secretario, quien el 5 de diciembre tenía terminada su tarea. El 12 de noviembre del año siguiente se contestó afirmativamente  al alcalde de Segovia que había instado la adhesión a las propuestas salmantinas. El 5 de febrero  se había hecho ver en la sesión que la supresión se compensaba con los arbitrios sobre las carnes frescas y saladas y el vino y sus alcoholes. En la sesión del 9 de abril se acordó pagar varias deudas del ayuntamiento, estimulado a ello por la Diputación. Lo mismo se hizo el 9 de abril de 1922 a instancias del depositario[159]. El 24 de mayo, ante la falta de postores para los arbitrios, se tuvo que acordar llevarlos por administración, con un administrador y dos vigilantes.

En la sesión del 30 de junio de 1918, ante una reciente circular sobre Subsistencias Públicas y una orden de la Comisaría General de Abastecimientos, se constituyó una junta de comisionados[160], pero exigiendo sus funciones una dedicación plena y no habiendo cantidad consignada para ello en el presupuesto, se pidió al Gobernador que informara de su retribución y a cargo de quién. El 16 de marzo, la corporación nombró a propuesta del alcalde una junta de composición distinta, de Subsistencias que se llamaba: cinco mayores contribuyentes y cinco de la clase obrera, éstos algo retribuidos. El 7 de juniose transmitió al Gobernador la queja de los tenedores de trigo, perjudicados al no haberse hecho el Gobierno cargo de la cantidad ofertada[161]. La Junta de Reformas Sociales se había constituido en Sepúlveda con retraso y tras varias tentativas. El 12 de enero de 1919, al cabo de unos años, se informó al Inspector de Trabajo que no funcionaba[162].

El 24 de septiembre, a propuesta de Zorrilla, se acordó pedir a los “tenedores” de trigo que reservaran una décima parte para que el ayuntamiento se lo comprara al precio de tasa, evitando así el riesgo de desabastecimiento de la villa. Sobre ese extremo hay algunas vicisitudes posteriores[163]. El comerciante Abad de la Serna había recibido una partida de aceite para distribuir entre el vecindario, pero sin concretar litros ni precio; ante ello se acordó oficiar al Gobernador. Mientras tanto había quejas vecinales de venderse pescado no fresco, leche con agua y pan falto de su peso[164]. Se acordó que extremara su celo el Inspector de Carnes. El 20 de febrero hubo una multa de 15 pesetas a un lechero, y de 5 a otros cuatro y a cuatro panaderos, y al que tuvo mayor falta de peso, Alejandro de Diego, se le repartió el pan entre las viudas pobres. El 6 de marzo se dio un bando fijando el precio de los artículos de primera necesidad.

El 29 de junio de 1913 se había denegado la propuesta de Tirso López, Isidoro Ponce, Pantaleón Velasco y otros, de arriendo del antiguo fielato en la Plaza para venta de frutas y otros artículos, “por los muchos inconvenientes que había de ofrecer en la práctica”. El 26 de noviembre se acordó prorrogar el arriendo de los siete cuartos de las carnicerías; el 10 de diciembre subastar el arriendo de los dos cobertizos que se habían construido en la Plaza Nueva de San Gil, con la obligación de cubrirlos de teja y por sus costados con tabla amachambrada. El 19 de abril del año siguiente se sacó a subasta el arriendo de la cerca de Santo Domingo. Eran las migajas que quedaban de los expoliados bienes de propios.

El 2 de agosto del mismo 1914, el Jefe de la que se llama en el acuerdo Prisión Preventiva, Guillermo Provencio Herrero, pidió la separación de la misma de otros locales del municipio “que hoy están confundidos con ella”. Se acordó trasladar el depósito municipal que había dentro a la habitación a mano izquierda entrando en el llamado Registro. En abril de 1918 se acordó adquirir los Comentarios a la Ley de Reclutamiento de Ramón Pastor Rodríguez. Esta era la otra vertiente, hay que repetirlo, la de las cargas centrales que recaían sobre los entes locales.

Damos estos pormenores porque permiten hacerse una composición de lugar del estado económico municipal tras de la desamortización de sus bienes y la asunción forzosa de gravámenes ajenos, pero no de competencias,  ello dentro de una carencia de autonomía agobiante. El 17 de septiembre de 1916 se acordó pedir permiso al Gobierno para vender una lámina de la Deuda Pública al 4% (=62.290) en equivalencia de los bienes municipales enajenados por el Estado, para obras urgentes. En abril del año siguiente se acordó vender otra lámina, pues había que reedificar la capilla del cementerio y reparar los edificios anejos, reformar las escuelas y viviendas de los maestros, y en un salón municipal de la calle de Santa María pensar por lo menos en un posible cuartel y vivienda del capitán, cuyo alquiler resultaba gravoso[165].

En marzo de 1918 Sepúlveda se adhirió a la propuesta del alcalde de Santa María de Nieva de pedir que se instalaran en las cabezas de partido las oficinas del Catastro. El 11 de septiembre se acordó convocar a los sesenta y tres pueblos del partido, para continuar la protesta contra la elevación del contingente provincial, del 18 al 26’80%, medida que “haría imposible su vida”. Pero la Diputación no rectificó, aunque prometió hacerlo al año siguiente, por ser menor el tipo contributivo. Ante ello se la pidió moratoria. El 8 de diciembre de 1918 se acordó adherirse a las conclusiones de la Asamblea de las Diputaciones Castellanas y Leonesas en Burgos, lo que se comunicó a Gil Becerril, como decano de los representantes en Cortes, para que lo hiciera saber a los demás.

La que sí estaba puesta en razón era la competencia municipal sobre la muerte y los muertos del lugar. El 17 de diciembre de 1918 se modificó el Reglamento del cementerio. Las sepulturas perpetuas pagarían 250 pesetas; las temporales 65 de una vez y 7 cada año sucesivo; las de los párvulos 60 , 15 y 1 una pesetas respectivamente. El enterramiento con caja en la fosa general, a 3 o 6 pesetas.

El 31 de diciembre del año siguiente se creó el impuesto de perros, tres pesetas anuales, y se obligó a que llevaran bozal metálico para poder circular. Mordidas varias personas por uno rabioso, el 17 de diciembre de 1922 se reiteró la exigencia del bozal, pero admitiendo su sustitución por un cordel.

En la sesión de 22 de marzo de 1922, previo informe del concejal Linage, se aceptò la propuesta del cantero Juan López de arriendo para su taller de la llamada Plaza de la Violeta,  por cuatro años a 50 pesetas. Abandonado la idea de dedicar ese espacio a aparcamiento de las caballerías los días de mercado, este destino, al servicio de la piedra, fue el primero digno de su pétrea construcción y noble prestancia. Aunque no era una ocupación total. El 3 de diciembre se accedió a la petición de La Castellana, Sociedad de Automóviles, de hacer un cobertizo allí para guardar los coches de servicio a Madrid, siendo gratuito en el primer año[166].

El 27 de julio de 1919, ante la frecuencia de escándalos en la vía pública, a altas horas de la noche, se decretó que los establecimientos de venta de bebidas espiritosas cerraran a las doce. Cuando dos años después el sereno Esteban Ortiz Cristóbal causó lesiones al vecino José Martín Cristóbal, el ayuntamiento manifestó. en la sesión del 16 de enero, que lo había hecho cumpliendo su deber y en defensa de los intereses y la tranquilidad del vecindario, acordando abonarle los gastos del proceso si no excedían de 500 pesetas.
El 29 de mayo de 1921 el Juez de Instrucción pasó al ayuntamiento los oficios que se habían cruzado entre él y el capitán con motivo de un incidente en la procesión del corpus. La corporación se dio por satisfecha de la terminación de la cuestión, y ofreció su cooperación al juez para la mejor aplicación de la ley. Pero se trataba de un juez recién llegado. El anterior había sido trasladado al llegar a insostenibles sus malas relaciones con el ayuntamiento.

Al apelar como procurador el concejal Cristóbal López, presentó en el Juzgado un dictamen médico sobre las lesiones de su representado, un vecino de Aldeonsancho. Entonces el juez le acusó de desacato y le detuvo e incomunicó. Se incoó un sumario por falsedad, que luego fue rectificado. El ayuntamienro protestó al presidente y el fiscal de la audiencia y al ministro y en carta al  teniente de alcalde en funciones de alcalde declaró enemigo al juez, achacando las medidas de éste a su enemistad con la corporación. El alcalde se desplazó a Madrid  en unión del vecino Manuel Conde para gestionar la queja al ministro, siendo acompañados continuamente por los representantes en Cortes Gil Becerril y su hijo Gil de Biedma, y Matesanz. En este extraño episodio no podemos ver ninguna ejemplificación de cualquier aspecto de la situación imperante. Los jueces de aquel tiempo eran casi anónimos, graves y aislados de toda publicidad, con una delimitación de competencias estricta e independiente[167]. Los hechos relatados no pueden atribuirse sino a un talante personal de su protagonista.

El 14 de abril de 1918 se acordó contribuir con 25 pesetas al llamamiento de personalidades de Burgos en favor de los vecinos de Huerta del Rey, víctimas de un voraz incendio. El 9 de junio, con 7’50, a instancia del alcalde de Cartagena, al monumento a Isaac Peral. En cambio cinco años antes, por la precariedad consabida, no se había podido contribuir al monumento en Segovia a Juan Bravo. El 27 de octubre de 1920 se enviaron 100 pesetas, a petición del ayuntamiento de Huelva, para remediar la angustiosa situación de los hijos de los obreros huelguistas de Río Tinto. El 8 de agosto del año siguiente se contribuyó con 10 pesetas al monumento erigido por el ayuntamiento de Bailén a sus héroes. El 13 de agosto de 1922, desde San Sebastián, el presidente electo de Argentina, Alvear, agradeció su felicitación al ayuntamiento. Este último detalle nos recuerda el inmenso prestigio que tenía entonces acá el paìs austral, todavía vivo el recuerdo esplendoroso del centenario de la independencia en 1910, y la obra m,onumental de Blasco Ibáñez, La Argentina y sus grandezas.

Declarada obligatoria la Fiesta del Árbol, por Real Orden de 5 de enero de 1915, se había acordado celebrarla en Sepúlveda el 23 de febrero, para lo que se pidieron 40 plantas al Jefe de Obras Públicas[168]. Declarada Fiesta de la Raza el 12 de octubre, el 11 de septiembre de 1918 se acordó izar ese día la bandera, “honrando de esta manera los nombres de Cristóbal Colón e Isabel la Católica”.

¿Por qué, en 1913, el Jefe de Obras Públicas envió al ayuntamiento el mapa de la “zona de influencia” de España en Marruecos? El 11 de septiembre de 1921 se recibieron las gracias del Presidente de la Delegación de la Cruz Roja en Segovia, por las 1.500 pesetas enviadas para los soldados heridos y enfermos de la provincia, y se acordó contribuir con 25 pesetas al aguinaldo del soldado[169]. En 1912 se dieron 12’50 para las familias de los guardias civiles asesinados en Barcelona. En la sesión del 12 de noviembre de 1922 se acordó por unanimidad telegrafiar  al teniente coronel del Tercio, José Milán Astray, felicitándole por “su patriótica actitud frente a la acción disolvente de las Juntas de Defensa de Infantería, y declarar que, si ya no fuera benemérito de la patria, por haber salvado su honor, en unión del llorado González Tablas, este nuevo hecho le haría merecedor de la gratitud de España, mientras que a las juntas les faltaba la asistencia popular, puesta al lado de quienes habían sabido interpretar el sentir de la nación”. El gesto y el tono denotan una cierta novedad en la sensibilidad polìtica. Y es posible ver en él y la situación motivadora la crisis a las puertas de la Restauración misma. Notemos que se trata de una manifestación hecha por un poder civil, desde unlugar apartado, a propósito de una cuestión en principio interna de la milicia. Y de una manera en principio tan estridente como enviar una felicitación de alcance nacional por su contenido a quien en el escalafón de las armas era un simple teniente coronel.

En 1918 aparece por primera vez noticia en el archivo de la máquina de escribir. La nueva merece consignarse aparte. Era otra época, que acaso se pensaba iba a durar más.

                                               La Sepúlveda sacra

El 14 de enero de 1912 se negó al párroco la ayuda que había pedido para la refundición de las campanas de San Justo y Santiago. El 10 de marzo se le encargó la predicación de la semana santa. Hacía una década que no aparecía este acuerdo en las actas. Pero hay que entender que tuvo lugar sin solución de continuidad. En otro caso ese silencio habría sido imposible. Ello nos hace ver que, aunque se vivía en la plenitud burocrática de la omnipresencia de la constancia impresa[170] y el rigor contable, la convivencia continua en un recinto reducido llevaba a veces a soluciones orales, para cuyo encuadramiento había después remedio. Eran los días del gran culto latino, aunque no se intuya del laconismo contable de su huella en el archivo: siete pesetas por la misa con asistencia de ministros, de tres curas en el lenguaje corriente,  en la Virgen de la Peña el día de la Inmaculada[171].

El 23 de abril la corporación hizo constar su sentimiento por la muerte, en León donde tenía su canongía, del erudito sacerdote sepulvedano Eulogio Horcajo, “que ha dejado una cantidad importante para sostener en esta villa un preceptor de Latinidad”. El proyecto era el establecimiento allí de los estudios iniciales de los futuros seminaristas.  El 18 de julio de 1915, teniendo noticia de que la cantidad dejada en las arcas diocesanas era de 30.000 pesetas, para que “recibieran instrucción los hijos de esta villa”, se acordó dirigirse al obispo para que, lo antes posible, se nombrara una persona encargada. El prelado acusó recibo.

La Preceptoría se inauguró el 1 de diciembre de 1915. En la sesión de la misma fecha, el ayuntamieno, “deseando perpetuar la memoria de don Eulogio, y darle una prueba de cariño y gratitud, por su generosa fundación en beneficio de los hijos de esta población, y seguro de interpretar acertadamente los sentimientos del vecindario”, le declaró “hijo predilecto y Cronista de la Villa, y dar su nombre a la plazuela donde está situada la casa destinada a dicha preceptoría”. A propósito de ésta, cuando llegó la hora de su liquidación, pues la duración fue efímera, se habló en la curia diocesana de la universidad que don Eulogio había soñado en su pueblo natal. 

En la sesión  del 9 de septiembre de 1915, ante el anuncio transmitido por el arcipreste Liras de la visita pastoral, a las seis de la tarde del día 13, del obispo Remigio Gandasegui y Garrochátegui, se acordó salir a esperarle con los maceros y la música, “haciéndole después un obsequio adecuado a su alta jerarquía”. Se queda sin saciar nuestra curiosidad de cuál fue. Sí sabemos que a las confiterías de Ángel Estebaranz y Gabriel García se pagaron 24’50 y 21’25 por los dulces y sidra del ágape que se tuvo[172].  Lo que también nos consta es una concesión de indulgencias por él suscrita allí mismo[173], cincuenta días de ellas a los fieles que rezaran ante la imagen de la Virgen de la Peña, tres avemarías, una salve u otra oración aprobada por la Iglesia, rogando  a Dios “por la exaltación y fomento de ella, extirpación de las herejías, paz y concordia entre los príncipes cristianos, conversión de los pecadores y demás fines piadosos establecidos[174]”. El 17 de diciembre de 1918 se contribuyó con 10 pesetas a la suscripción para regalar al prelado las insignias de la Cruz de Beneficencia.

Algunas de las cofradías sepulvedanas tenían una índole predominantemente funeraria[175]. Hasta la construcción de los cementerios municipalizados, eran decisivas para las tareas materiales del traslado de los cadáveres y la excavación de las sepulturas. Éste último cometido ya no era preciso, pero el primero no estaba del todo tramontado. Su acompañamiento ritual estaba muy prestigiado. Gil Becerril había proyectado regalar a esas hermandades un coche fúnebre. Pero ante las circunstancias sobrevenidas estimó más oportuno dedicar su donativo a la reconstrucción de la capilla del cementerio. Se le aceptó por el ayuntamiento, convocando éste, en la sesión de 22 de junio de 1919, al párroco, para que se lo transmitiera a los alcaldes y mayordomos de las hermandades concernidas.
                                                       Agua y luz

Ya se gozaba de la electricidad. Se van mencionanando en la correspondencia los arcos voltaicos, las lámparas y su potencia en leyden, los ineludibles focos en el carnaval y las demás fiestas.Se estimaba lo preciado del bien. El 16 de junio de 1912, Agapito de la Cruz y otros vecinos de la calle de Tetuán, la de los soportales paralelos a la Plaza, pidieron un farol en ella, por su completa oscuridad que la tenía convertida en un urinario. Se les concedió, pero trasladando para ello uno de los dos que tenía la carnicería municipal. No menos se valoraba el agua ya corriente. El 19 de abril de 1914 se decidió trasladar la fuente de la calle de San Justo a otro sitio “donde quede en lo posible remediado el mal denunciado”, el de su congelación durante la mayor parte del invierno que algunos vecinos habían puesto de manifiesto.

En la sesión del 12 de diciembre de 1917 el concejal Albarrán protestó de la inclusión en el presupuesto de 2.000 pesetas para la sociedad destinataria de esos oficios, Ruiz Zorrilla, “por prestar la fuerza y elevar las aguas desde la Casa de la bomba, [la Casa de Máquinas de que dijimos], pues entiende es obligación suya hacerlo gratuitamente, salvo por el alumbrado público que es otro concepto”. Las relaciones con esa empresa suscitaron de vez en cuando problemas, algo natural por otra parte. Pero sustituirla era quimérico. Al año siguiente se consiguió del Gobernador que se exceptuara de subasta la prórroga de su contrato, con arreglo a los artículos 36 y 37 del Decreto de 4 de enero de 1883.

El 13 de octubre de 1921 se dio cuenta de una avería en la bomba que elevaba el agua, y el 16 de noviembre se agradecían a Zorrilla Cristóbal sus gestiones con los Talleres Gabilondo para arreglarla en Valladolid. Pero después de la reparación seguía preocupando. En la sesión de 9 de abril de 1922 se expresaron los temores de que no fuera bastante para la elevación necesitada, tenía menos potencia que antes. Se sugirió comprar otra y de momento se acordó pedir informes a las casas fabricantes. El 18 de junio se acordó comprarla en Madrid a Pablo Jenker, por 1.271 pesetas.

La sesión del 21 de mayo de 1920 nos suena a un heraldo de alegrías tan rumbosas como hasta no hacía mucho insospechadas. Se acordó crear una comisión para examinar las solicitudes de los propietarios que pidieran en sus casas el agua corriente, previo el estudio de las cañerías que atravesaban la población.

Eran unos desposorios con la modernidad. Pero sólo cuando llegaba la llamada a la fantasía endulzaban la preocupación constante por la decadencia del pueblo. Estamos pensando en el estruendoso e ingenioso carnaval. En uno de ellos se sacaron unas coplas a cual más ripiosas tituladas Grandes progresos alcanzados por los señores del concejo. Así empezaban: “En la cueva de Calleja [taberna] se ha reunido el concejo/ para ver de donde arrancan/ las obras que hay en proyecto”. Las canteras darían trabajo a cienc obreros, las fábricas de harinas multiplicarían su producción, se aprovecharía el caudal del Duratón que se decía estar ya enriqueciendo a otros lugares, se reedificarían las casas en ruinas y harían falta muchos garajes. ¡Un tranvía eléctrico enlazaría la Bajada a Santa Cruz con la estación! El escultor Emiliano Barral[176] haría un monumento a dos políticos vios y uno difunto, no sabemos quienes eran...”Reunir los capitales/ y formar asociación”, se predicaba.

                                   Medicina, beneficencia, higiene

El 18 de mayo de 1912 se recibió la contestación denegatoria de un recurso de alzada, interpuesto por Ambrosio Sánchez Tomé y otros, contra el nombramiento de Manuel Crespo Gonzalez como médico titular[177]. En aquel mundo rural no era extraña alguna conflictividad en torno al ejercicio del arte de curar, si bien de una manera radicalmente distinta a su aspecto correlativo en la actualidad. Los problemas surgían, como en este caso, en torno a la designación del facultativo, también sobre su retribución y el obligado a su pago, las posibilidades de una elección libre, en definitiva los límites de la titularidad. El enfrentamiento no se planteaba entre médico y enfermo- no se habría entendido llamar a éste usuario-, quedaba al margen de esa relación tan magistralmente estudiada por Laín Entralgo. El último día de 1922 se discutió un ruego del ayuntamiento de Turégano, de adhesión a los acuerdos de una asamblea de alcaldes de sus inmediaciones, por un supuesto atropello del Colegio de Médicos. Se estimó que no era posible, por ir contra la ley, aunque se reconoció moralmente lo puesto en razón de su postura. El 28 de diciembre de 1921 el ayuntamiento estimó que, habiendo dos médicos titulares, cada uno debía percibir 1.000 pesetas por su tal titularidad. Por eso no accedió a la solicitud del Colegio de Médicos de anunciar con 2.000 la vacante que se había producido. Caso de no aceptarse por dicho organismo, habría que variar la clasificación del partido. El 3 de septiembre de 1922 se agradecieron sus servicios al médico Eduardo Ferrán del Castillo que se trasladaba, a Sequeros, habiendo ejercido desde 1916.

El 18 de diciembre de 1914 se había promulgado una nueva Ley de Epizootias. Dando cumplimiento a sus artículos 301 a 303 fue nombrado el veterinario José Fuentenebro Trapero Inspector Municipal de Higiene y Sanidad Pecuaria. El último día de 1916, por falta de medios, no se accedió a la solicitud del sepulvedano Santiago Horcajo Valdés, de la creación para él de una plaza de Practicante de Medicina y Cirugía menor. El 25 de abril de 1920 fue sucedido por Leandro Alonso del Olmo. El 29 de octubre de 1916, ante la dimisión del farmacéutico titular Nicomedes Arambarri, fue nombrado Manuel de Miguel Álvarez. El 3 de diciembre cesó en el ejercicio de la farmacia, después de cuarenta y tres años, Casimiro de Montalbán y Rico, siendo nombrado interinamente Zoilo Abad de la Serna. El 27 de agosto se había acordado reclamar a la Junta Provincial de Sanidad y al Colegio de Farmacéuticos de Segovia contra la decisión de agregar a Boceguillas como partido farmacéutico el pueblo de Barbolla, por ser “sus relaciones comerciales con Sepúlveda mucho más intensas”. En las funciones taurinas la certificación de estar en condiciones y provisto el local de la enfermería tenía que ser firmada no sólo por el médico sino también por el boticario.

El hospital al fin y al cabo seguía existiendo[178]. El 10 de septiembre de 1913 se aceptó un baño de cinz donado para él por Valentín Sánchez de Toledo, el diputado a quien Cossío llamó el último de los grandes señores de la villa, antiguo Gobernador de Barcelona. El 18 de marzo de 1917 se le volvió a agradecer el donativo de varios libros “referentes a obras sanitarias”. El 14 de abril de 1918 se autorizó al secretario para gestionar el cobro de intereses de dos inscripciones emitidas a favor del Hospital, que no habían sido facturadas desde 1902. El 22 de junio de 1919 se recibió un donativo de 100 pesetas de Francisco Zorrilla. Pero el 6 de octubre de 1915, lo que se había concedido a Joaquín Cristóbal y Cristóbal fue un socorro de 25 pesetas para llevar a Madrid una hija enferma. El 31 de diciembre de 1917 se pagaron 8 pesetas a Juan López por la conducción de cuatro pobres enfermos transeúntes. En mayo de 1915 se informó a la Junta Provincial de Sanidad de casos de sarampión. El 17 de agosto de 1919 se acordó el despiojamiento de los pobres transeúntes, para evitar la propagación del tifus exantemático.

En cuanto al remedio a la orfandad, centralizado en Segovia, de la casa-cuna no hay apenas huellas en el archivo municipal. El 8 de junio de 1913 el ayuntamiento informó favorablemente a la Comisión Provincial sobre la petición del empresario Antonino Albarrán, de recibir un asilado del hospicio, como de quince años, pagándosele los gatos y el salario que se fijara. La corporación tenía confianza en que sería bien tratado.

El 20 de julio de 1913 se dieron 25 pesetas a Felipe Antón Tanarro y Félix Monte Valle, cuyas mieses habían sufrido un incendio; el 28 de agosto del año siguiente lo mismo a Pedro Pérez Arribas, por habérsele quemado la leña que tenía en una bardera suya.. El 28 de junio de 1915 se pidió al Estado una indemnización a los damnificados por las últimas heladas en los cereales, frutas y hortalizas. El 10 de diciembre de 1918 el ayuntamiento transmitió a Gil Becerril y Gil de Biedma, padre e hijo, la gratitud de los enfermos pobres por su generosidad.

Continuaban los socorros a los pobres en tránsito[179], a un real los corrientes que firman los correspondientes recibos al depositario, a veces hasta en recortes de papeles de envolver. Continuaba la casa alquilada por el ayuntamiento para su alojamiento, en el arrabal de Santa Cruz. Sus puntos de destino siguen ilustrándonos de las rutas de aquellas gentes. El predominio de Bilbao no es una novedad. En 1912 aparecen además de la cercana Peñaranda de Duero, Torrelavega, Lérida, Castellón, Aranjuez, Toledo, Albacete, Badajoz, Valencia de Alcántara, Huelva. Más orientación meridional que la habitual, aunque minoritaria, un indicio de que la movilidad iba aumentando[180].  El 2 de octubre de 1913 se dieron dos pesetas a Francisco del Río y Vicente Baltés Falég, “dos turistas que van haciendo vida de pobreza”. En 1914, 10 pesetas a Sor Amelia de San Esteban, hermanita de los pobres, “por prestar asistencia a los asilados[181]”.  

                                               Maestros, discípulos, cultura,

Al Jefe de la Comandancia de Ingenieros de Segovia, Jesús Pineda, se le ocurrió la instalación en Sepúlveda del Archivo General Militar. El ayuntamiento, el 17 de marzo de 1912, se mostró dispuesto a ofrecer con ese fin un edificio al Ramo de Guerra. Se le contestó pidiendo la venida de una comisión que informara de las obras precisas y le reconociera. Pero de la perdida e ilusionante oportunidad no volvemos a tener ninguna noticia.

El 20 de septiembre de 1914 se contestó a una petición del Vicepresidente de la Comisión Provincial sobre la reorganización de las Escuelas Normales. El ayuntamiento ni podìa contribuir ni estaba conforme en que para ello se elevara el contingente provincial.

El 23 de julio de 1916 se decidió sobre la petición del maestro Ángel Prieto, de sustituirse las plataformas de su escuela por una tarima, donde fuera colocada la mesa del profesor con separación de los demás enseres. Ello se le autorizó, quedando pendiente su queja de carecer de fondos para material escolar en el próximo presupuesto.

El 22 de junio de 1919 Francisco Zorilla entregó una subvención de 50 pesetas que había sido concedida a la cantina escolar por el Ministro de Instrucción Pública, que era su cuñado Santiago Alba. El 8 de junio de 1919 se fijaron para el día 17 siguiente los exámenes en la Escuela de Párvulos. El acta hace referencia a la consignación presupuestaria para los gastos. Se trata del amable obsequio de dulces y confituras a los escolares ya convertido en una tradición. Pero el 1 de septiembre del año siguiente el ayuntamiento tuvo que acordar obras en las escuelas, ante la amenaza del inspecor de cerrarlas. El nuevo grupo escolar fue al fin construido en la República. Pero estallada la guerra cuando estaba pendiente su inauguración y dedicado a hospital de sangre, pasaron años hasta su uso docente[182].

En 1912 se recibió un pluviómetro de la Comisión Provincial, con las instrucciones para su uso. Ese mismo año, el 11 de enero, nos deja estupefactos la comunicación al Gobernador de que, “en el entender de esta alcaldía no existen en esta población ninguna clase de monumentos artísticos ni históricos”. Tampoco era exacta la información que se remitió el 1 de junio de 1922 al bibliotecario del Instituto de Segovia de no ejercerse ningún trabajo litográfico ni hecho tiradas de libros, folletos ni grabados. Era menoscabar la imprenta local, sin duda por inadvertencia.

El 13 de enero de 1918 se acordó contribuir con 10 pesetas, a propuesta  del ayuntamiento  de Vivero, a los gastos del traslado allí de los restos del poeta Nicomedes Pastor Díaz, y a un homenaje al mismo. Pastor Díaz había sido Gobernador de Segovia, pero la circunstancia no se invoca y acaso estaba olvidada. El 17 de diciembre de 1922 el ayuntamiento cooperó con 10 pesetas al coste de las insignias de la Gran Cruz de Alfonso XII concedida al escultor Aniceto Marinas, a petición del ayuntamiento de Segovia.

El 27 de febrero de 1921 se escribió al Secretario de la Comisión de  Monumentos de Segovia, que era uno de los párrocos de la capital,  Benito de Frutos, ofreciéndole para una exposición sobre los Comuneros, las siete llaves, el pendón de la Comunidad y cuantos documentos del archivo le pareciese.

El 13 de febrero de 1920 se agradeció al lanero y político Dámaso Gil Municio, entonces Gobernador de Málaga, y antes de Burgos, la donación de una fotografía de la primera copia del Fuero Breve de Sepúlveda, que se conservaba en la abadía benedictina de Silos.El 27 de agosto de 1922 se agradeció al Delegado Regio de Primera Enseñanza, Cáceres llamado, el envío de veinte ejemplares de los Poemas del Marqués de Lozoya, Juan de Contreras y López de Ayala, para la biblioteca, y a Gil de Biedma un material pedagógico que había conseguido del Ministerio[183]. En la misma sesión se dio cuenta de un escrito de la Universidad Popular Segoviana, agradeciéndole las atenciones a unos conferenciantes. Por cierto que bajo una rúbrica, “etiqueta”, que va apareciendo en las actas. Se advierte la mano del nuevo secretario.

                                               El estamento militar

El 13 de junio de 1912 se acusó recibo al Jefe de la 12º Brigada Obrera y Topográfica de su comunicación sobre señales geodésicas. El 6 de noviembre se le enviaron las establecidas en la lastra de Giriego.

A fines de 1917 estuvieron en la villa tropas de Fomento 1º del Regimiento de Caballería de Valladolid, y del Regimiento de Lanceros 50 de Caballería[184]. El 2 de febrero de 1919 se contestó al General Jefe de la Sección de Cría Caballar y Remonta que no había terreno para alojar uno de los cuatro establecimientos del Servicio de Remonta del Ejército y Recría de Potros. 

El alquilado Cuartel de la Guardia Civil no era una solución definitiva[185]. El 8 de septiembre de 1920 el ayuntamiento requirió a su propietaria para llevar a cabo las obras precisas. El 23 de septiembre había habido que desalojarlo. La dueña propuso al ayuntamiento que hiciese las obras él. Ante ello, se estimò más ventajoso proporcionar otro. Se hizo un llamamiento a los propietarios de casas que considerasen aptas para alojar a la fuerza. Cinco días después hubo ya conversaciones para comprar al dueño la vivienda habitada por el boticario Montalbán, que pedía 12.000 pesetas. Ricardo de la Plaza ofreció por 7.000 la de su familia en el barrio de la Virgen. Se pensó también en comprar el mismo edificio ruinoso a la propietaria del ocupado aún[186]. Otra casa ofertada fue una de Jacoba González. Hubo nuevas sesiones los días 3 y 6 de octubre. Miguel Barral se ocupaba ya de anticipar planos y presupuestos. El 7 de noviembre, se contestó al teniente jefe de Boceguillas que se estaba pendiente de la autorización ministerial para vender una lámina de 62.299’29. Mientras tanto el ayuntamiento recibió el besamanao (BLM) del nuevo capitán Manuel España García.

El 12 de junio del año siguiente, el oficial de la Línea de Boceguillas transmitió un oficio conminatorio del Coronel Subinspector del Tercio exigiendo que la fuerza pudiera alojarse el 5 de julio, a lo que se contetsó esgrimiendo la imposibilidad. El 14 de agosto se recibió una comunicación de Gil de Biedma dejando entreabierta la puerta para una subvención de la Dirección General de la Guardia Civil, según carta al coronel citado. Así las cosas, el 28 de noviembre, Blas Guadilla[187], administrador de María Espí, la viuda de Serapio del Río, ofreció gratuitamente para cuartel su casa en la calle de San Justo. Se aceptó y se acordó que el alcalde y una comisión la visitara para darle las gracias. Pero por motivos que no nos constan esa donación no se hizo efectiva inmediatamente. El 7 de mayo de 1922 el ayuntamiento pedía que pidieran precio y se calculara el de las obras a realizar a Pablo y Ricardo de la Plaza, dueños de la que se llama “casa antigua de la Guardia Civil”. Sin embargo el 9 de julio se da por sentado que la donación iba a cosumarse, pues se discuten las bases de la escritura. Era condición que la fuerza no tardara más de un año en ser instalada en el edificio. De nuevo el 13 de agosto se vuelve a la dicha casa antigua, y se acuerda comprarla en 14.000 pesetas. El 7 de septiembre se comunicó al teniente de Boceguillas que la obra estaba terminada y se le envió el plano. La cuestión no se resolvió definitivamente hasta la construcción del actual cuartel después de la guerra civil. Esa ambivalencia entre las gestiones de compra en el mercado inmobiliario y el recurso a la generosidad de las gentes en el ojo del huracán de la conservación social es otro indicio significativo de la España de la época[188].

                                   Caminos de polvo y de hierro

El 28 de abril de 1912, a una solicitud de varios vecinos, de deslinde de los caminos, cañadas y servidumbres, para evitar disgustos entre propietarios agrícolas y ganaderos, se accedió sólo en cuanto a los bienes de propios. De los caminos color de polvo de harina por donde se traían a la villa los sacos morenos de las rentas escribió Cossío. El 4 de enero se escribió al Presidente de la Diputación que la corporación tenía preferencia por el camino vecinal que daba a la carretera de La Salceda a San Esteban de Gormaz. El día 14, a instancias de Gozalo, se acordó insistir en Segovia sobre  la urgencia del camino a Casla. La cuestión siguió pendiente, pues el 7 de julio de 1918, al haberse publicado las bases para los concursos 3º y 4º de caminos vecinales, se hizo ver la necesidad de comunicarse con los pueblos de la sierra, citando a una reunión con el alcalde de Casla a los de Perorrubio, Santa Marta y Prádena. El 18 de agosto se formó asamblea de esos ayuntamientos y del anejo Vellosillo. El 6 de febrero de 1921 se estuvo conforme con el presupuesto de la Jefatura de Obras Públicas para la carretera de Sebúlcor a enlazar en Sepúlveda con la de Segovia a Boceguillas, pasando por El Villar. Antes de la carretera, el camino de Segovia se venía llamando Cuesta del Villar precisamente. El 13 de marzo de 1922 se agardeció al diputado por el distrito, Gil de Biedma la influencia que había utilizado en el asunto.

El 20 de septiembre de 1914 volvió a suscitarse la cuestión de la carretera a Peñafiel. Se acordó pedir a Gil de Biedma, y al Marqués de Santa Cruz, que era diputado por el distrito de Cuéllar, que gestionaran en Fomento su segundo tramo. Así habría trabajo en el invierno próximo, “por estar atravesando la clase obrera en este país una crisis que sólo con esas obras se remediaría en parte”. ¿Nihil novum sub sole? El 21 de marzo de 1915 se decidió arreglar las calles y los caminos vecinales por el mismo móvil de dar jornales. Para ello, el 25 de abril se transfirieron 1.500 pesetas del presupuesto de Funciones y Festejos al de Aceras y Empedrado.

La delicia de caminar bajó toldos de árboles, o sencillamente entre sus hileras, pasó. El 12 de noviembre de 1914, el ayuntamiento pidió al Ingeniero de Obras Públicas el corte de los álamos blancos y negros que había entre los quilómetros 70 y 71 de la carretera de Segovia a El Olmo, que en Boceguillas empalmaba con la llamada de Francia, de Madrid a Irún. Se estimaba que eran un peligro para el tránsito y perjudicaban a las fincas próximas. Se pedía su sustitución por otros de menos corpulencia.

Y había llegado la hora de los automóviles[189]. El 24 de mayo de 1915, el ayuntamiento respondió a un acuerdo de la Diputación subvencionando la línea de Segovia a Riaza por Turégano, Caberzuela, Cantalejo, Sepúlveda y Castillejo. Se decidió contribuir con 100 pesetas trimestrales, a condición de que hicieran lo mismo los demás pueblos, y reservándose la facultad de retirar el compromiso. 

El tren a la vista ya no era el de Segovia a Aranda, sino el de Madrid a Burgos, que pasaba por Aranda también, y se dio en llamar “El Directo”, en cuanto evitaba el largo rodeo por Valladolid de la vía de Hendaya. El 17 de mayo de 1912 se celebró en Segovia una asamblea provincial sobre el proyecto. De ella informó al ayuntamiento el Comisario Regio de Turismo, Antino Carci. Para asistir fueron comisionados el alcalde, los cóncejales Sánchez y Gozalo, y los diputados provinciales Sánchez de Toledo y González Ligero.  Pero el 27 de enero de 1915 se acordó no asistir a una acudir a una reunión convacada en Cantalejo con el mismo argumento. El 17 de septiembre del año siguiente, el ayuntamiento contesó a Sánchez de Tioledo, manteniendo por un plazo de cuatro años su oferta de piedra, cal, arena, agua y teja para la estación inmediata, siempre que se construyera junto a la primera casilla de camineros de la citada carretera de Segovia  a Boceguillas- o El Olmo-, entre los dichos quilómetros 71 y 72.


                                               Cartas, Morse, conferencias

Al justo rasero de la dignidad pero la seguridad inamovible, transcurría la vida de los funcionarios servidores de estos humanísimos menesteres. El 11 de mayo de 1913 se discutieron en la sesión unas peticiones del Oficial de Telégrafos de Boceguillas, Dionisio Cuenca Arévalo. Su esposa desempeñaba la estación de Sepúlveda. Pedía obras en la casa de la sede, que era de propiedad municipal,  y la exención de los derechos de consumos. A esto último no se accedió, por ir en contra de los precedentes. La otra propuesta era más ambiciosa. Se trataba de un plan para establecer en Sepúlveda una red telefónica urbana. Se le agradeció y dejó pendiente de resolución[190], contestándose a la Comisión Provincial el 17 de septiembre de 1916, que no se podía contribuir a la red provincial. El 24 de marzo de 1919 se comunicó al Gobernador que el alcalde se había hecho cargo de la estación telegráfica, a raíz de una comunicación de la encargada.La anomalía explica también el otro escrito al mismo el día 28 con una notificación a Elías Pastor y Pablos preguntandole si sabía manejar los aparatos Morse o Huguey.

Mas la red llegó. El 9 de febrero de 1919 el ayuntamiento accedió a la petición de “la señorita encargada del telégrafo y teléfono de la villa” de llevar a cabo las obras precisas para colocar la cabina o cuarto de conferencias concedido por la Dirección General del ramo. Insistiendo en ello,  el 21 de mayo del año siguiente se ofició al Jefe de Telégrafos que, a pesar de la difícil situación económica, se instalaría el locutorio prometido. El 14 de mayo de 1922 se recibió un escrito de la encargada en que avisaba haber comunicado a la superioridad la falta de realización de las obras pedidas. El ayuntamiento pidió entonces al Estado que se hiciera cargo de ellas, por no ser obligación municipal, ni siquiera la oficina, mucho menos la vivienda aneja. El día 21 se recogieron velas, diciéndose al Jefe Provincial de Telégrafos que lo que se pedía era que el Estado subvencionara el alquiler mientras se llevaban a cabo las obras[191], si bien se rectifica el 13 de agosto, precisando que la pretensión era que el Estado se hiciera cargo de todo el alquiler, no de una parte sólo. Esta indeterminación de las competencias nos parece reveladora de la situación desastrosa, no sólo en el plano económico sino también en el jurídico, que imperaba en la relación entre lo central y lo local.

El 27 de enero de 1921 se elevó una instancia al Director General de Comunicaciones, pidiéndole, para las conferencias, una conexión con la estación de Boceguillas, pues la de un solo hilo a Segovia era insuficiente, y prácticamente había una incomunicación con Madrid. El 26 de junio se comunicó la concesión del hilo doble. Ocho días después se recibió una carta de Gil de Biedma en el mismo sentido, dándo cuenta de la por él recibida del Director General de Comunicaciones. El día 13 de octubre se colocó el tendido, asegurador de las comunicaciones con Madrid y Valladolid. La corporación volvió a dar las gracias a Gil de Biedma. Pata transmitírselas el alcalde aprovechó el nuevo hilo. Había llegado la hora amable de las telefonistas, una estampa de gracia y hermosura que sería arrumbada al llegar la mecanización automática.

El 7 de julio de 1918 se acordó denunciar al Director General de Correos y Telégrafos la irregularidad con que el correo se recibía en Sepúlveda, a pesar de un ruego que anteriormente le habían hecho los sesenta y tres pueblos del partido, “en súplica de que se pusiera fin al incalificable abandono en que se tenía a toda esta región por haberse dado el caso de estar sin correo diez días”. Un traslado de la instancia se envió como era habitual a los representantes en Cortes. En la sesión del día 21 se leyó la carta de uno de ellos, Gil de Biedma, quien informaba de su petición al Ministro de la Gobernación, además de al mismo director, para conseguir que el contratista del servicio de su transporte de Segovia a Riaza lo hiciera a diario. El ruego se insertó en el Diario de Sesiones del Congreso[192]


                                               Música, toros, festejos, cine

El 27 de enero de 1918 se envió al Gobernador una denuncia presentada por Julián del Barrio, El Cojo, contra los salones del Quincito y de Montero, donde parece había baile[193]. Era el dulzainero legendario que tocaba en las fiestas de estos años[194]. El 25 de noviembre se comunicó al Administrador de Contribucionnes que El Recreo Sepulvedano no existía ya, pero sí los casinos llamados Unión Sepulvedana  y La Amistad. Fueron igualmente efimeros. La banda municipal parece que se había disuelto, acaso de una manera conflictiva. Lo único que sabemos es que en la sesión del 19 de abril de 1914, ante la negativa de algunos miembros de entregar sus instrumentos, se acordó demandarlos en el Juzgado Municipal. Pero en el acuerdo de 14 de junio de 1916  sobre el corpus se especificó iba a hacerse “con la música, a la cabeza, a la misa y procesión”. El último día de 1922 se acordó reorganizarla y se autorizó al alcalde para la compra de instrumentos.

En la feria de octubre, una iniciativa con poca continuidad, se pagaron en 1912 250 pesetas al pirotécnico Fausto Arroyo. Actuaron la banda y la dulzaina. Se trajeron carros de paja de Barbolla, Boceguillas, El Olmillo, San Pedro de Gaíllos. El ferial, estaba junto a la carretera de Santa Cruz, pero en la Plaza de Santiago se instalaron cuadras y pesebres, además de la ineludible pajera[195]. 25 carteles- 75 fueron al año siguiente- y 1.000 programas se imprimieron por Regino Velasco, en Madrid[196]-  y otros 2.000  en color, el mismo número que el de los toros, en la villa por Juan Casado Casla. Se dieron sendos premios de 100 pesetas a Juan Díez Gómez, de Cantalejo, por las cuarenta y cinco reses mulares que presentó para su venta, y otras tantas a Saturnino Egido, de Santo Tomé, por la compra del mismo número de vacunas. El año siguiente ganó el concurso de ganados Juan-Francisco de la Villa, de Fresnillo o Fresno de la Fuente.

De los toros de 1912 tenemos sólo noticia de un pago que resulta luminoso sobre el escueto papel: 5 pesetas a Guillermo Pérez “por el servicio que ha prestado como lacayo del carruaje en que salieron las señoritas que han regalado los mantos para las tardes que se ha lidiado”. Debe tratarse de colgaduras.

En 1913 hubo seis toros de muerte y diez y seis reses de capea, de Isidro Altorano, de Miraflores de la Sierra; el lidiador fue Ricardo Araujo, Araujito. Se dieron fuegos artificiales por un pirotécnico de Ayllón, Fausto Arroyo. En 1914 hubo toros los dos últimos días de agosto. Siete el número mismo de los toros y de las vacas estaban previstos, pero sólo se lidiaron cuatro, por Carlos Nicolás, El Clavero; eran de Victorio Torres, de Colmenar el Viejo. Los toros debían pesar de 16 a 18 arrobas. También se acordó que volviera a haber feria, la novedad todavía que no llegaría a cuajar. Se fijó del 20 al 25 de octubre. En 1915, el 13 de junio se tomó nota de la circular del Gobernador, prohibiendo toda clase de espectáculos públicos subvencionados con fondos municipales. La plaza no se llegó a cerrar, aunque ya se habían hecho gastos para ello. En 1916 hubo dos novilladas el 3 y 4 de septiembre, “deseando proporcionar recreo y diversión al vecindario, en compensación de los sacrificios que viene sufriendo para levantar las cargas muncipales [...] con el mayor esplendor, dentro de los recursos que para tal efecto existen presupuestados”.

El 9 de junio de 1918[197] se trató de los toros. Se concedió una subvención de 1.500 pesetas, y se abrió un concurso durante veinte días, para recibir las proposiciones detalladas de la fiesta: nombres del ganadero, matador y demás individuos de la cuadrilla, dulzaineros, música y demás. El día 16 se  comisionó a la propia Comisión de Festejos para visitar a los dueños de las casas de la Plaza, a fin de conseguir su permiso para construir delante los tableros, con el derecho preferente a alquilarlos por un precio prudencial, ya que de esa manera se podría exigir del contratista mayor variedad en los números”. En 1919, no habiéndose presentado postores a la subasta, ya tardíamente, el 10 de agosto, el ayuntamiento comisionó a los concejales Albarrán y Linage para contratar en Madrid toreros y toros. El ayuntamiento sólo disponía de 1.000 pesetas para el cierre de la Plaza. Los carpinteros- García hermanos, Antón, Benito- pedían 1.500. Fueron los canteros quienes se conformaron con esa oferta-Isidro Barral, Juan López,Gabriel Pascual-. Recordamos la antigua unidad de ambos oficios en los maestros de obras. El ganado fue de Felipe Montoya.

En 1920 no hubo más que un postor como empresario, Patricio Sanz, ganadero de San Agustín de Guadalix. El 22 de agosto se adjudicaron la subida y retirada de la arena para la Plaza y el arrastre de los toros[198]. Los despojos y la carne, a 35 pesetas la arroba, quedaron desiertos. El 1 de septiembre se trató de la incalificable conducta del ganadero madrileño, Ricardo Montesinos, de enviar dos becerros en vez de novillos. Los ediles declararon que sólo la cultura del pueblo había evitado un día de luto. Se trató del arreglo económico de la cuestión o de la demanda de daños y perjuicios caso de no conseguirse. Los criados del ganadero reconocieron en un acta notarial la insuficiencia del peso. El 27 de febrero de 1921 se dio por arreglada la controversia. Los diestros habían sido Joaquín Gonzalez y Francisco Fernández Charlot, quien también había actuado el año anterior.

Ese año, en la sesión  del 26 de junio, después de discutirse la conveniencia económica de la supresión de las fiestas, se acordó celebrar dos novilladas. El 17 de julio se adjudicó el ciere de la Plaza, a los dos únicos postores, esta vez carpinteros- Panteleón Antón y Bernardino García-, también el año siguiente en 1.300. Una semana después, ante las varias ofertas de ganaderos y toreros, se delegó otra vez en la misma Comisión de Festejos para elegir. Para tocar los días 28 a 30 se contaba con la banda de los Establecimientos Provinciales de Beneficencia de Segovia. El Ayuntamiento al contratarles dejó a salvo su responsabilidad si las fiestas tenían que suspenderse por los sucesos de Melilla “y la situación que atravesaba España”. Ya el 14 de agosto, pensando en la situación de la ciudad norteafricana, se opuso a la celebración Cristóbal López. Pero sólo Barral le apoyó. Aunque se aplazaron las corridas hasta los días 4 a 6 de septiembre por dificultades surgidas para adquirir el ganado. La banda alegó estar contratada para Santa María de Nieva para los días 7 a 9, pero se la hizo ver la falta de coincidencia. Celebrada ya la fiesta, el 25 de septiembre se contestó a un oficio de Hacienda que pedía datos, a los efectos de la tributación industrial, y la de los toreros por utilidades.  Se le dijo, a nuestro parecer ocultando parte de la verdad, que nada se cobraba por los balcones y los tableros llamados garitas, siendo un absurdo pagar por algo improductivo. Y que el matador, Alfonso Gómez, Finito, de Valladolid, había percibido 250 pesetas. El 23 de julio del año siguiente se comisionó a Pablo y Justo Román para ir a Guadalix a tratar con el ganadero Vicente Torres y a Madrid en bsuca de toreros. Contrataron los toros y diez vacas en 1.600 pesetas, y al matador Miguel Ríos Ballesteros por 500. Al lanzarse a la Plaza el 28 de agosto resultó heido el espectador Ignacio Matesanz, falleciendo el 31.

Y llegaba la ilusión de las salas oscuras, que diría François Mauriac. En Sepúlveda, al principio, toda la oscuridad que se podìa hacer al aire libre. En los toros de 1912 se pagaron 250 pesetas por tres sesiones[199]. El mismo coste hubo en la feria, del 2 al 4  de octubre, trayendo “el aparato cinematográfico” un vecino de Baeza, Manuel García Torres.  En 1918 se contrataron tres sesiones los tres primeros días de septiembre, con el vecino de Madrid Ortiz de Burgos. A Ruiz Zorrilla se le pagaron 62’50 por el fluido “para el funcionamiento”.

Cuando el año 1923 llegaron las fiestas, faltaban muy pocos días para que se produjera una discontinuidad jurídica con el sistema constitucional de la Restauración. Aunque el septenio del Directorio no fue en Sepúlveda muy diferente. Un cambio radical sería el del quinquenio republicano. La copla que retrataba a Antonio Maura se había hecho historia: “¿Quién es ése/ de Mallorca/ que presume de elocuencia/ y que organiza unos viajes/ que ni La Correspondencia?/ Que lleva un chaleco y aterciopelado/ y que en Barcelona fue bombardeado,/ que huye de la prensa como de un demonio./ ¿Quién es ése?/ Don Antonio”.

                                   El  terror  de  la  epidemia

Yo conocí una sepulvedana que había pasado la guerra civil en el Madrid hambriento y bajo las bombas. No lo recordaba tan tenebrosamente como la gripe que  había vivido en su pueblo en el otoño de 1918.

Un notario, Aurelio Escribano, entonces era un niño, y pasaba una temporada en casa del alcalde Gozalo, el comerciante de tejidos pariente suyo. Me contó que, estando sentada la familia a la mesa camilla ya de noche, al sonar el picaporte, Gozalo  bajaba a abrir. Al volver decía: “-Otro más”. Un nuevo difunto para el que se había ido a encargar el forro del féretro.

En la comarca, el batanero de Santa Engracia, en la ribera del Duratón encañonado, tuvo que subir hasta la cumbre de San Frutos donde estaba el cementerio de la dispersa población circundante, con los cuerpos de su mujer y cinco hijos. En la aldea de Duratón hubo diez y seis defunciones. Los vecinos recordaban con orgullo que, a pesar de los temores, al haberse llegado al extremo, se mantuvo la discplina de la cofradía y se acompañó a todos los entierros como estaba prescrito.

En Sepúlveda, el 7 de octubre, el ayuntamiento remitió al oficial de telégrafos de Boceguillas un despacho al Gobernador dándole cuenta del estado sanitario[200]. El detalle suscita una reflexión. ¿Por que el telegrama no se cursó desde la estación de Sepúlveda? ¿No sería que todo su personal estaba afectado por la epidemia[201]?

En la sesión de 25 de septiembre, una de tantas de trámite, sólo se había tratado de una queja contra el vecino José Delgado Romero por servirse para el paso de su carro de la callejuela escalonada que iba desde las casas de la carretera a la plazuela de las Escuelas de Santiago. Cuando el ayuntamiento volvió a reunirse el 23 de octubre, muy tardíamente por lo tanto, sólo se podía hablar de la epidemia. Y no hemos sido exactos, pues a la sesión sólo acudió una minoría de los concejales, enfermos de la gripe los demás. A Conde Lozoya le quedaban nada más unas horas de vida. Hermano de la Cofradía de Plagas, era por su turno uno de los llevadores de cadáveres.

El miedo por los enfermos y por la amenaza de convertirse en uno más de ellos, no aliviaba la inquietud de los seres queridos por los muertos, pues habían pasado a ser un problema y la dignidad de su despedida preocupaba agudamente. Los cadáveres tenían que ser llevados al cementerio sin demora. Y encontrar veladores que les acompañaran la noche anterior a su entierro no era fácil, aunque ya sabemos que en aquella Sepúlveda el paro era lo bastante grave como para decidir de las obras públicas. El silencio de los archivos de las cofradías denota una normalidad del cumplimiento de sus ordenanzas en cuanto a ellas tocaba.

La sesión de que decíamos fue presidida por Zorrilla Cristóbal. Precisamente de los cuerpos sin vida empezó hablándose. Se nombró un sepulturero habilitado, Ramón Cristóbal, y cinco conductores de cadáveres más. Los designados serían desinfectados, lo mismo que el Depósito del cementerio. Se acordó que se limpiaran las calles.  

Se estuvo de acuerdo en pedir al diputado Gil de Biedma que gestionara en Gobernación el envío de desinfectantes, suero Roux y quinina. Exactamente una semana después, o sea con carácter ordinario en cuanto a la fecha, volvieron a reunirse los munícipes. Gil de Biedma había anunciado el envío de las medicinas[202]. Albarrán inició el debate proponiendo que el ayuntamiento encabezara una suscripción. En ese momento entró en la sala y se adhirió Linage Arias. Pero todos los demás optaron por aplazarlo, ya que a su juicio la enfermedad estaba vencida. Es evidente que eran demasiado optimistas. aunque lo peor había desde luego pasado. Albarrán protestó y se fue.

El 13 y el 20 de noviembre, con retraso pues, hubo sesiones breves de trámite: amenaza de ruina de la muralla del arco que daba a la calle de San Justo, petición de moratoria a la Diputación. La siguiente sesión, todavía retrasada, fue el 1 de diciembre. Presidía el alcalde. Entonces sí podía hablarse en pasado del azote. Aun así, faltaban medicinas por llegar, y se encargó a un vecino de Segovia, Ángel Garcillán, que reclamara ante la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Se comunicó su aparición el 5 de enero siguiente. 

El alcalde agradeció a los concejales su conducta durante la epidemia. Al devolverle ellos la gratitud, se refirieron al detalle concreto de que, cuando el ánimo convecinal estaba deprimido, había prestado incluso su concurso material. Hubo también agradecimiento para los médicos y el clero parroquial. Pero entre los dos titulares, Ferrán y Crespo, se distingue. Crespo es mencionado nada más, De Ferrán se dice que, desoyendo los consejos del alcalde, cuando se habían pasado cuatro días sin asistencia facultativa, se levantó con fiebre para prestarla. Se le propuso para la Orden Civil de Beneficencia. En cuanto a los eclesiásticos, se citan sus nombres, el párroco Mariano Monedero y los coadjutores Bonifacio Zamarro y Lázaro Cristóbal.

El alcalde dio cuenta de haber repartido entre los enfermos pobres 500 pesetas que le había enviado Gil de Biedma. Su padre Gil Becerril había mandado donativos en especie que no se detallan. Cuando poco después fue nombrado Gil de Biedma hijo adoptivo se empezó invocando este comportamiento concreto.

Hace ya algunos años, estando yo en San Francisco de California, compré un libro sobre aquella epidemia, visto en el escaparate de una librería. Al llegar al hotel, en el estrecho pasillo de mi piso, me encontré a una vieja dama que le llevaba bajo el brazo. Estuve seguro de tratarse de otro recuerdo familiar.

Volviendo a la sesión del 1 de diciembre, se dieron las gracias a Eusebio de Frutos y siete vecinos más. Indiscutiblemente que en cuanto a ellos no se trataba de compromiso alguno, sino del reconocimiento de un altruismo. Ello nos da pie para terminar evocando la figurade aquél, el dulzainero que ya conocemos. Un menester en el que sucedió, aunque los dos llegaron a coincidir, desde 1903, a Julián el Cojo. Eran unos tiempos en que en Sepúlveda se cantaba mucho, espontáneamente, tanto en las calles como a puerta cerrada. Una habanera, La Negra, llegó a emblemática[203]

 Sobre Julián el Cojo citamos estas líneas de las memorias inéditas de Antonio Linage Revilla, Mi amigo y yo: Vivía en la cima del Salvador, en una cima horadada en la roca. Era un troglodita del siglo XX. Seco, enjuto, altivo, sombra quijotesca. Despreciaba con gesto olímpico todo cuanto no fuera su arte tañedor, con el mismo orgullo que despreciaba a quienes no le querían comprender. ¿Era artista Julián o no[204]? ¿Conocía el manejo de la dulzaina o lo ignoraba totalmente?. ¡Qué importaba eso! Julián era un valor espiritual. Su dulzaina sonaba como ninguna. Su clásica entradilla, las seguidillas  y el Ki ki ri ki, eran algo único y personal. Tenían un ritmo extraño, unas tonalidades y matices atrayentes y desconcertantes. Tenía, a veces, la ingenuidad, el vigor, la energía de un sabor primitivo y bárbaro. [...] Ante la vejez, al sentir los ecos jocosos de la dulzaina de Julián, pasaba toda la juventud. La vida de aquella generación, su pequeña historia, iba unida al arte de Julián, a la dulzaina del Cojo. La juventud había formado también su historia, bajo sus notas desacompasadas y chillonas, sin orden ni concierto, cuando Julián estaba de mal humor o le abandonaba su hada inspiradora. y tesonudo, tardaba en reconciliarse con su musa [...]Ved quí una prueba de su orgullo infantil. Hablaba con gran cariño y admiración de Velasco, el gran dulzainero vallisoletano, que había sido su maestro, y recordándolo, afirmaba sentencioso, con ademán de profunda meditación: -¡Qué bien tocaba el maestro! ¡Qué bien! Si tocaría bien que estoy por decirte que casi tocaba como yo.

Era pues Julián un personaje mítico. Su instrumento[205] le transfiguraba, y transfiguraba su visión del pueblo y del mundo. Por eso tuvo que llegar inexorablemente a la creación, a componer sin saber más música que la aprendida con su dulzaina de oídas. Como también a la fantasía. Ése era su exclusivo universo.

El caso de Eusebio, era distinto, por su vida y sus inquietudes, y sus tareas polifacéticas[206]. Además de dulzainero, era el muñidor de los entierros y aniversarios, tan pródigo en esas ocasiones de su voz como despiadado con los picaportes, y a falta de ellos golpeando las puertas con una vara- ¿Han oído, eh? Oigan. Por lo tanto, el mensajero que personificaba la parroquia, y el vínculo entre los muertos y los vivos. Terminaba con la frase que fue título de una de las Escenas matritenses de Mesonero Romanos: El duelo se despide en la iglesia, o en la iglesia y en el cementerio. La tarde del segundo día de la fiesta de la Virgen de la Peña, el treinta de septiembre, era el que voceaba los afamados remates de los regalos que se hacían a la patrona. Y la jarra, eran las palabras con que a veces terminaban las pujas, pues todos los postores tenían derecho a vino gratuito. Nuestro dulzainero también repartía los periódicos y cobraba las igualas de los médicos. Fue también churrero. Sin olvidarse de su huerta. Su cortesía era desbordadamente reverenciosa. E incensantemente le afloraban las ocurrencias a la boca. Anotando y recortando hasta los últimos años cuanto le parecía curioso. Se le conocía por El Cartero, aunque nunca lo había sido, debiendo el apodo a su padre que sí desempeñó el oficio. Una copla popular decía: -Aquí tenéis al Cartero/ con la dulzaina en la boca/ tocando buenas canciones, morena, para que bailen las mozas. Cuatro años después de la epidemia, como ya dijimos, fue nombrado alguacil municipal. Tocó en un festival en un teatro madrileño durante la República y se le hizo una oferta para quedarse en el ayuntamiento capitalino. Él respondió que tenía que permanecer en su pueblo honrando a su padre. Su hijo Ulpiano, oficial de la secretaría, mago de la máquina de escribir, fue el puntal del ayuntamiento en la etapa siguiente. A propósito de este nuevo tiempo, recordamos el predominio de los itinerarios norteños en los mendigos que pasaban por Sepúlveda. El indicio de una constante en aquellas relaciones geográficas limitadas. Que entonces experimentó un cambio trascendente, el de la llegada al mar, la conquista de su playa en la cotidianidad y el imaginario, desde aquellos primeros sepulvedanos en Torrevieja.

Del período republicano recordamos los títulos contradictorios de sendos libros escritos por dos ministros suyos, No fue posible la paz, de José-María Gil Robles, y La paz fue posible, del jefe del gobierno Joaquín Chapaprieta Torregrosa. Se podría meditar en la alternativa, a la  luz de la historia local sepulvedana de entonces. Una historia que no fue idéntica en todos los lugares españoles. Los largos años siguientes fueron más uniformes en el país desde la óptica municipal. Todavía durante ellos, en la década de los sesenta, se inició un cambio profundo que llevaría a una uniformidad en todo el planeta, y que acaso el hombre no había conocido desde la revolución neolítica. Por eso los cotejos locales tendrían, como tales, menos interés sustancial. A la vez que el espacio llega a movible, en el tiempo se diluye la larga duración, y la intrahisoria tiende a quedar enmascarada. Lo cual no quiere decir que la historia haya terminado.

Citábamos atrás la crónica novelada de un pueblo bosnio, Hay un puente sobre el Drina, de Ivo Andritch. Termina cuando nosotros las páginas que preceden del nuestro castellano. Desde entonces hasta esa cesura a que acabamos de referirnos hubo muchas diferencias entre ambos puntos en el mapa, el bosnio y Sepúlveda, aun ya iniciados ciertos parecidos que no había conocido su pasado inmediato, aunque desde un punto de vista más profundo podrían considerarse accidentales. Pensemos en la mecanografía, el automóvil, el teléfono. No fue ese el caso del período siguiente, en el cual, después de cambiado el siglo, seguimos.

                        ANTONIO  LINAGE  CONDE
                        Correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona



[1]En el presupuesto de 1903 constan 250 pesetas “para atender a lo que pueda corresponder a esta villa del arrendamiento de la Excma.Audiencia de lo criminal en Segovia”. Y el de la cárcel, además de ciertos gastos de la prisión del partido, incluía una cuota del alquiler de la provincial de Segovia.
[2]Cfr.AMIN MAALOUF, Orígenes (París, 2004): “membretes comerciales de exuberancia levantina, como fuegos artificiales”.
[3]Su recopilación póstuma Crónicas y poesías fue impresa en Segovia por Carlos Martín en 1934.
[4]”No sé a quién admiro más, si al artista realista o al idealista”.
[5]El 17 de septiembre de 1910, el alcalde le suspendió treinta días de empleo y sueldo por palabras malsonantes en las sesiones. En el partido había una asociación de secretarios.
[6]Son complementarios su libro de memorias Confesiones. Mi familia, mis amigos, mi época; y algunas pàginas de Manolo.
[7]Éste era el segundo teniente; continuó de primero Horcajo.
[8]Cesaron Pérez Serna, Onrubia y Pedro de la Serna. Collado, regidor interventor, había fallecido el 9 de enero del año anterior. A Pérez Serna, que era segundo teniente y había sucedido a Collado como interventor, no se le había aceptado la dimisión por imposibilidad física el 24 de julio de 1901, a pesar de acompañar certificado médico, por “no venir en forma”. El 17 de febrero de 1904 se informó al Gobernador de su suicidio. Este año no hubo ningún nombre nuevo en los concejales elegidos; Horcajo y Montalbán siguieron de tenientes.
[9]En mayo de 1901 se comunicó al Gobernador, como Presidente de la Junta de Beneficencia, que en la villa no había maestros de obras, sino sólo tres albañiles.
[10]El padre de éstos, Isidro, era el único “feligrés” que en el Libro de matrícula de la parroquia tenía la nota de “anarquista”. Explicaba su veegtarianismo por su negativa a comer cadáveres. Pasó la última parte de su vida retirado en el cmpo de Elche.
[11] Éste, que en 1904 fue Presidente de la Diputación, al llegar el Directorio sucedió como alcalde a Gozalo.
[12]Presidente de la Diputación en 1921.
[13](1872-1934). Era un bibliófilo culto. Con Santos Vallejo, el hombre polifacéticamente a la cabeza de la economía valisoletana, y Julio Guillén, del comercio local, fue uno de los apoderados plenos de Alba, cuando éste hubo de dedicarse a la política exclusivamente, para gestionar sus empresas, como la Sociedad Industrial Castellana y el Banco Castellano. Una de las sociedades a que se incorporó fue la Colonia Agrícola e Industrial del Duero. La conexión segoviana de Alba descansaba en Zorrilla, el escritor Francisco de Cossío, y Mariano Matesanz de la Torre (por ejemplo, la Sociedad Española de Automóviles, tuvo en sus miras las provincias de Valladolid, Segovia y Zamora). En su finca de la Hocecilla, Zorrilla llevó al cañón del  Mareaceite el ambiente de Wateau. Su figura se ha estudiado dentro de los partidos y familias que dominaron la vida política vallisoletana, hablándose de una patrimonialización del poder, en la tesis de Juan-Antonio Cano García, Poder, política y partidos en Valladolid durante la Restauración..
[14]”Imprenta y librería. Objetos de escritorio. Menaje de primera enseñanza”, rezaba el membrete de sus facturas, de recuadros orlados, con una línea encarnada de separación para las cantidades y partidas. El número de partidas de cada factura en el archivo denota lo corriente y diversificado del material impreso usado burocráticamente.
[15]Pero Cayetano Velasco y otros que habían sido nombrados en 1891 no cesaron hasta 1906.
[16]Por distritos se elegían los concejales.
[17]El 1 de octubre de 1902 se propusieron al Gobernador las ternas de sus vocales, dos de padres de familia- la primera encabezada por Esteban Sanz- y una sola de madres, compuesta por Francisca Monte de la Serna, Teresa Martínez de Frutos y Gregoria Meléndez Beltrán.
[18]De ellos, 1.516 domiciliados, y 11 transeúntes. En 1904 y 1906 sólo 3 y 2 transeúntes; de 1907 a 1909 18, 16 y 14 transeúntes. En 1906 había 1.111 habitantes en el primer distrito y 1.006 en el segundo. En 1906 se informó de que no había ningún extranjero. En 1908 de que nadie había emigrado “a los países de América”. Pero en febrero del año siguiente hay dos instancias para irse a Buenos Aires, dirigidas a los jefes de las Zonas de Reclutamiento y Reserva de Madrid y Getafe, para su remisión al Capitán General.
[19]Tenemos a la vista la Cuenta General de Caudales rendida por el depositario Esteban Sanz al interventor el 31 de diciembre de 1901 (según la instrucción de 20 de noviembre de 1845): Cuenta de caja (cargo, data y saldo; quedaron en caja 8.291’87; en el acta de arqueo de la misma fecha de 1907 el saldo era de 13’10=13 plata, 0’10 calderilla), clasificación por capítulos del presupuesto, y clasificación por artículos. Nos interesa cotejar estas cifras de los gastos: Gastos del ayuntamiento 10.054’85 (entre ellos, 8.457’99 de sueldos, 250’56 quintas, 850 de material de escritorio, biblioteca popular 75, festejos y funciones 492’70); obras públicas 6.782’61 (=3.501’25 de caminos y puentes, 2.631’40 alcantarillas, 500 edificios, 150 fuentes y cañerías); instrucción 4.886’40; beneficencia 659. Huelga comentar el contingente para gastos provinciales, 4.714’12.500 se pagaban de alquiler de la casa del capitán, y 250 de la estación telegráfica. De los ingresos: Propios, 1.999’96 de inscripciones y 160 de fincas y censos: impuestos, 6.334 de puestos públicos, 2.500 de matadero, y 1.995’50 del cementerio; recursos para cubrir el déficit, 26.116’15 de recargo en el impuesto de consumos, y 2..647’30 de recargo en la contribución de inmuebles. 
[20]La policía de seguridad consistía en el seguro de incendios, 93’20. La urbana y rural se englobaba, a saber: 1.798 alumbrado, 1.095 limpieza, 942 cementerios, 180’25 matadero, 166’15 arbolado, 36’25 recompensas por dar muerte a animales dañinos (raposos a 2’50, garduños a 1’25; en 1904 se pagaron 4 pesetas por “un ave de rapiña de tamaño igual o superior al milano”; en 1906, 3’75 por un gato montés y un hurón). La esfera del reloj gastaba 143’20 de alumbrado, y 100 para el encargado de encenderla.
[21]Notemos algunas partidas del presupuesto de 1903: sueldo de cada encargado de la limpieza de toda la población 547’50; aumento y conservación del arbolado de los paseos 200; con destino a aceras y empedrado 50; al encargado de facilitar las medidas de los áridos en el mercado 25; para pagar al fiel contraste los derechos de contrastación periódica de las pesas y medidas del municipio 20; al cartero Manuel López para la correspondencia oficial 25.
[22]La corrección pública era la única cantidad igual en ambos, 748’44. Consistía en el presupuesto de la cárcel. Sus ingresos eran las cantidades aportadas por los demás pueblos del partido. Los gastos no se detallan.
[23]”Por ahora”, el secretario renunció al aumento de sueldo fijado por el nuevo Reglamento Orgánico del cuerpo.
[24]Y uno adicional de 4.097’63.
[25]Con otro adicional de 1.269’38.
[26]Con uno extraordinario de 3.400.
[27]En 1908 se pagaron, para él,  12’50 (=10, una de embalaje, y envío desde Madrid) por dos gorras de paño azul fino con galón de primera reluciente plata alambrillo a  una “Fábrica de gorras. Bordados y galones finos de oro y plata. Esmerada confección en géneros de librea, adornos, correas y para toda clase de empleados civiles y del cuerpo diplomático. Especialidad en gorras para los ferrocarriles, Armada, colegiales y establecimientos penales. Jesús Martínez, calle Mayor 57. Primera casa en teresianas, roses y demás efectos militares”. Negro y blanco el membrete sobre gris plomizo, recuadros floreados, ondulaciones y molduras. En 1916 costó 16 pesetas un uniforme. El membrete había cambiado, alternando el blanco sobre marrón y el marrón sobre blanco en las gruesas letras cuadradas: “Con patente de invención de gorras de plató desmontable [transformable, dasarmable, intercambiable]. 1ª casa en gorras de uniforme de todas clases, con especialidad en las de ingenieros de caminos, minas, montes, ferrocarriles, correos, aduanas, cruz roja y chauffeur. Últimos  modelos de gorras de plató para el Ejército y la Armada, roses, chacots, kalpas y demás efectos militares”.
[28]El 27 de agosto de 1902 consta el gasto por un escudo y colgadura: 132’26 a Pedro Abad por un cacho de edredón café, un pañete azul y otro grana, trencilla blanca tanto para el escudo propiamente dicho como para la colgadura, treinta varas de damasco algodón de 1ª corte, y tres de burgueta; y 23 a María Gutiérrez por la confección de la colgadura.
[29]Por muerte de su hermano Antonio. Lo había solicitado también el otro, Antonio Gutiérrez García.
[30]Servicio Municipal de Cirugía Menor.
[31]Las cantidades de ambos remates fueron 4.901 para los puestos y 1.401 para el alumbrado.
[32]El local llamado Abacería estaba arrendado.
[33]1’50 se pagaron en 1905 por su encuadernación a la “imprenta” local.
[34]En 1906 había fallado la segunda tentativa de constituirla en Sepúlveda. Se logró en el siguiente.
[35]Para todos estos años, hay un sólo informe de no haberse puesto ninguna multa por su infracción.
[36]Procedente de la deuda corriente al 5% no negociable.
[37]Es la primera sesión que conservamos de ese año. El libro de actas anterior a éste- son nuestra fuente fundamental-, que llega desde ese día hasta el 11 de septiembre del año siguiente, no está en el archivo.
[38]La sesión siguiente, el día 23,  se limitó a aprobar el acta de la anterior. No es un caso único.
[39]Sepúlveda era sólo cabeza del partido judicial, y de la Comunidad de Villa y Tierra. Aunque a veces se la encomiendan algunas funciones esporádicas comarcales; así, el 28 de abril de 1903, de orden del Gobernador, pidió el resultado de las elecciones de diputados a cortes de Fuentesaúco, Aldeasoña. Fuente el Olmo de Fuentidueña, Cobos de Fuentidueña y Cozuelos de Fuentidueña.
[40]El 30 de junio de 1902 firmaba Salvador Serna, como “Director de la Música”- estaba también encargado de encender la esfera del reloj de la Plaza-, el recibo de 145 pesetas “por tocar en las funciones de semana santa y corpus y en el recibimiento que se hizo en la villa al Ilmo.S.Obispo de la diócesis”.
[41]Percibió 160 pesetas. El 21 de abril de 1908 el ayuntamiento denunció como falta al juzgado municipal los hechos realizados por Hilario Antón Trapero y otros en la parroquia de San Justo el viernes santo.
[42]Por ejemplo, en 1909 consta la factura del “Almacén de esteras y persianas Antonio Mas Lledó (Concepción Jerónima 19, antes Imperial 3, Madrid; “desestero y limpieza de alfombras y esteras, precios económicos”; curiosamente, en 1903 era “cerería, horchatería y depósito de persianas”), de 38 palmas a 1’50, y 5 palmas medianas a 0’75 (en 1903 se distinguía entre palmas grandes y chicas, costando 2 pesetas el porte del carro y el mozo; en 1907, entre palmas lisas y cogollos). Choca a simple vista que en 1914, en una variopinta factura del vecino Agustín Gil- era maestro albañil-, se incluyeran 3 pesetas por cortar los ramos y 6 por subirlos a las calles. Pero eran compatibles con las palmas de lujo. Se necesitaban los dos acopios. Las palmas no eran para todo el mundo.
[43]En 1903 se pagaron a Pedro Abad para la semana santa 63’20 por 44 libras y 3 cuarterones; 96 en 1909 a Julián de Miguel por 46 libras; 1’80 por tres libras de velas para la Purísima o Inmaculada (había tambi én iluminación de noche), otras tantas para la capilla del cementerio. El año anterior se le habían gastado 40 libras en velas de libra, 2 en velas de media libra, y 12 en velas de cuarterón.
[44]”De Santos Soriano, sucesor de Luque, Mayor 1. Hospedaje desde 7 pts. en adelante. Departamentos amueblados para familias”. Se detallan en la factura sendas pesetas: por una botella de Mondáriz una, y por una copa de jerez y una de coñac la otra, la mitad por una pastilla de jabón, y 3’50 por seis cafés y un té.
[45]El legajo de quintas es nutrido. Entre los ayuntamientos del lugar de residencia y el de nacimiento había correspondencia, e incluso con las Juntas Consulares de Reclutamiento.También con los Establecimientos de Beneficencia para los expósitos. Después con algunas autoridades militares, como regimientos de artillería y montaña, de infantería y de caballería; jefaturas de sanidad militar, escuelas militares especiales de tiro nacional donde los reclutas podían alistarse antes de incorporarse a sus cuerpos, bases navales, jefes de aviación militar unos años después. El contenido era acreditar la permanencia en filas, o algunos retrasos en la incorporación, la fijación del domicilio para las revisiones, el envío de algún socorro excepcional. Los mozos ingresaban en la Caja de Reclutas de Segovia, pero en las comunicaciones de ésta figuraban la Academia de Artillería, la Escuela de Equitación, la Remonta de Caballería, y la Intendencia de Madrid.
[46]Curiosamente, el año siguiente hubo una protesta de Carbonero el Mayor por pretender alistar a José Dávila del Barco, hijo del notario que desde allí se había trasladado a Sepúlveda.
[47]Revisadas luego en Segovia, en el llamado Juicio de Exenciones.
[48]Se pagaron 209 pesetas de jornales, la mayoría a 2’25, algunos a 1’75 y 0’75.
[49]Hasta entonces se había venido renovando por tácita reconducción. Se formalizó para cumplir el Reglamento Benéfico Sanitario de los pueblos de 14 de junio de 1891.
[50]Cesaron Serna, José de la Plaza, Montalbán, Conde y Barral.
[51]1º y 2º tenientes. En 1909 renunció Plaza por ser juez municipal suplente.
[52]El segundo alcalde en el Directorio, durante casi toda su duración.
[53]Lo mismo que su sustitución por De Antonio como segundo teniente. El 18 de julio siguiente se pagaron 10 pesetas por un cordón de oro y seda para el bastón del alcalde, traído de Valladolid: “Cordonería, pasamanería y bordados. Merino y sobrinos, Acera de San Francisco 22, Duque de la Victoria 2. Galones militares y de iglesia. Especialidad en artículos para bordados y labores. Guantes, perfumería, abanicos, sedas, cintas, pieles y géneros de punto”. El membrete ocupa la mitad del anverso, gris plomizo con nostalgias verdosas y azuladas, algunas letras sombreadas y gruesas, alternando las rectas y las curvas, en un óvalo una casa de pisos con balcones y la planta baja comercial.
[54]En 1908 éste le cedió a la empresa concesionaria de la electricidad y el agua.
[55]En 1903 el sueldo del cabo eran 547 pesetas, y 502 el de cada uno de los otros tres. Por las horas de servicio fuera de las reglamentarias  en invierno, percibían una gratificación de 147.
[56]Por ellos se pagaron el 1 de diciembre 40 pesetas a Ángel Román.
[57]En recuadros geométricos orlados, con salientes de pretensiones rococó; la letra de variados tipos, tintas y tamaños, está la del concejal Hilario Gozalo de Dios: “Géneros del reino y extranjeros. Plaza Mayor número 14. Paños, bayetas y géneros catalanes. Quincallas, paquetería y géneros ultramarinos”. Sencilla es la del “Comercio de géneros del reino y extranjeros” de Miguel Abad de la Serna (futuro alcalde como el anterior). En gris sobre blanco, las orlas tendiendo a la línea recta, amplios a los extremos el acueducto y el alcázar, entre palmeras, helechos, espigas y hojas, es generoso el tamaño de los caracteres, en la capital la de “Gregorio Gª Bermejo. Sombreros de señora y niño, modelo de París. Gorras, capas y faldas de cristianar. Especialidad en guantes de todas clases. Paños, cueros y corbatas. Plaza Mayor 36 (antes Juan Bravo 23 y 25)”. Sus importes 52, 55’50 y 14.
[58]Las repercusiones llegaban a los rincones oscuros de todo el país. Así, el 2 de marzo de 1905, salió del ayuntamiento una comunicación al Jefe de la Comisión Liquidadora de los Cuerpos Disueltos de Cuba y Puerto Rico, en Aranjuez, con una instancia de Celedonio López reclamando el alcance de su hijo José. Todavía de julio a octubre de 1911 enviaron instancias al Gobernador Militar Victoriano Onrubia Arranz, Aniceto Sanz Pérez, Casto Navares, Gregorio Sanz, Simón Ayuso y tres combatientes más  de Cuba pidiendo sus pluses. El 2 de septiembre de 1911 le remitió los suyos el Coronel-Jefe del Regimiento de Infantería de Austria, de Madrid, a Bartolomé Monte. El 31 de octubre los pidió Eusebio Sanz de San Antonio; el 13 de noviembre Ángel Esteban Sanz y Guillermo Molinero; el 20 de diciembre Félix Casado Casla.
[59]Se recaaudaron 14 pesetas.
[60]El 28 de julio de 1909 se remitió a la Comisión Provincial de Segovia la relación de los reservistas censados que habían marchado a esa campaña.
[61]Había muerto ya Victoriano Horcajo.
[62]El 3 de noviembre renunció, presentando su partida de bautismo, de sexagenario.
[63]1º y 2º tenientes.
[64]Tenientes 1º y 2º Plaza y Gozalo.
[65]Por entregarlas se pagaron 10 pesetas a cada uno, a Ángel Postigo, Venancio Llorente, Deogracias y Miguel Antón.
[66]Se hizo ver que se perjudicaría el ayuntamiento al perderse el 13% del recargo municipal sobre la contribución.
[67]Todavía eran corrientes comunicaciones como las de 22 y 23 de noviembre de 1907 a los alcaldes de Perorrubio y Cerezo de Abajo, sobre los precios, según las cotizaciones de tales mercados, del trigo marrajo y el centeno respectivamente.
[68]Era rutinario alquilarlos; por  ejemplo consta haberse sacado a subasta el arrendamiento en la sesión del 9 de febrero de 1919.
[69]Ya en 1904 había una “Sociedad Electricista Sepulvedana” cuyo gerente era el alcalde Abad. Se iban a quedar arcaicas las partidas del presupuesto de 1903, como las 1.800 pesetas por el material para el alumbrado de gas o petróleo de todos los faroles de las calles públicas. 50 costó entonces otra que estaba llamada a mantenerse modificada: recoger aguas y composturas de fuentes, pilares y cañerías de las destinadas al servicio público.
[70]En esa sesión se autorizó a la sociedad ejecutante a modificar el puente del camino del Batán, sobre el Caslilla, “y utlizar todas las demás vías y predios pertenecientes al municipio, con el fin de que lleve a efecto sus obras sin obstáculo de ningún género”.
[71]Una factura de este año ya respira modernidad por el membrete de “Claudio Marinas. Vidriero, hojalatero y plomero. Instalaciones de saneamiento de casas. Sifones. Inodoros esmaltados” .
[72]Hubo que contar con el Hospital de la Veracruz de Aranda, que tenía algún derecho sobre el caudal de ésa.
[73]Por ejemplo, el 1 de enero de 1908, se acordó facilitar el fluído a la escuela de adultos, que se había quedado sin luz teniendo que suspender las clases.
[74]El 2 de diciembre, ese vecino y otros de esa calle. no habían construido los pretiles de las traseras de sus casas. Se acordó ejecutarlas a su costa, “a fin de evitar el peligro que el terreno ofrece hoy para el tránsito público”. Ese mayor ornato se alegaba también el 3 de mayo de 1911 al conceder la apertura de una puerta en el muro de la Carnicería que daba entrada a los graneros contiguos a una casa particular.
[75]Por ir contra la ordenación aprobada por el Gobernador, el 3 de marzo del mismo año se denegaron a Pedro Abad cinco metros lineales a continuación de la esquina de su casa en la Plaza Mayor por la fachada principal e igual dimensión  desde la esquina del Callejón del Norte a terminar en disminución”.
[76]El 15 de enero de 1906 se requirió para que arreglara la casa sobre él al concejal Horcajo. Acerca del asunto hubo un recurso del mismo. En 1910 se cruzó correspondencia sobre dicho arco con el ingeniero de la carretera. El 19 de enero de 1911 se le pidió que se cumpliera lo ordenado sobre el. No tenemos otra noticia.
[77]En ella se denegó al veterinario Fuentenebro su petición de poner el banco de herrar, con el material y herramientas de la profesión, en la Plaza de los Cerdos, “teniendo en cuenta que se trata de una plaza pública para mercado, y que no puede obstruirse el soportal, por servir de albergue a las personas que al mercado concurren”. También tenía prohibido herrarlas en la calle de la Picota. Menos problemático fue conceder un trozo de 15 a 20 metros cuadrados en Los Ortigales, para una era de pan trillar, “al solo efecto de colocar las mieses durante la recolección”. Ello en 1909, cuando pasó a comisión la demanda de una parcela de 40 metros cuadrados, frente a la puerta de la finca El Batán, hecha por Isidro y Blas Barral, Francisco Antoranz y Mariano López, para poner “un casillo donde almacenar sus trabajos de cantería”.
[78]Ildefonso Horcajo también le había pedido, para dar más desarrollo a la escalera de su casa contigua. Pero se tuvo en cuenta la servidumbre existente ya a favor de Sanz
[79]Por 630 pesetas.
[80]El 29 de mayo se envió una comunicación al Gobernador sobre el establecimiemto del laboratorio de higiene recientemente obligatorio.
[81]Importaron 45’75.
[82]Después de un informe del concejal Conde Lozoya sobre el “cierre de la puerta” de la de Francisca Cebrián.
[83]Se le enviaban las 50 pesetas que había pedido de anticipo.
[84]Un hijo de este médico, Manuel-María Vergara, dirigió en La Habana la revista Ecos de España, en la cual aparecuieron en la remota década de los cuarenta dos artículos de mi incipiente pluma, Las fiestas de San Miguel  y Así era el carnaval en  la villa,
[85]En 1903 firmaba los recibos trimestrales de 75 pesetas, sor Trinidad Díaz Martín.
[86]En el presupuesto de 1903 figuraban 100 “de premios y confituras para los niños, en los exámenes que se celebran por la Junta, como estímulo para la enseñanza”.
[87]Al fin, el 2 de noviembre se acordó instalarle las luces que precisara en la escuela para las clases de adultos. El 25 de noviembre de 1905 se concedió una más, de diez bujías, a la otra privada que para los mismos estaba a cargo de Pedro Horcajo.
[88]Éste había tomado posesión en 1907 y fue fusilado en 1936. Era de Astorga.
[89]El 2 de agosto de 1908 el ayuntamiento le concedió, previo permiso de la misma, para una conferencia pedagógica del Inspector de Segovia.
[90] La panera del pósito, según la expresión literal del acta, había sido adquirida en subasta por Francisco Revilla Gómez Éste ofreció el 21 de noviembre de 1909 también su cesión gratuita al mismo ayuntamiento, a condición de destinarle sólo a teatro, y caso de alquilarse no ser por más de 50 pesetas, y las obras de conservación y reparación que tampoco podrían superar ese tope. Naturalmente se aceptó con “un voto de gracias por tan generoso desprendimiento”. Aunque la oferta de Esteban Sanz se refería al pósito, éste y la panera o granero se identificaban. Hay que deducir que Revilla, cuyas condiciones eran extrañas, no se acabó entendiendo con el ayuntamiento, y Sanz le compró la finca con la intención donante ya nítida e incondicionada.
[91]Sigue la opinión sobre Campoamor que hemos citado al principio.
[92]En el presupuesto de 1903, además de 485 pesetas por la renta del cuartel, se consignaban 400 por “atender a los suministros de las tropas del Ejército y Guardia Civil”.
[93]El 24 de octubre de 1905 se devolvió informada al Gobernador una instancia contra aquél por su tolerancia con la caza.
[94]Representada por su administrador Manuel Conde. Recordemos que Francisco de Cossío escribió que entonces la villa vivió la gran época de los administradores. También el Cuartel tenía su administrador. El 6 de diciembre de 1911 el Comandante de Puesto pidió el arreglo de la cocina, para que desapareciera el humo, lo cual se acordó pasar a comisión. Consta luego la cuenta de Miguel Barral (=43’87) por los jornales y materiales de esa “reforma de chimeneas y cocinas”, y otras parejas en lo sucesivo.
[95]El 20 de agosto de 1903 se comunicó al alcalde de Pedaza que el día siguiente llegaría para pernoctar allí una bateria de montaña. El 31 de agosto de 1906 el ayuntamiento envío al Jefe del 6º Depósito de Caballería de Sementales de Alcalá el talón de cubrición de una yegua de Dámaso Gil Municio.
[96]La mayoría del gasto pagado (98’50) fue en tiendas varias, incluidas las confiterías
[97]Uno de ellos, el futuro alcalde Miguel Abad de la Serna, también vendedor de ropas hechas.
[98]Uno era Francisco Zorrilla.
[99]El 27 de septiembre se informó que Josefa de Antonio no era especuladora, sino que se limitaba a vender los granos de sus rentas. En 1907 consta un expediente por ocultación a Luisa Mazas como especuladora de lanas y trigo.
[100]Una factura de Julián de Miguel para el reloj (=latas y cuartillos de petróleo y tubos) es representativa por la diversificación detallada de su membrete: “Droguería y productos químicos para la industria, medicina y artes. Venta de petróleo. Colores molidos e impalpables. Artículos para tintorerías, fotografías y artes. Barnices y perfumería”. Como otra para el alumbrado (latas petróleo León, cristales y rosquillas), en recuadros orlados, de la “Droguería y cerería de Eduardo Suárez. Específicos nacionales y extranjeros. Aguas minerales. Perfumería. Pinturas, brochas y pinceles. Artículos para la tintorería”.
[101]En la novela de Cossío, Cincuenta años, aparece en la fonda, “un viajante que presume de haber representado dramas de Zorrilla, y coincide con una señora [acompañada de su hija: una morena delgada, de ojos muy vivos, a quien el médico había recomendado aires de sierra]en escandalizarse estéticamente cuando el melenudo poeta Manzanedo hace encomios de París y de Mallarmé. La señora no quiere que la quiten a Bécquer y Campoamor”.
[102]La comisión de tres personas que se desplazó para ajustarlos gastó 208’50, a saber en la merienda en Sepúlveda, el carro a Castillejo y vino allí, asientos a Buitrago, luego a Madrid, e ida y vuelta a Colmenar, coche a la estación para Segovia, y asientos a Sepúlveda, con los gastos en Buitrago, Madrid, Colmenar, El Espinar y Segovia.
[103]Éste cobró 500 pesetas, la cuadrilla incluida (como los demás que citaremos, menos Vicente Sanz, sólo 425); Blanco 3.430, y Santos 1.040; Vázquez pagó 500 (de Marcos hay un recibo de 850, y 40 por gratificación a sus pastores). Constan los resguardos solemnes de los telegramas a Blanco (=7’005): dos triángulos en un cuadrado, austero el papel ocre, algo corrida la tinta del impreso, borroso el sello en tinta negra. La primera cuenta del arquitecto es de 1910(=140, y 60 de alquiler del carruaje). La banda cobró 220 y los dulzaineros 65. En 1909 hay un recibo de  Eusebio y compañeros de 15 pesetas “por tocar a baile público, por tarde y noche, en el día del Corpus Christi último, que este ayuntamiento abona desde inmemorial tiempo”; de 10 pesetas ese mismo año un pago a Eusebio por tocar el día de Santiago (en 1907 se pagaron 40 a Julián y compañeros por los tres días de carnaval) . En 1901 la dulzaina y el tamboril por los tres días y noches de carnaval, y el alumbrado por la noche, hasta las doce, había costado 52.
[104]Por dicho cierre cobró 50 pesetas en 1908 el citado “maestro albañil” Miguel Barral. Se mantenía la vieja asociación de carpintería y albañilería.
[105]El ayuntamiento había contribuido con 10 pesetas a la suscripción iniciada por el alcalde de Madrid entre todos los de España para regalar con ese motivo un album artístico al monarca. Era uno de los volúmenes que enseñaban a los visitantes de la Biblioteca de Palacio. Consta después el recibo de 4 pesetas por llevar los bancos y asistir los maceros en San Justo el día de rogativas (sic) por el feliz alumbramiento de la Reina.
[106]El 26 de agosto firmò Bonifacio Serna el recibo de 2’50 por sus derechos de sacristán en esa función
[107] El 22 de abril de 1908 se escribió al secretario del Círculo de Bellas Artes de Madrid, a instancia del director de ésa, pidiéndole el pasadoble El 2 de mayo.
[108]El 15 de septiembre de 1903 se comunicó al Administrador de Contribuciones que las corridas del 30 y el 31 habían sido gratuitas para el público, habiendo sido gratificados los diestros con 500 pesetas.
[109]El 15 de diciembre de 1902 se escribía al Administrador de Contribuciones de que no había ninguno. Pero por el Registro consta que el 19 de abril de 1904 se informó de las sociedades de recreo existentes.
[110]Había el presidente y el vicepresidente Tomás de la Plaza y Augusto Montalbán, el vocal Ricardo de la Plaza, el cajero Juan Antoranz López y el secretario Ángel Román.
[111]A La dicha de la muerte, poesía de Campoamor: “Don Ramón ha sido acaso el filosofo más desesperado que ha existido, pero no se le conoció, por lo bien que supo siempre mezclar la gota de hiel con la de miel”. A Volverán las oscuras golondrinas: “Estas rimas sublimes las orlan un ruiseñor y unas siemprevivas. El ruiseñor era Bécquer, que dejó de trinar; las siemprevivas son la gloria humana, coronando al poeta que supo cantar el amor verdadero”. Otras citas, acaso contradictorias entre sí: “El amor es el origen del bien. Los dos generadores más importantes de la esclavitud han sido siempre el dinero y la mujer. El arte es el único medio de reformar los cerebros egoístas. Otro día, un desengaño más. El que se ocupa de pasar la vida no vive. Cuando dos ojos se miran enamorados, dos almas se besan. La vida es el  momento o instante presente, lleno de placer o dolor según la mente del que la vive”.
[112]””En los ojos de una mujer se compendia el estudio de la humana naturaleza”.
[113]De ella, decía yo un día al empezar a leer una carta. ¿Qué diría que al terminar la maldije?”.
[114]”El vicio necesita aperitivos; el amor no necesita más que alma”.
[115]Ildefonso Horcajo Serna había ofrecido una casa para la estación telegráfica. Se le aceptó el 21 de diciembre por un alquiler de 125 pesetas.
[116]Nos suena a excepción, por ejemplo, la instancia de tramitación municipal, al Coronel Jefe de la Zona de Reclutamiento de Segovia, del recluta Gregorio López Cristóbal, para viajar por el extranjero. A propósito de los caminos, el 14 de marzo de 1908 se informó al Gobernador sobre la habilitación del Puente de Talcano. Se trataría de su índole práctica de paso, no de la antigüedad romana.
[117]El 16 de diciembre de 1901 se informaba al Administrador de Hacienda del número de coches y precio de los billetes de la empresa de Cruz Sanz, de Segovia a Riaza. El 1 de agosto del año siguiente no se presentó ningún postor a la subasta de ese correo. Sobre esa línea consta que hubo informes de los alcaldes de Turégano y Riaza, además del de Sepúlveda, y comunicaciones del de Aldealcorvo. El 3 de marzo de 1906 se informó de que Esteban Sanz era dueño de un carruaje para el transporte de viajeros a Segovia. El 20 de marzo de 1907 se trasladó al Gobernador la denuncia contra el coche correo de Segovia a Sepúlveda hecha por el sobrestante de carreteras.
[118]En 1907: “Coches de lujo para viajes y paseos de Esteban Sanz y Sanz. Fábrica de chocolates. Comercio de tejidos y coloniales. Diligencia-correo de Segovia a Turégano, Cantalejo, Sepúlveda y Riaza”,en otros modelos se incluye la “cobranza de letras”, dos recuadros rectangulares verticales, ornamentación geométrica en la parte superior, el nombre un rectángulo con profusión geométrica a los lados. O el nombre con los rasgos de las letras duplicados y algo ornamentado en la parte inferior, y el resto del texto con tres disminuciones sucesivas del tamaño. Este capítulo de la historia de la imprenta ha sido propicio a despertar la nostalgia, pero tras las nuevas técnicas de soporte de la escritura, la nostalgia llega a la del papel impreso sin más.
[119]Era una referencia popular en estas regiones, en algunos lugares llamada La Pava, por un dibujo en sus vehículos.
[120]De Pedro Serna, Antonio Monte, Francisco y José-María Zorrilla. En 1907 se dio de baja el carruaje y caballería de Luisa de Mazas.
[121]Un detalle material: el 5 de julio de 1909 hubo que pedir permiso a su ingeniero para colocar las losas de la Plaza.
[122]El 16 de julio de 1904 se remitió al Gobernador Militar una instancia de Marcelino Sanz al Ministro de la Guerra solicitando el puesto de peatón en Urueñas. El 27 de agosto de 1908 el ayuntamiento propuso al Administrador de Correos de Segovia, para peatón a Castrojimeno. a Tomás Cuesta Peña
[123]Botones de muestra de una constancia en la cotidianidad: El 10 de febrero siguiente se recibió la conformidad del Director de Carreteras Provinciales autorizando las obras municipales que afectaban al quilómetro 56 de la de Segovia a Boceguillas, siempre que las limpiara si habían de ser cubiertas y no pudiera hacerlo el peón caminero. El 28 de junio de 1911 se recibió la contestación del Ingeniero de Obras Públicas para abrir al tránsito la carretera a Segovia en el paraje de Las Hazas, que había sido interrumpida por el sobrestante.
[124]El 27 de marzo de 1906 se dio un voto de gracias a Eleuterio Delgado por sus gestiones al respecto en Madrid. El 3 de diciembre se le felicitaba por haber sido nombrado  ministro de hacienda.
[125]La sentencia se imprimió en Sepúlveda en 1910, un folleto de 44 pàginas.
[126]Alegaban que la situación en las demás comunidades era diferente, pero no citaban un solo ejemplo, a pesar de tenerlos muy cercanos, tal Fuentidueña.
[127]En ella votó en contra el ochavero de Sierra.
[128]Sostenia que ese nombramiento estuvo vigente hasta la Ley Municipal. Citaba también la práctica del antiguo régimen de extenderse las actas de las sesiones en el mismo libro que las del ayuntamiento, “lo cual demuestra su perfecta identificación”.
[129]Se añadía que esa instancia sólo había podido escribirse “por persona no nacida bajo el sol de Sepúlveda y su tierra, y desconocedora en absoluto de los fundamentos y origen de su Comunidad”.
[130]Citaba ejemplos: Sotillo tenía agregadas La Fresneda y La Alameda, pero éstas tenían los mismos derechos que la cabeza; Velosillo y El Olmo estaban en distinto ochavo que su matriz; Ciruelos era anejo de un pueblo del partido de Riaza, Pradales.
[131]Un buen muestrario de la ciencia jurídica de la época, ahora de interés entre la historia y la doctrina. Los despachos de Barrio Mier, Barrio y Morayta y Wais estaban en San Bernardo 57, Isabel la Católica 4 y Barquillo 13. Constan los honorarios de Barrio Mier, 150 pesetas.
[132]Catedrático de Historia del Derecho en la Universidad Central. Autor del libro titulado Historia General del Derecho Español. Extracto taquigráfico de las explicaciones (“Biblioteca del estudiante de Derecho publicada por M.F.M”; Victoriano Suárez, Madrid,s.a.).
[133]Desde Aldegastro, hijo del rey Silo, el año 780, al monasterio de Obona; Alfonso II a Valpuesta el 804, el Fuero de Brañosera del conde Munio Núñez y su mujer el 824, la donación de Ordoño I a la iglesia de Oviedo; las de Fernán González al monasterio de Cardeña en 941 y a Santa María de Rezmondo en 969; de Garci Fernández a San Cosme y San Damián, de Sancho García a Oña en 1011.
[134]Se alegaba que Fresno siempre había enviado la relación de sus vecinos.
[135]También se consultaba la prescripción del derecho de Fresno a cobrar intereses de las láminas. Wais contaba los treinta años últimos. Casanueva estimaba que desde la emisión, con lo cual el derecho se habría extinguido. Wais aconsejaba que se pidiera volver a poner las láminas a nombre de la Comunidad.
[136]Barrio y Morayyta escribió en su dictamen: “Al llegar a este punto, el letrado que suscribe se cree en el caso, por el mismo amor que a su tierra sepulvedana profesa, de aconsejar alguna transigencia, que pudiera evitar el pleito, de una solución dudosa, y que ya se fijara, de una manera definitiva y concreta. de una vez àra siempre, la participación de cada uno, sin dejarla sujeta a un movimiento vecinal”.
[137]En 1908 cobró 8 pesetas Félix Fresnillo por “16 varas de esteras de paja para la Biblioteca Popular, y un ruedo para el portal de la Casa Consistorial”.
[138]Lo sabemos, y nada más, por el recibo de 3 pesetas de su secretario, Salvador Viniegra. El citado Ríotaliso escribió al margen de El bautizo de aquél: “Este cuadro es un poema de la flamencomanía en España”.
[139]El 23 de abril de 1907 consta el gasto  de 5 pesetas por llevar los bancos a Santiago para el segundo aniversario de la muerte de ésta. El 8 de junio de 1919 se le felicitó como senador vitalicio, cuando su citado hijo José era diputado por el distrito; el padre lo había sido desde 1888 hasta 1903 (sucediendo por lo tanto a su tío político José Oñate y Valcárcel), y senador desde 1905 hasta 1914. El 13 de agosto de 1922 Gil Becerril agradeció al ayuntamiento su felicitación por la boda de su hijo. Él murió el 31 de marzo de 1924.Llevaba bastantes años de gerente de la Trasatlántica. Martín Rodrigo y Alharilla, de la Universidad Pompeu Fabra, ha estudiado esta familia: Vinculos personales, relaciones horizontales y decisiones verticales en el grupo empresarial Comillas; cfr. ENRIQUE FAES DIAZ, Claudio López Bru, marqués de Comillas (Madrid, 2009). Otro hijo, Luis Gil de Biedma se casó con Luisa Alba, hija de Santiago. La familia también contó en la Unión Resinera Española, entroncada por lo tanto además con la que César Almuiña ha llamado “burguesía harinera”. Gil Becerril fue uno de los miembros del primer comité nacional de Acción Católica; otro era Menéndez y Pelayo. Los padres del  poeta Jaime Gil de Biedma se conocieron en Sepúlveda al figurar en el reparto de una obra teatral allí representada por los aficionados y auspiciada por Zorrilla Arroyo.
[140]En algunos de los volúmenes de esa suscripción se conservaba la cuenta detallada de su importe.
[141]Adquiridas durante la estancia allí de la familia Oñate, al haber seguido a Isabel II en su exilio.
[142]Tenientes 1ºy 2º De Miguel y Barral, como en el ayuntamiento siguiente.
[143]Cesaron Félix Conde, Molinero, Plaza y López.
[144]Su nombre aparece incesantemente en la construcción que el archivo municipal refleja. Así, el 16 de mayo de 1915, por suma necesidad, se acordó encargarle por administración el arreglo de la calle de San Justo.
[145]El 22 de febrero de 1914 se reiteró el cierre, especificando tratarse de “los cuatro huertos de los terrenos de propios denominados Pradera de los Ortigales y de los de intramuros, desde ésos hasta las callejas del Juego de Pelota”. El 10 de marzo de 1915 se acordó publicar un bando vedando hasta nueva orden Los Ortigales y los caminos, callejas y praderas  intramuros, pero el 22 de  marzo del año siguiente se exceptuaron las callejas y caminos. El itinerario queda bien delimitado en el acuerdo de 23 de abril de 1913: “Vedar los caminos y callejas de intramuros, desde la Puerta del Postiguillo, dando la vuelta por la Virgen de la Peña, y siguiendo por el camino y callejas del Cementerio Viejo, Puerta de la Fuerza, Callejón del Cabildo hasta bajar a la carretera por las callejas del Juego de Pelota”. Desde el 24 de junio se levantaba la veda para los ganados lanar y cabrío.
[146]En la pràctica fue Conde Lozoya el único que cesó.
[147]La guerra apasionó y la seguían animadamente tanto los germanófilos como los que corrientemente se llamaban anglófilos. Pero el ambiente, el que retrató Wenceslao Fernández Flórez en su novela Los que no fuimos a la guerra, no tenía ningún parecido con el de la guerra segunda, que en el pueblo y el país fue una prolongación psicológica de la guerra civil, por el espejismo extraño de pensarse que su resultado iba a repercutir acá, como si no hubieramos sido neutrales.
[148]Éste fue fusilado en 1936 cuando también era concejal.
[149]En la comisión de espectáculos públicos.
[150]Los domiciliados eran 1.539; los vecinos de los dos distritos, Casa Consistorial y Escuelas, 307 y 281. Los transeúntes 23, un aumento; sólo 9 el año siguiente, pero nada más uno en 1916. En 1915 se refundieron los dos distritos en uno, por no llegar cada uno a los 500 electores. Pero se mantuvieron como alcaldías de barrio. En 1922 Serapio Esteban, luego Director de la Banda Municipal, fue nombrado del arrabal de Santa Cruz.
[151]El artículo se titula Escarceos. De un viaje a Sepúlveda. Empieza diciendo: “Visitando las cuevas de los suburbios de Sepúlveda me encontré con seres verdaderamente trogloditas, primitivos, de una  mentalidad indesarrollada, sin  más funciones que las intuitivas y vegetativas”. El único comentario que se me ocurre es si sabía el autor el significado de la palabra “intuitivo”. Yo conocí a uno de los vecinos de ese barrio. Era el sepulturero, que prefirió vivir en su cueva a su casa adosada al cementerio. Se apodaba Formalitos. Era uno de los tipos humanos más excelsos que he conocido. Otro “troglodita” era el dulzainero Julián El Cojo.
[152]En las cuentas de 1910 resultó un excedente de 2.786’69; en las de 1911, de 16’81.
[153]Posteriormente se unificó con la de portero. Pero en 1916 figuraban éste y dos alguaciles.
[154]El 21 de abril de 1918 había dimitido el alguacil interino, Victoriano Onrubia Arranz, por ser nombrado oficial de secretaría, cargo en que se le confimó el 3 de septiembre de 1922,  definitivamente, con 500 pesetas de sueldo.
[155]Continuando en el magisterio dimitió, y fue sustituido en 1917 por Bernardino Mata Vega, por 5 votos contra 3 que tuvo Baltasar Jiménez del Castillo
[156]Pero el día 15, para cobrar los intereses de las inscripciones nominativas del 4% interior a favor del ayuntamiento y la beneficencia, que el difunto venía llevando a cabo, se apoderó al vecino de Segovia Felipe de Frutos Revilla. Se revocó el poder el 16 de febrero siguiente, apoderando al nuevo depositario para presentarlas en la delegación de Hacienda, facturarlas, cobrar y recoger el resguardo. Parece que era obligación del cargo. Por muerte de Felipe, en 1917 fue nombrado agente Mariano Blanco García, por 7 votos contra 1 a favor de Augusto de Montalbán y de Mazas.
[157]Por 5 votos contra 2 a favor de Tomás Alonso Gómez y uno a Mariano Cristóbal López. Una papeleta decía: “Al que más beneficios haga en favor del ayuntamiento”. No obtuvieron ningún voto Severiano Monte Arranz y Ángel de Frutos del Barrio.
[158]El 7 de noviembre de 1913 el ayuntamiento denunció los hechos ocurridos en la noche del 3 durante un mitin electoral. El 15 de marzo de 1915 se pidió al capitán fuerza por si se alterase el orden público.
[159]En 1916 se pagaron a éste, Esteban Sanz, 3.000 pesetas a cuenta de un crédito que se le tenía reconocido por anticipos hechos al ayuntamiento. No hace falta comentar.
[160]Los concejales Linage Arias y Monte Arranz, Eulogio Calleja Mansilla y Ramón García Cristóbal.
[161]El 7 de junio de 1920 se pidieron al Gobernador 2.000 quilos de arroz y otros tantos de aceite (sic) al precio de tasa.
[162]El 5 de septiembre de 1923 el ayuntamiento informó no haber ninguna industria en que trabajaban mujeres.
[163]El 27 de noviembre de 1916 se envió al Gobernador certificación del trigo y harina en poder de los vecinos. En septiembre de 1917 al Ingeniero Agrónomo una relación de los principales agricultores del término, y de los de Barbolla, Boceguillas y San Pedro de Gaíllos.
[164]El 13 de septiembre de 1914 Julián Valle y otros dueños de vacas de leche habían pedido la exención de los arbitrios que los gravaban, por lo bajo de sus precios y lo alto de los piensos. Pasó a comisión nada más.
[165]El 28 de marzo de 1921 se acordó pagar los honorarios del arquitecto provincial, Benito de Castro de Rueda, por las obras en las escuelas, la capilla del cementerio y el cuartel.
[166]El 23 de marzo de 1919 se dieron quince días de plazo a Agustín López para dejar colocada en condiciones la puerta que desde la Plaza de la Violeta daba acceso a la calle del Espinacar.
[167]Un ejemplo, aunque se desarrolló durante la siguiente Dictadura. El penalista Jiménez de Asúa se querelló por un artículo aparecido en el Debate en que se la acusaba de hacer la apología de la homosexualidad. El juez no admitió la querella. El periódico publicó su fotografía. Este detalle escandalizó.
[168]90’75 la cuenta de Ángel Estebaranz (=confitería, repostería y coloniales finos): 157 bolsas de 100 gramos de dulces finos a 0’25, 9 quilos de pastas finas, 9 litros de Málaga a 1’50, 10 de blanco a 0’80 (el año siguiente la distinción era entre el vino blanco y el rancio), un quilo de bizcochos. Los jornales por plantar los árboles en el Campo de la Virgen importaron 52’62; por acompañar a esa iglesia al ayuntamiento e invitados se pagó una peseta a los maceros.
[169]Seguía el ajuste de los pluses de la sangre ya marchita: el 3 de abril de 1913 se recibieron los del soldado muerto en Cuba, Demetrio Royo García, enviados por el Coronel del Regimiento de Asturias 31 de Leganés. El 24 d abril de 1922 se preguntó al Capitán General de Valladolid si Tomás López Cristóbal, cabo de la Comandancia de Artillería de la 5ª Batería de África, estaba prisionero o desaparecido, a los efectos de la información de pobreza incoada por su padre. El 2 de agosto se remite al Gobernador una instancia de Leoncio Guijarro  López pretendiendo participar de un donativo hecho por los españoles residentes en La Habana.
[170]Una idea nos da una larguísima cuenta de la imprenta sepulvedana (=339’30) el 12 de marzo de 1912: un raspador de acero, una salvadora de percalina, un tintero de cristal, talonarios con 18.600 papeletas para la recaudación sobre los cereales, 6 series de tacos encuadernados de 100 hojas perforadas, otras de papel satinado y de colores, una regla toba con filete, una botella de tinta de letra, 2 portaplumas y un lapicero de tinta, un libro en folio en papel satinado impreso, 20 hojas encuadernadas y foliadas para los días pares y nones, un cuadernillo de papel de hilo, una ley manual de consumos encuadernada. Tanto que había alguna vez que recurrir a la imprenta de donde a Sepúlveda fue traída a fines del siglo anterior, la de Pedro Díaz Bayo que seguía en la Plaza del Trigo de Aranda de Duero (también encuadernación, papelería y librería): 6 pliegos de papel secante, una caja de plumas corona legítimas, 200 hojas diarias de recaudación, 10 libros talonarios de 100 hojas para el cobro del arbitrio de granos y otras tantas para los puestos públicos (=73’40; 10-7-1912). En los folios recaudatorios se distinguen los de cereales y los de garbanzos. Distintos impresos exigían las quintas, como los certificados médicos y las declaraciones de soldados. “Lapiceros chinos” aparecen una vez. A peseta hubo que comprar dos cintas métricas para medir el perímetro torácico de los mozos; el proveedor de la villa, Ángel de Frutos, “quincallería, pasamanería, puntillas y adornos. Gorras de cristianar. Calzado, alpargatas, zapatillas y otros artículos”. El impresor también proveía de un calendario de pared y un Zaragozano.
[171]El 16 de junio de 1915 hay un recibo del sacristán Bonifacio Serna, por sus honorarios de la salve cantada en la Virgen. Por su fecha, hubo de tratarase de una función extraordinaria.
[172]Gabriel García detalla que fueron 8 botellas y 3 medias de sidra, 3 de cerveza y 0’75 de gaseosa. ¿Consistiría en este agasajo el obsequio? De la literalidad no resulta, pero no hay huella de otro gasto en el archivo.
[173]”Deseando promover en cuanto está de nuestra parte el culto divino y fomentar la piedad y devoción cristianas por medio de gracias especiales”. Además de señor de las villas de Turégano y Mojados, el prelado se titula caballero profeso de la Orden Militar de Calatrava.
[174]El 29 de agosto de 1918 hay un recibo de los maceros por haber salido a las cinco de la tarde, con la corporación e invitados, a recibir al obispo.
[175]No conocemos el contenido de una comunicación municipal al Administrador de Contribuciones de haber recibido la alcaldía y hecho llegar oficios de la misma a las cofradías de Plagas, el Corpus y Duruelo.
[176]La exposición que éste hizo de su obra el año 1929 en Madrid abarcaba diez años. Ello quiere decir que la fecha inicial escogida, 1919- la del busto del segoviano Julián-María Otero-, era ya para el propio artista la de la consumación de su obra, coincidente con su reconocimiento.
[177]Del Registro de Salida consta haber participado en el recurso varios concejales y miembros de la Junta Municipal. El 1 de octubre de 1916 se le encargó visitar a doscientas familias pobres. El 30 de septiembre de 1921 se aceptó a Crespo su dimisión de titular, pero siguió ejerciendo en la villa y fue después forense. El 3 de octubre de 1922 se le volvió a nombrar titular interino, y propietario el 24 de febrero de 1923.
[178]Además de su subvención, en 1916 constaban 100 pesetas de sueldo a los dos médicos por la asistencia al mismo.
[179]Los de la villa apenas se mencionan; por ejemplo, 25 pesetas, “para atender a sus grandes necesidades”, a José Martín Rodrigo, en 1914.
[180]Hay años en que sólo se mencionan los nombres; por ejemplo en 1916, León y Ávila los únicos lugares que constan casualmente En 1920, Badajoz y León; el doble se da a Prudencio Paredones, por ir a Córdoba según una carta del Gobernador de Guadalajara..
[181]El 29 de abril se pagaron 4 pesetas a Juan López Antón, por un viaje con dos frailes al Condado de Castilnovo. En 1914 hay socorros a otras religiosas: Sor Estefanía de San José; Sor María Andresa y Sor María Pascuala, éstas dos Franciscanas Misioneras de María. En 1920 Sor Luz del Niño Jesús, y el pasionista Alejo de San Agustín.
[182]El 8 de diciembre de 1022 el ayuntamiento informó al Jefe de Estadística de Segovia de que en Sepúlveda vivían cinco religiosas profesas y una lega. Eran las de la Divina Pastora del colegio.
[183]Comprendido en los grupos F y J.
[184]Del 4 al 12 de octubre hubo correspondencia municipal con el coronel jefe y el comisario de guerra sobre el número de individuos y caballos, y relación de los artículos suministrados. El 3 de enero de 1918 se comunicó al Director del Parque de Intendencia de Madrid que en Sepúlveda no había existencias de cebada ni paja.
[185]El 30 de octubre de 1916 se comunicó al Teniente Coronel que no se podìa costear la bandera para el cuartel.
[186]Su administrador Manuel Conde ofreció un nuevo arriendo por diez años a 1.000 pesetas.
[187]Era éste un clérigo, también administrador de la familia Cossío. Francisco le retrató, con el nonmbre de Don Justo, en Cincuenta años: “Probablemente sus padres forzaron su vocación. Don Justo, que entonces contaría cincuenta años, era un gran caballista, y gustaba mucho de los tratos, de comprar y vender caballos. Iba a las ferias y los tratantes le temían. Fuerte, muy rojo, era campechano y alegre, buen tresillista y muy cauto en las respuestas. No soltaba nunca prenda. Prefería que fuesen los demás los que se le entregasen”. Más adelante: “Don Justo supo infundirle sangre a su tranquilo caballo, y con la sotana a la cintura, bien apretada a la pierna la media bota, perdía todo su aspecto clerical, como en los tiempos en que los clérigos habían de compartir su misión sacerdotal con la guerra”.
[188]Una estampa de época nos la ofrece, el 10 de febrero de 1918, el pago de 9 pesetas a Mariano de los Dolores, por haber conducido el 23 de enero en su carro a dos parejas de la Benemérita a Cantalejo.
[189]En 1914 se informó al Administrador de Propiedades e Impuestos que habían subido a dicho automóvil de Segovia a Sepúlveda, los siguientes viajeros, del 26 de octubre al 5 de noviembre: 7,4.3.3,6,9,8,3,3,4,2,5,1,5,4,8,5 y 5.
[190]Pero en 1915 era nuevo telegrafista en la villa Carlos Soláns, quien el 9 de mayo también pidió obras en su casa.
[191]El 16 de julio pasó a comisión la oferta del propietario Páez de venta de su casa en la Plaza a esos fines.
[192]El ayuntamiento tenía el apartado número 1. Consta el 1 de enero de 1912 el recibo del mismo por doce meses, 50 pesetas, firmado con letra muy clara por el administrador Luis Peñalver; el sello en tinta con el escudo regio, muy engurnaldado, manteado y coronado.
[193]El 15 de abril de 1923 el alcalde delegó en el alguacil Eusebio de Frutos para una reunión electoral en el salón de baile de Antonino Albarrán.
[194]En el archivo hay varias firmas suyas, las letras espaciadas, pero enlazadas todas salvo las iniciales, una tendencia a alargarse, levísima inclinación hacia arriba del apellido; la rúbrica dos espirales que se cortan, una de ellas rematada en una esfera que queda en el centro y sobresale hacia abajo.
[195]Se describen los trabajos en la misma: “Desmontar y colocar las cuatro pilastras de las puertas, colocándolas a la altura que hoy tienen; hacer y sentar todas las basas de piedra para los tejados de las cuadras, como igualmente tapar todo agujero de los muros hechos por los carpinteros para colocar los tirantes”.
[196]Marqués de Santa Ana 11. Rojo y verde su membrete sobre blanco, rectángulo orlado por un profuso encabalgamiento de figuras curvilíneas, todas con un círculo en su interior.
[197]De 1917 no consta nada en las actas.
[198]Respectivamente a Julián López y López y Eulogio Calleja en 45 y 55 pesetas (éstas eran una subida 10 la inicial propuesta desierta).
[199]Firma la letra Domingo Hoyos. Por sus trabajos con ese motivo se pagaron 6 pesetas a Amós López y compañeros.
[200]Ya se le había informado de la epidemia el 24 de octubre.
[201]El 22 de marzo de 1920 los dos médicos titulares certificaron la muerte, que tuvo lugar a causa de ella, de su compañero del Condado, Mariano Yuste.
[202]También anunciaba en su telegrama la rescisión del contrato con el contratista del correo. La cuestión estaba pendiente como ya hemos visto. Acaso la epidemia hizo insistir más en su solución.
[203]Sólo hemos visto escrito su texto en Canciones para la sonbremesa (Parroquia de San Francisco de Asís, Pamplona; 2000).
[204]Basta con citar la estimación que en su Cancionero segoviano le testimonia Agapito Marazuela, recogiendo varios de sus aires.
[205]Al carecer la dulzaina del fuelle de la gaita gallega y escocesa aún resalta más el milagro de la música.
[206]En 1913 fue uno de los peritos repartidores de la contribución, por la 2ª categoría, y en 1917 uno de los propietarios asociados en la Junta mixta de ellos y los concejales. Pero en 1919 se le nombró vocal de la Junta de Subsistencias por la clase obrera. El dato es interesante para hacerse idea de la sociedad de Sepúlveda, con diferencias económicas y las derivadas del abolengo, pero también con algunla permeabilidad. 

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