martes, 31 de agosto de 2010

La Sepúlveda que visitó Unamuno

                             LA   SEPÚLVEDA   QUE   VISITÓ   UNAMUNO

                                   Rafael y Felisa Unamuno. In memoriam.


Unamuno incluyó el nombre de Sepúlveda en un poema dedicado a la toponimia española y su “tuétano intraducible”. Comenzaba así: Ávila, Málaga, Cáceres,/ Ciudad-Rodrigo, Sepúlveda.

“Era un domingo lluvioso de este noviembre, mes de la conmemoración de las ánimas benditas. Nos detuvimos en la vieja ciudad[1] de Sepúlveda”. Así comienza don Miguel su “visión[2]” titulada La villa de Pedraza de la Sierra, publicada el día 20 de noviembre de 1934 en el diario madrileño Ahora[3]. De Sepúlveda tratan el primer párrafo y una alusión posterior. El viaje lo hizo, desde Madrid,  pasando por Segovia. Su relato está dedicado a sus dos compañeros “de esta visión”. Ambos eran médicos, Pedro Aguirre y Agustín del Cañizo. Del primero dice en la dedicatoria ser también “telegrafista y viajero”.

La mayor parte del texto está ocupada por rememoraciones de la juventud del autor, a propósito de “una pareja moza” que vio en Pedraza, “en un rincón angular de unos soportales, sentada en un poyo de piedra”, y de un olmo que comparó con el roble de Guernica[4]. Un párrafo vuelve a la carga del tema recurrente en su pluma de entonces, la intranquilidad política y social, a propósito de un incidente en la Facultad de Medicina de Madrid, un tema que se fue haciendo más y más agorero a medida que avanzaron aquellos años, llegando a traer al presente aquel bella plus quem civilia de Lucano. El final del artículo que nos ocupa es un canto esperanzado a la literatura, la suprema alegría de la tinta azul sobre el papel blanco: “Y ¡abajo la mano! A escribir. A tejer, gusano de seda, el capullo de que uno resurge mariposa”.

Pedraza- “uno de los reposaderos” entonces de Ignacio Zuloaga- ha conservado su casco antiguo más que Sepúlveda, en ésta anegadas sus casonas por las del siglo XIX, esas casonas “del color de las antiguas doblas castellanas” que escribió el sepulvedano Ríotaliso[5]. “Esas casas ex señoriales,- escribe Unamuno- que han vivido acaso más que quienes las habitaron, se me aparecen ya como caracolas marinas que guardan ecos, ya dormidos, de generaciones pasadas, ya como ostras madreperlas que crían opacas perlas humanas nacaradas, a que empedernió la malenconía del tiempo encerrado en el hogar solariego”.

Antes había definido a los dos lugares, Sepúlveda y Pedraza, como una casa ellos mismos: “Esas ciudades y villas tenían puertas comunales, eran casas del común, de cerrar y abrir; Sepúlveda, la casa; Pedraza, la casa[6]”. Y a fe que, leída ahora, no hay frase en todo el texto más reveladora del profundo cambio de los tiempos que ésta, cuando ya los pueblos han perdido su sustancia convecinal, sumergida en la soledad del hombre actual, cableado, conectado por cables a los antìpodas pero ignorante del vecino del otro lado del tabique.

De Sepúlveda recuerda el rector bilbaíno de Salamanca su índole castrense, y la relaciona con su topografía peñascosa, y el encañonamiento de sus peñas en los ríos: “En Sepúlveda, plaza fuerte antaño, quedan raigones de las murallas antiguas y la muralla natural de los escarpes-arribes[7]-del Duratón, que allí se abraza al Caslilla. Tenía la ciudad siete puertas[8], como la helénica Tebas, y sus siete llaves las enseñan en la sala del Concejo”.

Teniendo en cuenta esa topografía, desde luego lo más llamativo, ofrecida además al viajero de manera esplendente si llega desde Segovia[9], había empezado, de esta manera: “Pintoresca más que gráfica, viñeta de pergamino isabelino, Sepúlveda pergaminosa. Como escombrera de cumbres serranas su caserío. Unos lugares se nos muestran terrosos, como brotados del suelo, suelen ser los del páramo; otros, suelen ser los de sierra, como caídos del cielo[10]”.

A continuación vamos a evocar la Sepúlveda de aquellos días de la visita unamuniana. De ella saldremos convencidos, a la vista de un botón de muestra más, de que lo universal está en lo local. Pues el lugar era un espejo donde se reflejaba con una fidelidad rigurosa la hora española del momento. Claro está que no pretendemos que ese fuera el caso de todos y cada uno de los demás pueblos del país. Aunque de alguna manera había de repercutir en ellos sin excepciones el absorbente.panorama. En el caso sepulvedano podemos decir que lo fue a su imagen y semejanza.

                                   La prosopografía municipal

En las elecciones del 12 de abril de 1931 salieron siete concejales derechistas y dos de izquierdas, Antonino Albarrán Moreno y Francisco Conde Montero. Algún izquierdista se refirió después a un asalto del ayuntamiento. Pero no hubo tal. Simplemente entraron algo nerviosos para pedir al alcalde que autorizara el cambio de bandera cuando ya llegaban noticias de su triunfo nacional y se había conferenciado con Segovia. El candidato derechista más votado, José Gozalo Linage, comerciante, fue designado alcalde. El que le siguió, Miguel Abad de la Serna, comerciante también, fue alcalde después como veremos. Incoado un expediente de protesta contra el resultado, el 28 de mayo el Gobernador[11]destituyó al ayuntamiento, y nombró gestor a Luis Revilla Casla.

Celebradas nuevas elecciones[12], con resultados similares a las anteriores, el 5 de junio se constituyó la nueva corporación, bajo el mismo alcalde, haciendo parte de ella otro concejal de izquierdas, el procurador Antonio Linage Revilla. El 21 de octubre se acordó instruir expediente de incapacidad a Conde, por ser auxiliar de oficina en la empresa eléctrica concesionaria del pueblo, de la que su padre era gerente y accionista. Al negársela una discusión más amplia de la cuestión, la minoría anunció su retirada del ayuntamiento. A pesar de ello asistió a una nueva sesión dos días después, conminando a la mayoría con pedir por motivos personales también la incapacidad de otros dos concejales[13]. Pero lo más revelador era su acusación a uno de esos dos, Mariano Cristóbal López, y a otro, Víctor López Ortiz, por su conducta política, aun reconociendo que no había para ella base jurídica sino sólo ética. El primero había sido Presidente de la Unión Patriótica y diputado provincial en la Dictadura, el segundo siendo concejal “portador de nuestro magnífico pendón- que tanto nos dice de luchas por las libertades de Castilla- a la grotesca alcaldada que se tributo como homenaje al Dictador” en Madrid. Cristóbal replicó que la política de la Dictadura había sido unir al pueblo sin cuestiones partidistas. Más de un año después, el mismo Cristóbal lamentó  que la minoría no asistiera, pues la mayor satisfacción de la mayoría era ser fiscalizada por sus compañeros. La mayorìa se adscribió al partido radical, y la minoría al radical socialista.

Esas sesiones municipales eran tormentosas, mostrándose combativo el público asistente, a veces suspendidas a la fuerza, prolongándose los incidentes a veces en la calle, dando lugar a la intervención de la Guardia Civil y los serenos, y posteriormente a la imposición de multas. El 19 de enero de 1932 cinco concejales pidieron al alcalde, so pena de abstención,  que tuvieran lugar por la mañana, o sea en horario de trabajo, a fin de evitar ”los grandes escándalos, insultos y amenazas que impiden el que cada uno exponga libremente su pensamiento”. El alcalde se lo concedió pero el Gobernador impuso la hora de las ocho de la tarde.

El 7 de febrero la minoría acusó a la mayoría de insenceridad, al haberse mostrado dispuesta en una visita al Gobernador a dimitir, y la pidió que lo hiciera “para que pudieran ser nombrados quienes en ese momento representaban el sentir del pueblo”. Entonces todos de pie acordaron la dimisión. El Gobernador suspendió a la corporación, a lo que se opuso el Ministro, pero a la vez éste estimó que el alcalde y los tenientes no eran capaces de gobernar al pueblo, con lo cual estuvo de acuerdo el Consejo de Estado. Los concejales persistieron en la dimisión y el Gobernador nombró al mismo gestor. Es evidente que este abandono del poder sólo puede explicarse por un trasfondo de inquietud y una postura de vanidad cegada a las realidades.

El 6 de octubre de 1932 se celebraron las nuevas elecciones, con resultados similares a las anteriores, aunque Gozalo no se había presentado y fue alcalde Abad. Notemos pues que había habido en Sepúlveda dos elecciones anómalas, la primera por la anulación gubernativa de las precedentes, la segunda por dimisión tormentosa de los ediles.

Ese ayuntamiento estaba en el poder cuando en febrero de 1936 tuvieron lugar las elecciones generales que dieron la victoria al Frente Popular. El 11 de mayo el Gobernador Chacón de la Mata destituyó a los seis concejales de la mayoría y a Conde y nombró una comisión gestora, en la que seguían los dos concejales Albarrán y Linage. La presidió un militar retirado Fermín-.Elías Sanz Velasco. Tenientes fueron Albarrán, que era empresario de automóviles,  y el carpintero Pedro Antón Morata. La toma de posesión fue  ante el delegado gubernativo Ortega y Díez.     

El 16 de julio, o sea dos dìas antes de la sublevación que dio origen a la guerra civil,  hubo sesión. La siguiente fue el día 30, ya de la nueva corporación nombrada por las autoridades insurgentes. Entre las actas de las dos, el secretario, Luis Sánchez de Toledo[14], puso una diligencia “para hacer constar que la de apertura de ese libro de actas y las dos actas de sesiones que en él se hallan redactadas” no habían podido ser firmadas por los gestores Sanz, Albarrán y Antón, “por haber desaparecido a raíz del Movimiento Nacional”. La realidad era que esos tres hombres estaban presos en la cárcel de Sepúlveda, sita enfrente del ayuntamiento donde esa diligencia se escribía. Acaso el secretario los estaba viendo cuando la redactò, pues la cárcel tenía ventanas enrejadas. Allí permanecieron hasta ser asesinados el 21 de agosto[15]

Antes de entrar en algunos detalles, podemos establecer un paralelo entre este panorama local y el nacional. El Gobernador destituyó al primer ayuntamiento republicano como hemos visto el 16 de mayo de 1931, unos días después de la quema de conventos en Madrid, la primera alteración grave de la tranquilidad con que se había implantado la nueva forma de gobierno. En Sepúlveda la conflictividad fue desde entonces constante, aunque en aumento a la medida de la del país.

En el período hubo tres homenajes a dos paisanos ilustres y a una religiosa de larga permanencia en la villa. Ésos eran el escultor Emiliano Barral y el escritor Francisco de Cossío. Ésta, Sor Montserrat Durán, del parvulario de las Franciscanas de la Divina Pastora. Barral era el autor del mausoleo de Pablo Iglesias en el Cementerio Civil de Madrid. Cossío había sido deportado a Chafarinas por Primo de Rivera, pero durante la República tomó una postura muy beligerante contra la izquierda. El homenaje a Sor Montserrat fue iniciado por un comité de simpatizantes izquierdistas todavía en tiempo de Alfonso XIII. Después de celebrado, dos derechistas, Mariano Velasco Mata y Juan Onrubia Arranz, fueron procesados por calumnia, ya que habían acusado al concejal Linage de quedarse con fondos de la suscripción abierta. El homenaje siguiente fue el de Barral, constituyendo un interludio de tregua, pues asistieron a él algunos de la derecha. Más tarde, la izquierda boicoteó el de Cossío, siendo su lema “la Sepúlveda que es saluda al Cossío que fue”.
                                  
                                   Entre el día y la nocturnidad

Ya el 9 de junio de 1931 presentó en la sesión su programa la minoría[16]. Pedía la creación de un grupo escolar, pues las escuelas eran cuevas casi inhabitables, y había que aprovechar las facilidades del Ministerio de Instrucción Pública. Dada la disminución del vecindario, proponía la supresión de uno de los dos medicos titulares, que debería ser el forense, para asì asegurar la presencia en la población de ambos facultativos[17]. El resto, salvo algunas pequeñas cuestiones personales, y aun en ellas se adivinaba trasfondo, tenía un contenido abiertamente político, a saber revisión de la obra de los ayuntamientos de la Dictadura hasta la expropiación de un terreno de la Comunidad de Villa y Tierra para el ferrocarril Madrid-Burgos y su justiprecio[18], cumplimiento por el personal municipal de la legislación laboral y el descanso dominical, y que los concejales de la mayoría no se reunieran en la casa consistorial para tratar asuntos políticos.

Se hacia hincapié en el cambio de nombres de calles, sugiriendo los de Galán y García Hernández y Pablo Iglesias, Plaza de la República, y dos para personajes locales, Emilio Zorrilla que había sido un militar liberal de la generación anterior, y Valentín Sánchez de Toledo. Éste era el último gran señor y fue diputado en la Restauración y Gobernador de Barcelona. La oposición hacía ver con su inclusión que no se inspiraba en móviles políticos y reconocía los servicios prestados al pueblo por todos. Casi estamos tentados a decir que ese gesto fue el único de apaciguamiento en todo el período[19].

Censuraban además al alcalde por no haber autorizado una fiesta del Traje Regional. Retroactivamentese pedían si era posible la anulación del acuerdo nombrando hijo adoptivo al Conde de Sepúlveda,  José Gil de Biedma, “pues dejando a salvo los respetos debidos a la persona, ni su personalidad política ni su labor en favor de la Villa” le hacían acreedor a ello[20]. Curiosamente, hacía unos pocos años, el citado escultor socialista Barral, había hecho gratis una placa de homenaje a su padre, Javier Gil Becerril, encargada por el ayuntamiento. La distinción a Gil de Biedma fue más anterior, consecutiva a la epidemia de gripe de 1918. Curiosamente, en la sesión del 21 de octubre, una de las quejas contra el ayuntamiento de la Dictadura por parte de esa izquierda, fue su inasistencia al homenaje a la citada Sor Montserrat, “virtuosa religiosa a quien todo buen sepulvedano debe consideración y respeto”.

El programa del ayuntamiento de 1936, convertida provisionalmente la minoría en mayoría, había sido expuesto antes de tomar el poder, el 23 de marzo. Había medidas inspiradas en la serenidad y el bien común, como el acceso a los libros de la biblioteca, que debía facilitar el alguacil a los lectores; que todas las obras municipales fueran por subasta pública, el cierre de los establecimientods a la hora legal, y hacer inventario de los bienes municipales. Se daría también un bando sobre la jornada legal de trabajo. Otras medidas eran contingentes, sobre personas determinadas. Se proponia además “incautar la casa de las monjas para construir escuelas”, pero no se trataba de la residencia de la comunidad religiosa existente en la villa, sino de otra objeto de un legado en torno al cual se había suscitado un enconado contencioso en los últimos años que aun estaba pendiente de arreglo..

Volviendo a 1931, el 15 de julio se aprobó el nombre de Plaza de la República para la de la Constitución. La oposición insistió en los otros cambios. En la sesión del 30 de septiembre el alcalde contestó despectivamente a propósito de Galán. La minoría pidiò dar cuenta de su frase al Fiscal de la República. El alcalde sostenía que había que respetar la tradición y que los nombres de las calles eran típicos, a saber la Picota, San Justo y la Barbacana, habiéndose hecho ya un acto de reconocimiento al régimen con el cambio de la plaza. Albarrán propuso que la de Santiago se llamara de Ferrer Guardia, por haber sido éste creador de las escuelas laicas, y ser allí donde iba a emplazarse el grupo escolar. La tesis de la oposiciòn era que se imponía precisamente acabar con la tradición. Al fin, el 9 de diciembre se aprobaron los nombres de Iglesias y Galán y García. Pero el 9 de diciembre la oposición manifestó en la seisón que se sentía incompatible con la mayoría, y que si recibían concesiones de ésta, era por miedo y para conservar el cargo. Y el 16, habiéndose abierto una suscripción para pagar las placas de las nuevas calles,  dijeron sus representantes que ya sabían que no iban a contribuir a ella los concejales en el poder, pues si habían votado el cambio era para continuar sentados en sus sillones. Pero  se habían presupuestado en la sesión anterior 20 pesetas por placa y se aceptó, la propuesta de encabezar la suscripción el ayuntamiento, aunque la gestionaría el Círculo Radical Socialista, entrando en ella el arreglo de la placa rota de la calle del Conde de Sepúlveda de la que diremos después.

Otro problema candente era el anticlericalismo y su contrario. Una propuesta de la minoría, naturalmente rechazada, fue felicitar al Presidente de la República y el Ministro de Justicia por la separación de la Iglesia y el Estado. En cambio se quejó de la recogida de firmas en el pueblo contra esa medida, sobre todo entre personas de edad. El 26 de agosto, en vísperas de las fiestas anuales de toros, la propuesta rechazada fue de no invitarse a la presidencia a las autoridades eclesiásticas, haciendo ver el secretario que se hacía por si eran necesarios los auxilios espirituales. El 1 de septiembre la minoría se quejó además de haberse invitado a gente ajena a las autoridades, incumpliendo algo en que la mayorìa había estado de acuerdo, dándose el caso de que “aquella presidencia parecía un colegio de párvulos o un seminario en las tardes de recreo, viendo además en ella a personas que, en ocasión no muy lejana, quisieron imponerse a la autoridad civil, ofendiendo con su provocación a nuestra muy noble villa[21]”. El 21 de octubre tampoco se aprobó su petición de un voto de censura contra dos diputados por la provincia que se habían ausentado del salón de sesiones en el Congreso cuando se votó sobre la cuestión religiosa. Eran el director de El Adelantado de Segovia, Rufino Cano de Rueda, y un eminente sacerdote liberal, Jerónimo García Gallego. Precisamente a éste se le tenía simpatías en la propia oposición, que había protestado por alguna dificultad para un mitin suyo en la villa, aunque resultó deberse a una contingencia no culpable[22]. Estos detalles denotan en esa oposición de izquierdas una exagerada atención a las cuestiones nacionales, en las cuales la intervención local no podría tener sino un remoto papel de testimonio.

El 16 de diciembre la queja fue porque en la cantina escolar se obligaba a los niños a rezar, en vez de dejarles escoger el camino que mejor cuadrara a sus ideales al llegar a la edad de la razón. Si el estado era laico debían serlo igualmente los establecimientos por él subvencionados. Al secularizarse el cementerio, se pidió que se trasladaran a él con la máxima solemnidad los restos “de dos o tres desgraciados que hay en el civil”. El 14 de julio de 1934 se celebró en el Teatro Bretón el centenario de la abolición del santo Oficio, interviniendo además del concejal Albarrán el catedrático Dimas Langa, el diputado provincial Demetrio Hoyos, Manuel Azar (sic), y Domingo Herranz[23]. Hay que tener en cuenta que la época era de enardecimiento oratorio. Los mitines políticos eran vivos y concurridos, a veces floridos, tambièn problemática en algunas ocasiones su autorización o la concesión de locales. El Gobernador se dirigió una vez sin contemplaciones al alcalde Abad por haberse negado inconstitucionalmente el teatro a un llamado Gabriel Sánchez para un acto protestante. Abad replicó que la solicitud había sido vaga e informal.

Nuestra fuente consiste sobre todo en los libros de actas. A ellos afloran algunos de los episodios extramunicipales que testimoniaban la pérdida del sentido de la convivencia, una tensión que se refleja a veces con más detalle en la correspondencia y los registros de salida[24]. Los enfrentamentos se producían más a menudo de noche. De ahí el curioso protagonismo de los serenos en el gobierno local, habiendóselos llevado a veces a los tribunales, y también a la inversa, ello aparte de la continua discusión municipal suscitada sobre su conducta. En la sesión del 16 de diciembre se llegó a decir que el Juzgado Municipal no inspiraba confianza por estar sometido al caciquismo. La expulsión de dichos serenos fue una de las primeras medidas tomadas por el ayuntamiento frentepopulista en 1936. Y a propósito de los libros de actas hay que tener en cuenta que su valor está mermado como fuentes de este aspecto de la vida del pueblo, por lo numeroso de las sesiones a las que la oposición no asistió, además de los de vacancia de todo el ayuntamiento.

De la una a las cinco de la noche del 12 al 13 de julio, del mismo año inicial de la República, se pusieron en la Plaza discos de gramófono, coreados por izquierdistas. La  madrugada del 21 de septiembre otra alteración del orden volvió a poner sobre el tapete al citado Gil de Biedma. La placa de mármol del nombre de la calle del Conde de Sepúlveda fue rota, apedreada, golpeada y manchada. Se dijo que había habido amenazas de quemarle la casa que estaba en ella. En la sesión del 30 el alcalde dijo que el conde era acreedor al cariño y respeto de todo buen sepulvedano, no sólo por los beneficios materiales, sino por su predilección y cariño hacia Sepúlveda. Se le contestó que el incidente se había debido al malestar causado por la negativa a dar el nombre de otra calle a Galán y García, y que los beneficios del Conde se habían exagerado, “pues si la carretera pasa por la villa ha sido porque él la hizo pasar por su casa, y si tenemos agua no se debe a él, el cual dejó unas pesetas para una obra beneficiosa para el pueblo”. Puesta a votación la moción del alcalde, sólo un concejal de la oposición votó en contra, diciendo los otros dos que habrían también votado a favor tratándose de cualquier otra placa de calle.

Estos incidentes nocturnos siempre implicaban la intervención de los mencionados serenos, estando la oposición disconforme sistemáticamente con la actuación y los partes de los mismos, y haciendo la consiguiente propuesta de censura[25]. Además, en la sesión del 7 de octubre la minoría se quejó de que la Guardia Civil patrullara las calles de noche. El alcalde replicó no ser de su incumbencia, y desconocer quién había dado esa orden, aunque opinó podía deberse de la frecuencia de robos en la región. La oposición entendía que esa presencia de la Benemèrita en la calle era una coacción, que el alcalde no podía tolerar. También se protestó por haberse obligado en las fiestas de los toros de fines de agosto a un concejal y a un médico de Madrid a guardar una bandera roja que llevaban, la cual elos entendían simbolizaba el socialismo y no el comunismo[26]. En la sesión del 28 se dijo abiertamente que había que ir contra el caciquismo, que existía una lucha encubierta entre los radicales socialistas y los traidores a la República, que la Guardia Civil estaba al servicio del caciquismo, y que las autoridades coaccionaban a la oposición. Se pidió la constancia en acta de que la mayoría del ayuntamiento era traidor a la República. El 18 de noviembre se habló de una oposición “que representaba la fuerza republicana con todos sus matices, conscientes y leales, mientras la mayoría era traidora y enemiga del régimen, monárquicos disfrazados”.

Unas propuestas y un acuerdo de la sesión del 28 de octubre resultan a cual más curiosas. Se acercaba la noche de las ánimas, del 1 al 2 de noviembre. Era tradición común tocar a clamor o a  muerto a lo largo de toda ella. Para eso se contrataban los oportunos campaneros entre muchachos del pueblo, bien provistos de vino. Un concejal de la minoría propuso instar al párroco a que ese año no se tocara. Un compañero suyo tildó su propuesta de poco radical, entendiendo debía ser más restrictiva del toque de las campanas de las iglesias. Entonces el alcalde hizo suya la propuesta del primero, a lo cual él la retiró. Al fin la oposición puso a votación una propuesta de prohibir esa jornada el toque, que fue rechazada por cuatro votos contra tres. Pero en cambio se aprobó la patrocinada por el alcalde. Posteriormente la oposición se quejó de que las campanas se habían tocado demasiado. En definitiva el acuerdo municipal había sido de moderarlas durante esa larga noche.

Desde luego que nos sorprende la actitud de la derecha conservadora en contra, aunque fuese débilmente, de una tradición tan arraigada. En cuanto a la izquierda no podemos por menos de subrayar cómo su beligerancia política no tenía en cuenta unos valores que podían ser vistos como comunes de la civilización tradicional y no meramente confesionales. Ello nos trae a la memoria un recuerdo de los que un médico del mismo color político cuenta en sus memorias de la guerra civil[27]. Estaba sirviendo forzosamente en el ejército de Franco. En el pueblo aragonés de Jaulín asistió al parto de dos gemelos. Y así escribe a propósito de ello: “A mediodía, después del bautizo, me acerqué a mi jefe, que estaba radiante de alegría: -Mi capitán, le voy a proponer algo. Cuando yo era niño y vivía en mi pueblo, no me dejaban nunca voltear las campanas de la iglesia, porque era peligroso. Pero ahora estamos en una guerra, y en una guerra todo es peligroso. ¿Por qué no subimos a la torre y hacemos cantar a las campanas? Hubo en sus ojos una llamarada de entusiasmo, porque él también era un niño en aquellos momentos. -¡Vive Dios que es una idea muy brillante! ¡Vamos, de frente, mar...! En lo alto del campanario disfrutamos como chiquillos. La campana grande y el campanillo derramaron sobre los campos un contracanto grandioso. Las vibraciones en la torre percutían todo nuestro cuerpo con mazazos sincrónicos. Descendí de la torre borracho de sonidos y de añoranzas infantiles[28]”.

Volviendo a Sepúlveda, en la sesión del 18 de noviembre, la minoría se quejó de que el párroco hubiera al fin tocado, desatendiendo la orden del alcalde, que debía haberle multado. El alcalde dijo que no había sido desobedecido, pues en la entrevista que con él párroco mantuvo quedaron en que tocaría sólo de día y en las primeras horas de la tarde. Se le replicó que lo había hecho hasta las ocho. El alcalde dijo que precisamente en eso se había convenido, en la supresión de los toques a altas horas de la noche. Un concejal de la oposición propuso entonces que, “como en otros sitios”, se prohibiera el toque de campanas, para evitar molestias al vecindario. Al ponerse a votación Albarràn votó con la mayoría. Esta actitud podría relacionarse con la reflexión que acabamos de hacer.

Ahora bien, para situar en su contexto esta tremenda atmósfera de agresividad, hay que tener en cuenta que Sepúlveda contaba entonces unos mil quinientos habitantes. La industria era mínima, y también la agricultura por lo escaso y peñascoso del término. Las desigualdades sociales eran grandes, pero no podían estar polarizadas como en los lugares de otra base económica, urbana o rural. Se tiene la impresión de asistirse a una rebelión contra una situación ancestral, estimulada por las ilusiones de  nuevos tiempos que había suscitado el advenimiento republicano[29]. Y de jugar tambièn una sugestión de liderato personal. Por ejemplo, en la sesión del 14 de octubre de 1931 se trajeron a colación las elecciones ya bastante pretéritas en que Gil de Biedma había sido candidato, recordando sus procedimientos de “pagar los días anteriores a los electores el vino en las tabernas, embriagándolos, apedreando a veces las casas de quienes no eran partidarios de su candidatura, e insultando a los vecinos que no compartían su ideología[30]”. 

Esa mirada a un pasado ya ido, aunque no extintas sus consecuencias, era la reacción ante un orden de cosas secular que se veía de esta manera en un testimonio poco posterior: Descansando indolente sobre las faldas de una arriscada e irregular colina, dormía la vieja villa castellana un sueño de siglos. Cansada de lo que fue, agobiada por el peso de su propia historia, agonizaba lentamente. Resignada agonía llamando a muerte, cual enfermo incurable cuyos dolores son superiores a la vida misma. Sus calles empinadas, retorcidas, llenas de recovecos y zig-zags, formando bellísimos rincones, silenciosos y quietos, solitarios y tristes, velando el sueño mortal de su agonía; remansos de paz en los que el tiempo parece haberse detenido y la historia petrificado. Sus casas, deshabitadas en su mayoría, abandonadas y derruidas en los barrios antiguos, deformes e inseguras en su curioso trazo, ventrudas a veces, inclinadas así en un deseo imposible de fundirse por sus partes altas, aprisionando la luz en sus entrañas, con el anhelo de cubrir sus deformidades y albergar en silencio el sabor y el eco de mejores días ya muy lejanos. Apiñadas, construidas en el declive de aquella colina, adelantándose unas a otras, presurosas en llegar. Parecía otras veces, en su sensación de inseguridad, que se despeñaban en catarata inmensa al abismo de las hondonadas, [...] Sus ríos se deslizan en silencio, envolviéndola con sus brazos serpenteantes y sinuosos, lamiendo sus rocas, en la hoz pétrea que forman sus cauces, turbado sólo el silencio cuando despertaban el eco de su sueño milenario  las avecillas tímidas de algún zagalejo.  Sus moradores, aun henchidos de un gran cariño hacia aquel solar generoso, cuna que albergaba tantos recuerdos y atraía evocaciones tantas, presenciaban esta agonía sin un gallardo gesto de rebeldía, sin una blasfemia, sin la más humilde maldición, cual si fueran cómplices de aquella agonía mortal.

Una cuestión entre social y política se suscitó en abril de 1933[31]. El Círculo Radical Socialista protestó porque en el adoquinado de la calle de San Justo se había discreminado a los obreros por su ideología. Hubo una reunión en Segovia de representantes municipales con el Gobernador. Éste propuso que la diferencia entre el precio del remate y el de subasta y algo más se empleara en otras obras en que trabajaran obreros de todas las ideologías. Los concernidos se resistieron, pero en la sesión del día 9, cuando el ayuntamiento acordó adoquinar otras calles, hubo acuerdo. La obra de San Justo no se había podido terminar por la intervención violenta de los obreros perjudicados. Para la de la calle de la Picota, el cantero López Callaba ofreció gratis los adoquines que tenía en su cantera de Castrillo, y de no haber bastantes autorizó a que se sacaran más[32]. Se haría por administración y se pediría a las organizaciones sociales y políticas que enviaran lista de sus afiliados o simpatizantes a la alcaldía, donde serían contratados proporcionalmente a su número. En cuanto a los demás se seguiría el orden de su inscripción en la comisión para remediar el paro.

El acta de la sesión de 30 de diciembre de 1931 no pudo aprobarse, al haberse tenido que suspender por la consabida alteración del orden público. En ella se había hablado del rumor de que se estaba formando una asociación para perseguir a los afiliados al Círculo Radical Socialista, incluso cercándolos por hambre, y que de ser así se contestaría incluso con el robo y el asesinato. Después, al ser leída el acta, matizaron que la referencia no era local, sino a la lucha de los obreros contra el elemento capitalista en caso de persecución. A las Damas de caridad, cerradas a los obreros afiliados al Círculo, se sugirió debía leérse la Ley de Defensa de la República. 

 “Por C. y A., M”. Estas son las siglas de la crónica de una boda sepulvedana en la prensa de Segovia. Querìan decir “Marqueríe por Carriazo y Avendaño”. Alfredo Marqueríe vivía entonces sus años juveniles en la Segovia de la Universidad Popular. Carriazo y Avendaño eran los seudónimos cervantinos de dos escritores nacidos en la villa y como tantos emigrados a otras tierras: “En estas bodas de rumbo y color cada momento requeriría una instantánea. El convite en casa del novio- ¡ah los dulces, suaves, dorados, coruscantes soplillos sepulvedanos, los soplillos cuya masa leve y exquisita, espumosa casi, sabe a nube en el paladar! Sólo vosotros necesitáriais un extenso elogio. [...] Yugo de amor que ata suave,/ sedeña malla de red,/ luz en sombra, río en cauce,/ pan en hambre, fuente en sed;/ aurora de hoy levantada/ sobre la noche de ayer./ Rayo de sol en la nieve,/ búcaro para un clavel/ doble. Y estrella en el cielo/ acabada de nacer./ Yugo, malla, luz y río,/ pan y fuente, amanecer,/ calor, florero y estrella.../ ¡eso vuestra boda es!”. Cotejando este texto con los testimonios calendados del archivo municipal uno se da cuenta inmediatamente de que en la historia existen la guerra y la paz.

Uno de los “raids del verano” de Marqueríe describió los toros de Sepúlveda: “Acompaña el tamboril con su crudo redoble la sinfonía incansable de El Cojo. Abuelo ya, el Cojo no pierde su ardor moceril: crispa el aire con las notas valientes de la entradilla, con las seguidillas castellanas sobrias y fogosas, con las jotas arriscadas y saltarinas. Imita, como él sabe hacerlo, el kikiriki jocundo del gallo. -¡Hay que agrandar la rueda, hay que agrandar la rueda! El círculo se amplía con nuevas parejas: viejos, niños y mozos”. Por su parte Francisco de Cossío escribió de la misma fiesta: “Han llegado los toreros. Guayaberas blancas, paso lento, paso de hombres superiores, con miedo de romper ese círculo de admiración que les empuja, en tanto que suena a lo lejos una música. ¿Cuántas veces llevamos oído este pasodoble? A cada revuelta surge el pasodoble, cortándonos la calle. Nos va ganando la superstición de la fiesta. Este impulso que trae a gentes lejanas, no más que porque llegaron las fiestas y hay que hacer un acopio de nostalgias y recuerdos, de ruidos, de sabores, de imágenes y de perfumes que no se pierden del todo, porque pueden renovarse cada año, y con ellos ir entrando en la vejez sin darse cuenta. Establecer con las fiestas una cronología que sirve para todas las anécdotas, quedar unidos al pueblo por esta palabra en apariencia tan liviana, los toros. [sin miedo a un diluvio de colores], los más fuertes, los más agresivos, los más detonantes, colores que se mueven con vaivén de abanico sobre el blanco de las camisas y en los que se confunden todas las formas humanas. Han huido los colores suaves, tenues, discretos...Son colores sin mezcla, tal como caen en la paleta desde el tubo, auténtica pintura. Hiere la vista tanto color sobre seda brillante, tanto triángulo de seda oprimiendo el pecho y las sienes. Lo desgarrado de estos colores se hace tangible cuando suena el clarín que avisa las suertes de la corrida. Buen momento en el que el color y el sonido se funden con el sol”.

Entonces triunfaba un matador de toros nacido en 1908 en la villa, Victoriano de la Serna. A pesar de ser de familia notable localmente se frustró una tentativa de hacerle torear en su pueblo al principio de la República, aunque lo hizo durante la gestoría de Revilla, juntamente con sus dos hermanos más jóvenes, Pablo y Rafael, y Chiquito de la Audiencia. Asistió el escritor Antonio Casero. Marqueríe hizo la crónica en verso de otro año: “Joselito de la Cal/ tiene la cara de cera./ Cuatro novillos le echaron/ los dos días de las fiestas;/ a tres de ellos les dejó/ la espada en la cruz bien puesta/ (del otro no digo nada/que era un caín de la dehesa)./ Todos los banderilleros,/ por el aire las monteras,/ brindaron al invisible/ tablado de las estrellas./ Y rodó la noria blanca/ -vino, limón y canela”.

En La Voz de Segovia, escribía el mismo concejal Linage[33]: “Y en estos momentos de luchas políticas y de inquinas personales, de evolución social y transformaciones políticas, es un choque brutal la calma, el reposo, la alegría rosada por la esperanza de un muchacho que empieza y que anhela romper la frialdad de un ambiente hosco y la dureza de muchas incomprensiones para conquistar un nombre en el mundo del arte. Tarde de Castilla. Duelo de luces y colores. Nieve en las cumbres. Escarcha en las umbrías. Sol, sol castellano que acaricia con indolencia, con reflejos de amor. La Plaza de la Violeta, donde tiene el estudio el joven escultor Juan-Vicente López, es un minarete que nos descubre la vega del Caslilla”.

Las representaciones teatrales de los aficionados eran entonces una vía de intensa penetración de la literatura en la vida. Su impacto vital y social era múltiple y vigoroso. En los días de que tratamos continuaron florecientes, pero con alguna salpicadura de la endémica crispación. En 1935 tras una prohibición del alcalde Abad ratificada por el Gobernador se consiguió al fin la venia para poner en escena Los semidioses de Federico Oliver, el 15 de diciembre de 1935, “a beneficio de los necesitados locales y caminantes pobres”.   De contenido social, como Astrea de E.Torralba Beci,  y Luz en las sombras, de Miguel Rodríguez Seisdedos, otras dos piezas luego representadas también. La poesía tenía su espacio en esas funciones. Por ejemplo nos consta que fueron recitadas  Encuentro del citado Ríotaliso, El mantón de Manila de Salvador Rueda, Presentación de la farándula de Emilio Carrere, La querella del Marqués de Lozoya, A las mujeres obreras y Excomunión y rectificación del citado Seisdedos, ¡Ay, misero de mí! de Calderón.. El príncipe que todo lo aprendió en los libros estuvo a cargo de los niños de las escuelas. La Orquesta Guitarrística Sepulvedana, del peluquero Agustín Horcajo, interpretó los pasodobles Mi jaca y Los nietos de Cúchares, y el vals Olas del Danubio.

Y la vida del lugar continuaba. La consulta del archivo municipal, sin que uno lo pretenda, le pone a uno en contacto con la evidente realidad de la trascendencia del destino geográfico del hombre en la aventura de su paso por la tierra. La mutilación más grave del casco de Sepúlveda tuvo lugar al principio de los cincuenta. Fue el derribo del Arco de la Villa, una puerta de la muralla. Además de su pérdida en sí, privó de su carácter integralmente urbano a la Plaza del Trigo, alterando profundamente todo el paisaje de la ciudad. La medida se decidió por el Gobernador, que era el catedrático Pascual Marín Pérez, siendo ejecutada de noche para evitar intervenciones como la del Marqués de Lozoya. Jugó incluso la competencia entre las distintas corrientes aglutinadasen el régimen. El arco venía de atrás siendo un obstáculo para el tràfico. Ya en la sesión del 17 de junio de 1931 se suscitó la cuestión, transmitiendo la oposición noticias alentadoras del Ministro y el Subsecretario del ramo. El 18 de noviembre. Linage dio cuenta de una visita en Madrid al Subsecretario de Fomento, muy atendido por los hermanos Martín de Antonio, de relevancia en la izquierda segoviana, a quien se aprobó un voto de gracias. Ante las dificultades de la Jefatura de Obras Públicas de Segovia, se dijo que, si en tiempos de la Dictadura se hacían traslados a Badajoz, en los de la República eran posibles a Fernando Póo. El 5 de febrero del año siguiente se leyó una carta al Director de Obras Públicas sobre el tema. No hay ninguna manifestación de aprecio como parte del patrimonio heredado cuando sale en las sesiones. Aunque tampoco resulta clara la actuación que se pretendía. El derribo de la casa junto a él hizo parte luego del programa de la corporación frentepopulista.

Como hemos visto,  la construcción de un grupo escolar resultaba muy necesaria[34]. En la sesión de 18 de agosto de 1931 la oposición señaló como el lugar más adecuado para ello una casa perteneciente a un legado hecho hacía años por la viuda Petra Ortigosa. Había estado ocupada por las religiosas, hasta su traslado a su nueva residencia. El testamento en cuestión no estaba claro en cuanto a la alternancia entre lo pío y lo benéfico. Según una opinión la casa estaba gravada con el derecho de habitación de un capellán para el levantamiento de cargas eclesiásticas. En la sesión del 11 de noviembre se dio cuenta de haberse presentado una instancia al Ministerio de Justicia pidiendo la entrega del inmueble y de 27.000 pesetas. Se fue a ver al obispo para tratar el tema, pero estaba de visita en Santa María de Nieva y se le dejó una nota en secretaría. Se alegaba también que las cargas impuestas por la testadora no se cumplían. En octubre no se había podido visitar al párroco, por estar enfermo. Ya vimos que el problema continuaba en 1936.

En la sesión del 1 de septiembre de 1931 el concejal Linage manifestó que, después de darse un paseo a la Fuente del Caldero, en la ribera del Caslilla, se sentía la necesidad de extremar la limpieza y el hermoseamiento de ella y las demás en el próximo presupuesto, para hacer de Sepúlveda una estación veraniega. Éste era uno de los sueños regeneracionistas de un lugar en el que la evocación mítica de un pasado glorioso y próspero se acompañaba forzosamente de la elegía por las realidades grises y amenazantes. 


                                               El preludio de la tragedia

La primera sesión del nuevo ayuntamiento frentepopulista fue el 11 de mayo de 1936. El alcalde Sanz Velasco dirigió un saludo al pueblo, expresando su propósito de “laborar por el bien de este vecindario, inspirando todos sus actos en un acendrado republicanismo, terminando invitando a sus compañeros y público en general para que, puestos en pie, gritaran con él Viva la República, Viva el Frente Popular y Viva España, vivas que fueron entusiàsticamente coreadas por todos los asistentes”.  Hay que tener en cuenta que la composición política de la corporación era homogénea.

Mientras tanto, el grupo escolar estaba ya casi terminado. Había siudo decisiva para ello la influencia de un antiguo juez de la villa, el luego notario Cándido Casanueva, que siendo Ministro de Justicia presionó para ello a su colega de Instrucción Pública y paisano salmantino, el médico Filiberto Villalobos. En la sesión del día 13 se aprobó la propuesta del alcalde de girarle una visita de inspección. Enseguida veremos que su destino inmediato resultó simbólico. Era un edificio noble en la parte alta del barrio de Santiago, modificando el paisaje urbano positivamente. En la sesión del 27, aprovechando un Decreto del 7 de febrero, se acordó construir casa para los ocho maestros de la plantilla en el edificio que se seguía llamando Escuelas de Santiago, encargando a Linage gestionar la subvención en el Ministerio de Instrucción Pública.

En la noche del 14 al 15 del mismo mayo hubo otro escándalo. En la sesión del mismo 15 se dijo que habìa sido promovido por varios vecinos, sin que los serenos Domingo García Cristóbal y Faustino del Barrio Martin intervinieran, a pesar de haber sido requeridos por el concejal Linage[35]. El 15 de junio se acordó su sustitución definitiva. Ya sabemos era una vieja cuenta pendiente.

El 27 se acordó dar su nombre a las calles donde habían nacido Emiliano Barral y Victoriano de la Serna, aceptándose la propuesta de ponerse de acuerdo con ellos para fijar el momento oportuno. En cuanto al legado de Petra Ortigosa, se insistió en que sus destinatarios eran los pobres del pueblo, y se acordó pedir al párroco la entrega de la casa que de él hacía parte. Se creó una comisión para hablar con él, que por su ausencia no había podido aún tener la entrevista cuando la guerra estalló. Volvió a hablarse del Arco de la Villa. Se acordó oficiar al ingeniero jefe de Segovia pidiéndole igualmente una entrevista, y ordenar la demolición inmediata de los restos de la casa contigua que ya se había expropiado, informándole además sobre la seguridad y solidez de la casa que continuaba adosada. Lamentablemente ni en ésta ni en las otras sesiones queda clara la intención en cuanto al arco en sí de los intervinientes. Se acordó obligar a los propietarios a reparar las fachadas en mal estado, e inspeccionar la higiene de las viviendas para mejorar la situación de las clases humildes. El alcalde manifestó que encargaría a la comisión de obras una lista de las viviendas en mal estado para proceder a su reparación inmediata.

Pero no todos los sucesos más significativamente graves quedaron reflejados en el archivo municipal, o cuando lo fueron era por sus consecuencias indirectas. En la noche  del 1 dejunio del año anterior, en uno de los consabidos incidentes, un guardia civil dado un golpe- “corregido” en su versión- había pegado al vecino Rufino Castro. Se produjo después un tumulto, con voces pidiendo justicis. Siendo ya más de las once otra pareja de la Benemèrita cerrólos establecimientos, con un incidente en la taberna de Román Ayuso, conocida cariñosamente como La Choza de Seisdedos, donde los guardias fueron insultados. Tras las elecciones de 1936 se consiguió que se iniciara un expediente gubernamental para aclarar la cuestión y deprar responsabilidades. En la revolución de octubre de 1934 había participado en Asturias un sepulvedano apodado el Perucho. Al ser liberado en aplicación de la amnistía concedida por el nuevo gobierno, fue recibido en la villa por una manifestación con la banda de música. Entonces se hizo popular una canción alusiva: “Esperando a su marido/ del penal de Cartagena/ debajo del puente/ y hay una morena,/ debajo del puente/ muchas compañeras”. La prohibición municipal de la procesión del Corpus aumentó la tensión[36].Al terminar el baile dominical en la Plaza, durante el mes anterior a los toros, la banda tocaba el himno nacional. Un falangista sepulvedano, el abogado Marcos Cristóbal, hizo entonces el saludo brazo en alto una de esas veces, siendo encarcelado gubernativamente en Burgos. Había sólo otros dos afiliados a Falange del pueblo. Los padres de los tres, que eran el ex alcalde Abad y el ex concejal Cristóbal López, y el comerciante Tomás Alonso Gómez, fueron detenidos dos dìas en la cárcel de la villa por orden municipal.

Un telegrama del Gobernador Chacón de la  Mata obligaba al ayuntamiento a telegrafiarle todos los días a las doce de la mañana y las cinco de la tarde por si había habido alteraciones del orden público. Insistía en que se tuviera cuidado con las iglesias y capillas que pudieran ser objeto de agresión. Parece que la orden se cursó a las cabezas de partido y alguna otra localidad importante.

Aunque la “otra” vida seguía. Como siguió en la guerra y la postguerra. El 10 de mayo hubo “una gran velada artística”. Un dinámico maestro, Jaime D.González, poeta y músico, tuvo protagonismo en ella. Se representó Un drama de Calderón, pero de Muñoz Seca y Pérez Fernández. Se leyeron Las campanas de Edgar Allan Poe, y Exhortación a la caridad, de Víctor Hugo. La Orquesta Guitarrística interpretó una marcha de Wagner, Bajo la doble águila, el Lamento indio de Rimsky-Korsakof, y una serenata de Serrano, El carro del sol, además de dos composiciones y sus letras del propio González[37], Redención y Canto a Sepúlveda. Ésta todavía se conoce localmente: “¡Sepulvedana,/ rosa fragante y lozana/ de los campos castellanos! Para ti tejen mis manos/ corona de soberana[...] Siete puertas derruídas,/ callejones por doquier,/ y en las rejas escondidas/ unos ojos de mujer./ ¡De mujer!/ Mal de amores,/ susurros, noche serena,/ la campana, allá en lo alto,/ en la queda suena y suena”.

La última sesión de esa corporación tuvo lugar el 16 de julio. Ausente Linage se leyó una propuesta suya de fijación del precio del terreno de vía pública sobrante para fomentar la construcción de hoteles[38], estudiando la posibilidad de constituir una sociedad anónima que facilitara el asunto. Se acordó que quedara sobre la mesa para su estudio, y que se dicutiera cuando él estuviera. Lo que ocurrió entre los días 17 y 19 siguientes es bien conocido. El Grupo Escolar no había sido estrenado y tardó en serlo mucho tiempo, pero sin pérdida de tiempo fue convertido mientras duró la contienda en hospital de sangre.

Dos políticos de la República, el Presidente del Consejo Joaquín Chapaprieta y el ministro José-María Gil Robles, reflexionaron retrospectivamente sobre ella y su liquidación, en sendos libros titulados La paz fue posible y No fue posible la paz. A la luz de la vida sepulvedana esos años habría que dar la razón al último. Pero claro está que la mera aplicación puede ser tildada de superficial, sólo valedera  a simple vista. En todo caso el panorama que ofrecía estaba acorde con las trágicas impresiones de don Miguel.


                                   JOSE-ANTONIO LINAGE CONDE


[1]”Entramos en la villa- ya no ciudad-”, escribe al tratar de Pedraza. Ello no es exacto. Sepúlveda es villa también.
[2]”Visiones” era el antetítulo de éste y algunos otros de su colaboración en el periódico que citamos. Unamuno empezó a escribir en Ahora desde el 3 de diciembre de 1932, dos semanas después de que El Sol le devolviera un artículo en que criticaba la política republicana imperante.
[3]Este artículo y otros que no llevaban ese antetítulo fueron recogidos en el volumen de la colección Austral Visiones y comentarios. Manuel García Blanco englobó las “visiones” en el titulado Paisajes del alma (Madrid, 1944; incluido en el tomo primero de las “Obras completas”, íbid., 1958, pp. 1064-7)
[4]Al final cuenta su paso por Segovia “enriqueña: en un café de la plaza, mozos y mozas, pero no emparejados ni creo que susurándose requiebros. Hababan entre sí, pero por sexos”.
[5]Seudónimo, inversión de El Solitario, de Juan Sanz y Saínz-Pardo. “Casonas, con sus señoriales puertas privadas, de sillería blasonada, con escudos, balcones de férrea rejería”, en el texto unumuniano.
[6]”Fuera la tierra llana, pues ¿quién pone puertas al campo?”.
[7]Es el vocablo usado en Salamanca para los del Duero en la frontera portuguesa.
[8]Eugenio d’Ors las escribió un soneto. El número tradicional se puede mantener, aunque revisándolo para dar cabida a otras aberturas del recinto y sometiendo a discusión algunas identificaciones. La primera mención del nombre de la villa aparece en la Crónica de Alfonso III, en la forma de Septempublica, que ha llegado a ser popular como cultismo. Pero su autenticidad es dudosa. Pudo ser una latinización erudita. Y está a la vista que su traducción por Siete Puertas no es sostenible.
[9]Desde el paraje que ahora se llama “Mirador Ignacio Zuloaga”. Este pintor le hizo motivo de algunos lienzos. Pero lo más significativo es la huella continua que le dejó, visible en otros de modelo diferente.
[10]En las Memorias de Pedro Herráez, Ignacio Carral noveló entonces la vida del escultor sepulvedano Emiliano Barral. Allí se imagina la creación de Sepúlveda, por el susto que Dios se llevó al volar sobre su emplazamiento, cargado de las casas destinadas a otro lugar. Del susto se le cayeron. De paso otra vez vio una cumbre sobre ellas a propósito para dejar en ella una iglesia románica que llevaba también para otro emplazamiento. Es El Salvador.
[11]El día 16 había destituido al alcalde.
[12]Durante ellas fueron detenidos gubernativamente destacados derechistas. Los tres concejales de la sucesiva minoría intentaron de la Guardia Civil su liberación. Uno era el acaudalado lanero Dámaso Gil Municio, Gobernador de Burgos, Málaga y Granada en tiempos de Alfonso XIII.
[13]El 18 de enero de 1932 la Audiencia de Madrid anuló el acuerdo mnicipal que declaraba incapaz a Conde.
[14]Éste era de una de las familias notables. Así se describió su casa en la prensa: “Una vieja casona señorial, en la que existe una sala del más puro estilo isabelino. Damascos en las paredes, borlones de oro, anchos sillones y sofás. Cuadros antiguos con vírgenes y nazarenos macerados, deliciosas miniaturas, finas viñetas en viejos pergaminos
[15]Juntamente con el maestro Ángel Prieto y el Presidente de la U.G.T. y director de la banda de música Lucio Esteban.
[16]Se recibió una circular del Gobernador exhortando a abrir una suscripción para mitigar la crisis obrera.
[17]El Gobernador Fernández Conde había multado con 250 pesetas al forense Manuel Crespo por difundir informaciones falsas.
[18]Además se censuraba a los que representaron al pueblo durante ese período, viendo en ello una “ofensa a la historia liberal y democrática de nuestra querida villa”. Sin embargo, en la sesión de 7 de febrero de 1932, se estuvo de acuerdo en aprobar las cuentas del alcalde Gil Asenjo, y al pedirse las de la Comunidad, el alcalde replicó que ésta era una entidad independiente, pudiendo ser fiscalizada sólo por los vocales que representaban a los pueblos, los llamados tradicionalmente ochaveros. En la sesión del 17 de junio de 1931 se había acordado abrir información sobre dos actuaciones del segundo alcalde de la Dictadura, Zorrilla Cristóbal, que eran la rotura de una bomba para la elevación del agua y unas obras en el Campo o jardines de la Virgen. En cuanto a la expropiación ferroviaria, aun no siendo competencia municipal, se estuvo de acuerdo en la sesión del 18 de noviembre en que había sido correcto el proceder de la Comunidad. Ésta fue la única entidad que recurrió contra la tasación de 9.000 pesetas la hectárea, y obtuvo 16.000.
[19]Aunque ineludiblemente hubo propuestas asépticas de la oposición que se aprobaron por unanimidad, por ejemplo el 30 de septiembre de 1931, comprar para el salón de sesiones una alegoría de la República, y que salieran de Segovia una hora antes, a las cuatro de la tarde, los coches que llevaban el correo a la villa, que eran los que luego iban a Riaza y a Maderuelo, para evitar a los viajeros las molestias y peligros de la noche. En cambio se suspendió la petición de hacer más bancos para el público en el salón de sesiones. Ya sabemos que ahí entraba el apasionamiento. Cuando al fin se hicieron todavía resultaron insuficientes,y la minoría propuso que se llevaran los que había en el cementerio El 15 de  marzo de 1933 se trató de un oficio del Presidente de la Diputación sobre un homenaje en Segovia a su predecesor, Lope de la Calle, quien durante treinta y ocho años había sido profesor de su Instituto. El homenaje había sido propuesto por Linage. El concejal de la mayoría Mariano Cristóbal propuso y se aprobó la adhesión al mismo, aunque dada la difícil situación económica del ayuntamiento, la contribución a la placa del Instituto debía reducirse a 5 pesetas.
[20]Cuando la propuesta se votó sólo lo hicieron a favor dos de los concejales de la minoría.
[21]En esa misma sesión se quejó uno de los concejales de haber sido  llamado por el capitán, quien le hizo responsable de cuanto sucediera. Veía en ello una intromisión a la jurisdicción municipal. El alcalde dijo que lo ignoraba, pero declinó inmiscuirse en cuestiones de policía. La queja fue rechazada con dos votos en contra. Entonces se propuso un voto de censura contra el alcalde “por quedar mermado el prestigio de la autoridad civil y no bien parado el de la corporación”. Notemos el abuso de las propuestas de censura, que indudablemente las desvalorizaba.
[22]En las elecciones a las Cortes Constituyentes los candidatos más votados en Sepúlveda fueron el médico Antonio García Tapia, natrural de Ayllón y muy ligado a Riaza, el propio García Gallego, y Rufino Cano de Rueda, que encernaba la derecha segoviana de siempre, con 216, 164 y 139 votos.
[23]La noticia está repetida; la otra vez se escribe Ginés Langa y Donato Herranz..
[24]En la sesión del 18 de noviembre de 1931 se dijo que había concejales que no hablaban en el ayuntamiento, pero se soltaban el pelo fuera.
[25]Ya el 17 de junio de 1931, habiendo decretado el alcalde el cierre de los cafés, bares y tabernas, a las doce de la noche, al estar comprendido en la medida el  llamado Bar Sepulvedano, donde tenía su sede el Círculo Radical Socialista, que tenía su reglamento y funcionaba legalmente, hubo una interpelación de la oposición.
[26]En la sesión del 28 de octubre se protestó de que el capitán había entrado de paisano en casa del vecino Mariano Navares, apodado el Crista, llevándose de ella una bandera roja- “un palo y un trozo de percalina”, decía la oposición-. Sobre ello hubo una discusión muy viva y un enfrentamiento con el alcalde que dijo aprobaba esa acción.
[27]PABLO URIEL, No se fusila en domingo (Pre-textos, Narrativa, Valencia; 2008) .
[28]En 2004 el ministro socialista Bono felicitó a la prensa con unas pequeñas campanas de metal y  una nota en la cual decía entre otras cosas: “Su sonido fue una compañía permanente de los hombres: toque de alba, el de alzara Dios, toque del ángelus, toque de queda, toque de ánimas. Se llegaba a afirmar que una comunidad alcanzaba hasta allá donde llegaban sus ecos. [hoy] son necesarias para transmitir emociones, y son útiles para dejar memoria de acontecimientos o sentencias que quedan inscritas en ellas”. Pero de 1931 a 2004 habían corrido muchas aguas.
[29]Por ejemplo, en la sesión de 16 de diciembre de 1931 se propuso un voto de censura contra los ayuntamientos de los últimos años, por haberse perjudicado en unas 15.000 o 20.000 pesetas del impuesto de alcoholes, concretamente en el procedimiento para hacerlo efectivo. El alcalde replicó que todos habían sido honorables. A propósito de los votos de censura, entonces la minoría alegó que, si eran contra el alcalde, éste debía abstenerse, como lo hacían los concejales en los asuntos de sus parientes.
[30]Tras las elecciones de 1931 en una sesión se acusó a ciertos señores de haber despedido a los panaderos y lecheros que los servían por no haber votado a sus candidatos. En la sesión del 16 de diciembre se censuró el criterio partidista de las Damas de la Asociación de Caridad en la distribución de limosnas.
[31]En las sesiones la oposición instaba continuamente al cumplimiento de las leyes laborales en el pueblo, aun no siendo competencia municipal, si bien se dio algún bando recordándola. El 14 de octubre de 1931se pidió que, al bajar el trigo, se instara a los panaderos a bajar elpan, a lo cual el alcalde replicó que ello era competencia de la Sección Provincial de Economía. La petición y la respuesta se repitieron en la siguiente sesión el día 21.
[32]Aunque luego resultaron inervibles y se acordó inspeccionar la cantera.
[33]Sepúlveda, venero fecundo de bellezas y evocaciones, está forjando otro gran escultor.
[34]En 1932 se estuvo de acuerdo en posponer todas las demás obras que no fueran imprescindibles para dedicarlas a ese fin. Un concejal de la minoría votó el 7 de febrero contra el acuerdo que estimaba era de esa urgencia reparar la fuente de la Plaza.
[35]”Que lejos de poder dominar el alboroto, quienes integraban el grupo pronunciaron frases de mal gusto e irrespetuosas contra el actual ayuntamiento, especialmente contra su gestor presidente, que lejos de ser evitados o reprendidos y castigados por los serenos les causaron gracia y regocijo, diciendo que ellos no reconocían más autoridad que la que habían reconocido siempre y servido harto bien”.
[36]Fue decretada por el segundo teniente Antón. Corrió el rumor de que el alcalde y el primero se habían ausentado por no verse compelidos a hacerlo. Curiosamente, Antón hacía poco que había sido expulsado de la Cofradía del Corpus, organizadora de la procesión. Pero el motivo era que teniendo en ella un cargo llevaba tiempo sin atenderle. El detalle es significativo de la radicalizaición de las posturas.
[37]Autor también de la poesía Aves de paso.
[38]Así se denominaban los chalets.

2 comentarios:

  1. Estimado señor Linage: Veo que en su interesante artículo hace referencia al escultor sepulvedano Juan Vicente, y el motivo de estas líneas es precisamente pedirle más información acerca de ese artista, al que mi abuelo materno, el escritor y periodista republicano Luis Hernández Alfonso (1901-1979) presentó en un artículo publicado en la revista «Crónica» el 14 de abril de 1935, artículo que acabo de transcribir en mi bitácora de memoria histórica familiar «Los Hernández» en la siguiente dirección: http://loshernandez.wordpress.com/2011/08/16/juventud-24/
    Mi abuelo había desarrollado una gran actividad de difusión de los ideales republicanos por toda la provincia de Segovia y señaladamente en Sepúlveda a finales de la dictadura de Primo de Rivera y en los albores del nuevo régimen. Y conservo una escultura de Juan Vicente que retrata a mi tía abuela, hermana del escritor, lo que da fe de la amistad que les unió. Me agradaría mucho, por lo tanto, contar con mayor información sobre dicho artista, información que si así lo desea incluiría en mi bitácora con los debidos créditos.
    Agradeciéndole de antemano la atención, y felicitándole por su blog, quedo a su disposición para cualquier aclaración adicional y le envío un saludo muy cordial desde Madrid.

    Pablo Herrero Hernández
    pabloherrero.hernandez@gmail.com

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  2. Porfavor escribame a letamenia@gmail.com y conversaremos sobre JuanVicente.

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