viernes, 17 de septiembre de 2010

Los otros sepúlvedanos

LOS   OTROS   SEPULVEDANOS

PERSONAJES.

Jacob
Abrahán
Sara
Fátima
Jadicha
Mohamed
Kisida
Román
María de los Ángeles
Efraín
Afifa
                                  

I

(A la puerta de la sinagoga. Conversan el rabino Abrahán y Jacob)
Jacob- Te tratan bien en Cantalejo, rabino Abrahán.
Abrahán- Y nunca me sentí, amigo Jacob, tan complacido como esta vez. Juntan allí el hormiguillo de andar y la querencia al solar.
J-Parece como si quisieras decirme algo más.
A-¿Acaso hace falta?
J- ¿El padre Abrahán tuvo también esa querencia?
A- Yo no lo dudo. Y a los que vengan después hay que grabárselo.
J- Oye, ¿sabes si el cura Micael debe dinero a más de nosotros?
A- Me lo supongo.
J- ¿Porque ha aumentado tanto el número de sus mulas?
A- No sólo por eso. Hay maneras de ser.
J- Hace días que al pasar por San Gil me piden dulces los niños de la calle. Y ayer tarde me dijo uno haber oído al cura Micael que los judíos somos ricos en ellos.
A- (Pensativo). ¿No lo venía diciendo yo? Encárgate de meter a todos en la cabeza que no se les dejen acercar niños cristianos. Ninguno, nunca más, ni un instante. No bajes la guardia.
J- Ya sabes que necesité siempre tenerte a mi lado.
(Entra Sara)
SARA-Se os saluda.
J- ¿Verdad que se ha hecho más luz?
S-¿Y dices eso a nuestro rabino?
A- ¿Por qué no? ¿Dudas de que os valoramos más a las mujeres quienes no las tenemos?
S- Entonces, ¿por qué no buscarlas? ¿O tú piensas que sólo el que está solo es fuerte?
A- No es eso. Más ligero para volar sí.
S-¿Y tienes envidia de las aves?
A- Al contrario. De los árboles con raíces más hondas. Pero cuando la tierra se seca sólo la envidia sana queda.
S- Os dejo con vuestra plática.
J- Y con menos luz si Sara nos priva de la suya. (Ella se va)
A- ¿Oíste que algunos de Cantalejo se fueron al reino de Granada?
J- No. Pero no me extraña.
A- Pues sí. Y algunos han vuelto, con unas mezclas curiosas de lenguajes, de hábitos y de historias. El caso es que yo voy a irme allá también. Pero no volveré.
J- ¿Vas a dejarme? ¿Y a los demás?
A- Creo poder estar más con vosotros desde lejos. Sólo te pido que no pienses que lo hago por miedo. Pero ten cuidado, no me olvides. Te seré siempre una advertencia.
J- ¿Y tú crees que a todos? ¿También los habrá que piensen que huyes?
A- Creo que los judíos tenemos que seguir andando. Y yo siento la llamada a ello ya. Más allá de Granada está el mar. Pero tenemos que aprender que a él llevan todos los caminos.
J- Es la hora de llorar por nuestra Sepúlveda?
A- Creo que sí. Pero lo que ha sido ya no puede dejar de ser. Y Dios bendijo a su tierra. Voy a   llevarme la llave de la sinagoga. Pero en barro. Durará poco. Mas por eso el recuerdo será más vivo y duradero. Su fugacidad será el estímulo para mantenerlo y transmitirlo.
J- Ahí estoy de acuerdo. Lo más tangible y visible no es lo más real y profundo. Que Dios mire a Sion con buenos ojos, y las murallas de Jerusalén volverán a surgir.

NARRADOR- Los viejos cronistas dicen que los judíos de Sepúlveda repitieron en un niño cristiano la pasión de Cristo. Lo mismo que en otros lugares. ¿Son demasiados y demasiado parecidos para ser verdad? Los historiadores no se sienten en su terreno cuando leen esas páginas.
En la primera mitad del siglo XX, una de las novelas preferidas de nuestros abuelos era El judío errante, de Eugenio Sue. El andar fue el triunfo del protagonista.

 II
(En casa del guarnicionero Mohamed. En el cuarto de las mujeres. Hablan Fátima y Jadicha).
JADICHA- Para que Abenámar cumpla los catorce faltan tres días. Un número redondo.
FÁTIMA- ¿No lo son todos?
J- No. Tú, Fátima, siempre te elevas demasiado.
F- Aun así, convendrás, Jadicha, en que nada tan grato patra mí como ver a Abenámar con los pies en la tierra. ¿Admitirás que tanto como tú?
J- Cuando no se ha dado a luz hay que ganarse la maternidad. Pero no es verdad que yo le haya preguntado, ni a los demás, a cuál quieren más de las  dos.
F- Yo tampoco al padre.
J- ¿Acaso por que has dado a luz no lo crees necesario? ¿Y si trajese a otra?
F- Cuando a mí casi me lo ha dicho, no dudo que tú también lo sabrás.
J- Pero nada más.
F- ¿Sabes a qué ha ido a Villaseca?
J- No. Esta vez no nos falta nada de que aprovisionarse allí.
F- Nunca se sabe.
J- Ya estás otra vez a tu manera. No te separes del suelo.
(Entra Mohamed).
MOHAMED- Fátima, Jadicha, que Dios os guarde.
F- ¿Cómo estaban los aires de la Pedriza?
M- Finos y suaves, pero fríos y secos. Se me ocurre preguntaros si alguna vez habéis pensado que llamarme Mohamed me da algún orgullo. No lo quisiera así.
J- Nunca pensé que el orgullo fuese defecto tuyo.
M- En este momento más que nunca me alegro lo creáis así. Cuando vengo a pediros la jarra de agua y el pan con sal. Para otra compañera que os traigo a compartir con vosotras mi lecho. Vamos a llamarla Kisida. Desde hoy, porque hasta ahora ni siquiera tenía nombre,
J- Ya sé quién es. La Errante del Duratón.
M- Si no tiene nombre, tampoco los cristianos dirán que tuvo su bautismo. Nadie estará en contra. Y yo sé que vosotras tampoco. Kisida.
(Entra desgreñada y harapienta).
Ésta es tu casa. Cuando eches de menos la libertad del campo sin puertas piensa que tampoco las tiene el corazón del hombre.
F- Que Dios te guarde con él y con nosotras
J- Que así sea.
M- He oído la voz del Profeta que me mandaba seguir sus pasos y su ejemplo. Como hicieron Él y aquellos padres con las mujeres sin techo por las arenas del desierto. Pero me ha dicho más. Nos vamos. Hasta el mar y allí buscaremos sitio en cualquier barco.
J- ¿Dejamos Sepúlveda?
M- Nos deja ella a nosotros. Falta poco para que se nos arroje del país. Es mejor adelantarse un poco. Pero aquí queda mi rúbrica.
J- Tu media luna que casi no se ve.
F- Por eso es más tuya. Y deja más huella.
M- Algún guarnicionero cristiano me la está copiando. Pero ahora no me importa. Al contrario. Sepúlveda dirá que he sido. Que Dios la guarde.
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(En casa del cura Román. Llega él).

ROMÁN- María de los Ángeles.

(Entra ella)

Voy a tomar fría la leche. He dicho la misa de San Rafael. No sabría explicar porqué. Lo decidí un momento antes de revestirme.
MARÍA DE LOS ÁNGELES- Ha sido siempre tu arcángel preferido, hermano Román.
ROMAN- Pero hay trances y tiempos en que siento su devoción más.
MA- Aunque significando, como me has dicho, medicina de Dios, le necesitamos siempre y no puede equivocarnos.
R- Estoy pensando en San Miguel. A sus pies, sí, el demonio. Pero, ¿le conocemos a éste? ¿O caeremos en la tentación de hacerle a la medida de nuestros malos quereres?
MA- Y el comodín de nuestros vicios.
R- Tuve esta noche un sueño de los que necesitan interpretación. Vi a la Virgen de la Peña sin manto. Y tenía incisa en la espalda una media luna muy pequeñita, como las del guarnicionero Mohamed. Como ellos también creen en la Virgen María...
MA-Al pensar en los que se han ido, es san Gabriel el arcángel que nos consuela. El que anunció a la Virgen-
R- Sólo yo te llamo María de los Ángeles. Y nunca de otra manera. Así me acuerdo de los tres. Y del de la Guarda. Los célibes necesitamos evocar presencias invisibles. También por llamarme Román tengo ocasión de suscitar otras.
MA- Tú eres el único que me llama con mi nombre completo. Pero nunca te había dicho que nuestros padres lo hicieron una sola vez cada uno. Y la última. Momento anmtes de morirse. Voy a traerte la leche.
NARRADOR- A un  misionero español en la India le oí decir que desde que vivía allí, España le aburría. Por vestir todos igual y tener las mismas costumbres. Rafael Cansinos Asséns, un singular escritor judío de Sevilla, me evocó una vez lo que España hubiera podido ser de haber seguido contando con el genio financiero hebreo y el esmero artesanal árabe. Rememorando aquella Sepúlveda de atrás, nos será bueno esforzarnos por compensar de alguna manera la variedad perdida.

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 III

NARRADOR- El judío Efraín y la musulmana Afifa eran dos estudiantes de Letras en el Estado de Israel, él de la Universidad de Jerusalén y ella de la de Haifa. Los dos aspiraban a hacer sus tesis sobre la España de sus antepasados, Al Andalus para ella, Sefarad para él. Entraron en contacto navegando en la red. Lo que los decidió a encontrarse fue la aparición de Sepúlveda en un mensaje de Efraín, respondiendo a una pregunta de Afifa sobrer el origen de su vocación por ese argumento de estudio. Al fin se citaron en esta cafetería de la Universidad de Haifa, donde él llevaba un rato esperando y ella acababa de entrar.
AFIFA- Efraín, no hay duda. Preferí oírte en persona la relación de Sepúlveda con tu dedicación académica. Porque también es mi caso.
EFRAÍN- (Atónito). ¿De veras, ansiada Afifa?
A- ¿Ansiada? Aunque la coincidencia me parece tan rara que no me enfadaría si supusieras tratarse de un montaje para conocerte. Pero no puedo soportar un momento más la curiosidad.
E- En mi familia se vino transmitiendo la noticia de haber salido de allí un antepasado con la llave de la sinagoga copiada en barro. Y que para abrirla hacían falta siete llaves más, las que tenían las murallas del lugar. Por ese hilo me encontré con Sepúlveda, la Villa de siete puertas con sus llaves. Y tuve la intuición de haber identificado el lugar buscado.
A- Los caminos de los míos tuvieron más rodeos. El dato era un abuelo que trabajaba el cuero y firmaba su labor con una media luna muy pequeña disimulada en cualquier rincón de la obra. A veces microscópica. No sabía más. Fue en la Embajada de España, recién abierta, donde a un tío mío que allí trabajaba le contaron que un legionario francés dijo en Melilla había oído en Fez la misma historia del guarnicionero. Pero añadiendo la noticia de las siete puertas y las siete llaves del pueblo. Luego encontrar Sepúlveda en la red me fue fácil.
E- No lo será tanto encontrar fuentes sobre aquella Sepúlveda de nuestros mayores.
A- Pero nunca se sabe. Y eso que las obras de los guarnicioneros están más dispersas y duran menos que las de los impresores y aun de los antiguos copistas. Además me he enterado de que ya no queda allí el oficio. Pero de la Sepúlveda mora hay mucho por decir. ¿Y sabes que de la judería ni siquiera saben de fijo donde estuvo? (Se oye un ruido fuerte)
E- Eso ya me lo dijeron.
A- No te asustes. Nada de bombas. Tiene que ser un montón de tesis depositadas en un recoveco del piso de arriba. Tuve que asomarme una vez y casi me sepultan. ¿Será en Sepúlveda nuestro próximo encuentro?
E- ¿No va a haber otros antes? Aunque sigan estallando bombas en torno nuestro y haya quienes prefieran quitarse la vida.

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